Mosaico de autores para el sueño americano y su desmoronamiento
El Lliure estrena un fresco sobre los EE UU de los años 20 y su proyección hoy
"He seguido mi propios pasos hasta las centelleantes arenas de los desiertos de diamante", cantaba Woody Guthrie. El autor de This land is your land que viajaba armado de la guitarra matafascistas es uno de los ocho autores estadounidenses de los que se han obtenido los textos que configuran Somni americà,el espectáculo que se estrena hoy (hasta el 1 de marzo) en la sede de Gràcia del Teatre Lliure de Barcelona y que habla del sueño americano y la Gran Depresión, confrontándolos con nuestra propia situación actual.
El insólito montaje, del que es autor y director Oriol Tarrasón, se ha confeccionado a la manera de patchwork a base de coser textos variados de un plantel de grandes novelistas y dramaturgos clásicos de EE UU —además de Guthrie—: Erskine Caldwell, Arthur Miller, Eugene O'Neill, Ben Reitman, William Saroyan, John Steinbeck y Tennessee Williams. Los textos proceden de 18 obras diferentes y constituyen la base fundamental de lo que dicen los 11 actores de Somni americà, que interpretan a otros tantos personajes típicos de los EE UU de los años veinte (añadan un perro, de nombre Tennessee).
11 personajes dicen textos de 18 obras distintas que forman una nueva trama
La iniciativa es sorprendente e innovadora desde muchos puntos de vista: la propia confección de la obra, la mezcla de dos compañías, la joven del Lliure (la Kompanyia Lliure, seis actores) y la del director Tarrasón, Les Antonietes (cinco), y el hecho singular de que todos los actores permanecen en escena a lo largo de toda la hora y media de representación en la piel de sus personajes. De estos personajes, uno es directamente reconocible: Annabel Castan interpreta a Blanche, la Blanche DuBois de Un tranvía llamado deseo, que pasa directamente de la obra de Williams a Somni americà, como un guiño de Tarrasón al espectador. Los otros personajes no son tan obvios; encarnan algunos de los grandes estereotipos de los EE UU, esos perdedores, soñadores, frustrados, que aparecen en la narrativa y el teatro. Esos “estadounidenses misteriosos que se abren camino mientras todo se desmorona”, como escribe George Packer de los últimos treinta años de declive en el impresionante El desmoronamiento (Debate, 2015): la rueda de sueños y decepciones nunca se detiene en América, (“nadie sabe cuándo comenzó a desmoronarse todo, cuando cedió el correaje que mantenía a los estadounidenses unidos y a salvo, ciñéndolos con una fuerza a veces sofocante” —de nuevo Packer—), ni en el mundo.
“Era difícil encontrar un texto con papeles equilibrados para tantos actores como salían de unir ambas compañías, y además de edades muy parecidas", explica Tarrasón, al que su fisonomía, el cabello corto y una camisa de cuadros (además del tema) le dan un aire a lo Sam Shepard. “Así que decidí construir uno con material de todos esos autores norteamericanos que me gustan y que entre todos han creado un universo simbólico muy reconocible”. El sueño americano, ese concepto acuñado en 1931 por el historiador James Truslow y que se refiere al ideal de la igualdad de oportunidades y la posibilidad de todos de progresar con el esfuerzo, y tiene su reverso en la Gran Depresión, continúa el director, “conecta con nosotros, que hemos vivido aquí lo mismo, también una época de sueños en la que todo era posible para despertar a una crisis salvaje". Así pues, se trata de hablar del sueño americano, pero también de una manera cercana de “la caída de las expectativas” y del reverso de ese y todos los sueños.
“Construimos un texto, tomamos personajes estereotipados de la literatura de los años treinta y cuarenta y los colocamos en la misma obra, juntos. Un verdadero patchwork de autores estadounidenses para explicar esta historia. En algunos casos son pequeños fragmentos, a veces solo una frase de toda una obra”. Tarrasón señala divertido que se podría hacer un concurso "a ver quién reconoce de qué obra procede cada texto".
La trama reúne a una serie de personajes en un bar o drugstore en el desierto estadounidense, “símbolo de la desertización del alma, de la moral, de la política, del deseo”. Ahí van llegando los personajes, típicamente itinerantes, en perpetuo tránsito, con sus sueños, deseos y frustraciones. Laura Aubert, que interpreta a uno de los personajes, también pone banda sonora en directo con su violín. La obra incluye un pequeño homenaje asimismo al musical.
Entre los escritores, Arthur Miller, O’Neill, Steinbeck, Saroyan y Tennesse Williams
Tarrasón, que se declara muy influido por Saroyan —el autor más presente—, recalca que se trata de una obra “sobre los sueños y la capacidad de amar de las personas”. En Saroyan (“la gente buena lo es porque ha llegado a la sabiduría a través de la caída”, “cuanto más des más tendrás para dar”, “recuerda que todo hombre es una variación de ti mismo”), el director ha encontrado una voz y una poética para alzar un mensaje de esperanza y fraternidad.
"Me apetecía decir cosas sensibles y bonitas, cuando parece que desde el escenario solo se puedan decir cosas trágicas". Tarrasón, que matiza que se puede ser tierno "sin ser naif", destaca la voz también de Woody Guthrie, "un señor que denunció cosas, como que los bancos acaparaban bienes y tierras, que suenan a hoy mismo, y que afirmó que necesitamos palabras bonitas para explicar lo que nos pasa".
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