Cien dracmas y una comedia
El estupendo reparto de ‘El eunuco’ da lo mejor de sí en los números musicales
Una divertida actualización de una comedia latina desopilante, ambientada en la Grecia del período helenístico, donde los esclavos eran propiedad semoviente, costaban en torno a 400 dracmas (la unidad) y sufrían tortura cuando se les llamaba a declarar, porque su palabra libremente expresada no valía un óbolo. Terencio, su autor, fue esclavo del senador Terencio Lucano, que lo liberó pronto por guapo e inteligente, le prestó su nombre y le introdujo entre la nobleza romana. Según algún contemporáneo, los verdaderos autores de sus obras fueron Escipión Emiliano, destructor de Numancia y de Cartago, y el general Cayo Lelio, sus protectores, cabezas de un selecto círculo helenista, que no podían jugarse su prestigio políticomilitar en justas literarias.
Jordi Sánchez y Pep Anton Gómez, artífices de este Eunuco fronterizo y arrevistado, han hecho con él lo que su autor o autores hicieron con El eunuco de Menandro: cocinarlo a su antojo, aliñarlo con fragmentos de otras obras suyas y apropiárselo. De entrada, la prostituta Thais, corazón de la comedia, a la que Anabel Alonso presta gracia y encanto inmarcesibles, rompe la cuarta pared y la verosimilitud terencianas para bajar a la platea a conversar con el público de la fila de los calvos, cual Lita Claver en el Molino barcelonés. Luego, la sucesión de escenas asainetadas, llevadas algunas a ritmo de vodevil, y las divertidas canciones de Sánchez y Gómez, a las que han puesto música Asier Etxeandia y Tao Gutiérrez, nos retrotraen a unos tiempos todavía vecinos en los que La Latina era templo de la revista: ciertas intervenciones donde la Alonso tiene línea directa con Lina Morgan acentúan la idea de que por este Eunuco y por Vaya par de gemelas, título de inspiración plautina, corre una veta común.
El Eunuco
Autores: Jordi Sánchez y Pep Anton Gómez, a partir de la obra de Terencio. Intérpretes: Anabel Alonso, Marta Fernández Muro, Eduardo Mayo… Escenografía: Eduardo Moreno. Música: Asier Etxeandia y Tao Gutiérrez. Teatro de La Latina
Con pulso cómico firme (y sin que se adivine donde termina la labor de uno y comienza la de los otros), Terencio, Sánchez y Gómez abordan de refilón temas tan dramáticos como el deterioro físico de una mujer abocada a la prostitución, la discrecionalidad con la que el ciudadano dispone de sus esclavos y el poder soberano del dinero, al que todos se pliegan. Fanfa, el militar infatuado; Filipa, la sirvienta; Pánfila, la esclava, el falso eunuco y el resto de los personajes componen un fresco social que, aún manipulado por sus coautores catalanes, pone en evidencia cómo liberalidad y esclavitud corrían parejas en la cuna de la democracia.
El tono de las interpretaciones, la pericia con que la dirección concierta las réplicas humorísticas y el acierto de los números musicales, bien concebidos todos y mejor ejecutados (espléndidos, la canción de Jorge Merino, el tango de la Alonso, el agresivo trío femenil, el Ya estamos solos de la arrebatadora María Ordóñez, la romanza de Jordi Vidal y su dúo con Pepón Nieto…: si la partitura instrumental se tocara en vivo, todo estaría conforme), configuran un espectáculo euforizante, del que la mayoría del público sale agradecido con fundamento. En los diálogos, amplificados para que al cantar no haya un claro salto de volumen, convendría bajar este un poquito.
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