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Premios Goya
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La perversión inteligente

‘Magical girl’ es una película tan desconcertante como hipnótica

Carlos Boyero
Un fotograma de 'Magical girl'.
Un fotograma de 'Magical girl'.

Nunca me atrevería a calificar de buenas intenciones el propósito del director Carlos Vermut en Magical girl. Más bien lo contrario. Lo que muestra y lo que sugiere, lo evidente y las elipsis, lo que dicen y callan los personajes, está presidido por la perversión, el tono enfermizo, un sentido del humor entre surrealista y cruel, situaciones imprevisibles. Pero me cuesta un notable esfuerzo y paciencia para que esas cosas me atrapen. Durante veinte minutos no le pillo la gracia ni el magnetismo a esta película, las alborozadas, infatigables y cómplices risas de los modernos de turno ante todo lo que sale de la boca de esos personajes deprimidos y fantasmales me hacen temer lo peor, a falta de poder dormirme debido a la incomodidad de la butaca me planteo la posibilidad de abrirme de la sala.

Pero todo mejora, voy entrando en el turbio y excéntrico mundo de un creador en posesión de un cerebro tan raro como inquietante, me alarma lo que veo y lo que escucho, los silencios y las miradas de los atormentados personajes dan miedo, hacia el final existe una larga secuencia en un bar de barrio, admirablemente interpretada por José Sacristán, que da la talla de un auténtico director de cine. Y deduzco que Bárbara Lennie va a recibir ofertas. Un raro en el mejor sentido el tal Carlos Vermut, un raro con talento, no un vacuo profesional de la impostura pretenciosa.

Carlos Vermut, que consiguió la Concha de Oro y el premio al mejor director con una película tan desconcertante como hipnótica, presenta un universo muy oscuro, poblado por una mujer desasosegante, peligrosa y neurótica que lleva desde su niñez ejerciendo implacable manipulación sobre un hombre mayor, desgraciado y solo en el que intuyes viejas perversiones, un parado grisáceo que practica el chantaje para regalarle a su leucémica hija algo que anhela, un psiquiatra que precisa tanta ayuda como la zumbada de su esposa, sádicos que conocen el precio del dolor ajeno, gestos, diálogos y comportamientos que huelen a depresión incurable, a taras autodestructivas, a enloquecimiento sombrío. Lo cual no impide que a veces lo trágico se torne cómico, destellos de un sentido del humor maligno y surrealista.

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