Celina González, reina absoluta de la música campesina cubana
Rompió moldes al incluir en sus canciones las deidades de la santería africana
Era la reina indiscutible del punto guajiro y de la canción campesina, pero además, las décimas que le dedicó a Changó, la divinidad dueña del trueno, de la danza y de la fuerza viril en la religión afrocubana de la santería, se convirtieron en un auténtico himno en Cuba y en muchos países de América Latina. Celina González solía contar que al cumplir 20 años se le apareció Santa Bárbara, la virgen católica que se sincretiza con Changó, y le reveló que si le dedicaba su devoción y su arte la haría triunfar y la protegería toda la vida. Así lo hizo Celina… Y bien por los favores de este poderoso orisha (deidad) africano, bien por su increíble voz y su especial modo de cantar la vida de los guajiros cubanos, el éxito le llegó pronto a Celina y no la abandonó nunca.
Celina González nació en 1928 en un humilde hogar campesino de Jovellanos (Matanzas), y desde pequeña empezó a cantar en los guateques que sus padres organizaban en casa en los momentos de descanso, donde se tocaba el laúd y el tres y los invitados improvisaban décimas. Siendo niña su familia se trasladó a Santiago de Cuba, donde comenzó su carrera tras conocer al guantanamero Reutilio Domínguez, un guitarrista superdotado y fabulosa segunda voz, con el que se casó y formó el dúo Celina & Reutilio. La pareja se dio a conocer en 1947 en el programa Atalaya Campesina, de la emisora Cadena Oriental de Radio, donde fueron descubiertos por el famoso cantante y compositor Ñico Saquito —autor de guarachas inmortales como María Cristina, Compay Gato o No dejes camino por vereda—, que los introdujo en La Habana.
En la capital cubana se presentan en Radio Cadena Suaritos, una emisora regional que había puesto de moda la música afrocubana, presentando toques de tambor y cantos de santería con vocalistas como Celia Cruz o Merceditas Valdés. En 1948, para su debut habanero Celina y Reutilio compusieron A Santa Bárbara, famosa por su letra y estribillo (que decía aquello de: “Que Viva Changó / Que Viva Changó, señores”), que se convirtió en un éxito inmediato en Cuba. Con la composición el dúo rompió la separación que existía entre la música guajira y el mundo afro, estableciendo una nueva relación en la que la métrica de la décima y el ritmo del punto guajiro se mantenían, pero se introducían letras que hablaban de las deidades afrocubanas y sus leyendas.
Pronto Celina y Reutilio fueron fichados por una importante emisora de alcance nacional, la RHC Cadena Azul, en la que grabaron sus primeros éxitos, empezando por A Santa Bárbara. La fórmula de combinar las cuartetas tradicionales del cantar guajiro con temas de los orishas del panteón yoruba tuvo gran aceptación, y, así, compusieron una serie de números similares como El hijo de Elegua, A la reina del mar —dedicado a Yemayá— o A la Caridad del Cobre, la patrona de Cuba, que se sincretiza con Ochún. La pareja grabó, además, un amplio repertorio de guajiras, guarachas y sones inmortales, desde Lágrimas negras, de Miguel Matamoros, a El cuarto de Tula.
En los años cincuenta, Celina y Reutilio actúan en Nueva York, donde se presentan con Benny Moré y Barbarito Diez, y viajan con gran éxito por América Latina. En Cuba su fama crece tanto que son contratados para actuar en dos películas, Rincón Criollo y Bella la Salvaje, y llevan su música guajira a las mejores emisoras de radio y a exclusivos escenarios como el cabaré Tropicana, llegando Celina a cantar con Nat King Cole y Pedro Vargas.
En 1964 el dúo se desintegra y Celina continúa su carrera en solitario, hasta que en 1980 se une a su hijo, Lázaro Reutilio, con quien triunfa en el programa de televisión de música campesina Palmas y caña, y realiza largas giras por Colombia y varios países latinoamericanos. En 1999 graban el disco 50 años como una reina, que es nominado al Grammy Latino, y poco después es distinguida con el Premio Nacional de Música de su país. En la pasada década la artista sufrió un accidente cerebrovascular que la mantuvo apartada de las tablas hasta su muerte, el miércoles pasado, a la edad de 86 años. Pero su influencia en la forma de interpretar la canción campesina perdura hasta hoy. Tanto, que suele decirse que Celina fue a la música guajira lo que Celia Cruz para la guaracha y el son.
Babelia
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