Máximo Damián, violinista patrimonio de la humanidad
Fue un magistral intérprete de la música de la danza de tijeras, una de las tradiciones más importantes del arte peruano
El maestro violinista peruano Máximo Damián Huamaní, intérprete durante seis décadas de la música para los danzantes de tijeras, una de las tradiciones más importantes del arte peruano, falleció a los 79 años el pasado 12 de febrero.
El músico nació en la comunidad de San Diego de Ishua, en la provincia de Lucanas, en el mediodía peruano, un área pobre y aislada de Ayacucho, de cuya tierra brotan principalmente tunas. Máximo, representante de la cultura quechua más profunda, “preservó ese lenguaje musical absolutamente propio de las comunidades indígenas quechuas, que no es el mismo de la música occidental y puede resultar hasta difícil de entender”, explica a EL PAÍS el músico Kike Pinto, discípulo del artista fallecido.
Damián tocaba en las fiestas costumbristas en Lima, en coincidencia con las primeras olas de migración desde las provincias andinas hacia la capital. “Es un músico y un ser humano muy fiel a la tradición que trajo. Era su manera de entender las cosas. Su gran valor además es el haber sido un gran músico, un virtuoso en su lenguaje musical”, comenta Pinto, quien precisa que la obra de su maestro aún no ha sido recopilada.
El violinista y difusor de esa vertiente de la música ayacuchana fue distinguido en 2011 como personalidad meritoria de la cultura en 2011; un año antes, la danza de tijeras había sido reconocida como patrimonio inmaterial de la Unesco. El baile es un contrapunto entre bailarines que compiten en ritmo, fuerza, resistencia y acrobacia. Cuando el célebre antropólogo José María Arguedas, uno de los máximos estudiosos de la cultura indígena, se suicidó en 1969, pidió que en su funeral hubiera danzantes de tijeras y que su amigo Máximo fuera uno de los músicos.
El violinista de Ishua se hizo conocido a un público más amplio en 2013 como protagonista del documental Sigo siendo, del cineasta peruano-español Javier Corcuera, que rescataba la vida de maestros de la música peruana de distintos géneros.
Su muerte se debió a complicaciones de diabetes. En enero el músico fue noticia en los medios porque no recibió atención sanitaria por parte del Estado. El Gobierno le otorgó póstumamente la Orden del Sol en el grado de gran oficial.
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