La epopeya del hielo y del valor
La novela gráfica 'Endurance', de Luis Bustos, se reedita estos días Celebra los 100 años desde la expedición antártica de Shackleton
Empezó como una gesta mítica. “Cruzar la Antártida de mar a mar, a través del Polo Sur”, en palabras del líder de aquella expedición, sir Ernest Shackleton. El último grande objetivo de la épica glacial, lo que ningún ser humano había logrado nunca. Shackleton y su tripulación zarparon así del puerto de Plymouth, el 8 de agosto de 1914, y pusieron el navío Endurance rumbo a la historia. Se encontraron sin embargo con el hielo. Y con el fracaso. Aun así, esa aventura tiene un sitio obligado en el gran libro de las leyendas. Los porqués los relata Luis Bustos en su novela gráfica Endurance, que se publicó en 2009 y vuelve ahora en una edición especial (Planeta DeAgostini) justo a un siglo del comienzo de esa hazaña.
“El cómic narra la última epopeya del final de la edad heroica de los viajes antárticos”, resume Bustos. Así, con el blanco del hielo y el negro del cielo polar, el dibujante traza la aventura de los 28 sedientos de épica que subieron a bordo del Endurance. Con una documentación rigurosa y un estilo muy personal, aplaudido por la crítica, el autor busca un dibujo bello pero también funcional. Viñetas pequeñas, interrumpidas por espacios negros, para transmitir frenesí. Otras onduladas, como los incansables movimientos del mar. Y una página en forma de reloj de arena, algo así como la lenta carrera por la supervivencia de una tripulación al borde del precipicio.
Sin embargo, los hombres de Shackleton nunca cayeron al abismo. Eran lobos de mar auténticos y valientes. Para hacerse una idea, baste con saber que se apuntaron a este anuncio que el capitán publicó en el London Times el 29 de diciembre de 1913: “Se buscan hombres para viaje peligroso. Sueldo bajo. Frío extremo. Largos meses de completa oscuridad. Peligro constante. No se asegura retorno con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito”.
En realidad, miles de entusiastas se ofrecieron para acompañar al líder, a su vez ya protagonista de varias expediciones al límite de lo concebible. Hoy suena a delirio, pero a la sazón, poco antes de que empezara la Primera Guerra Mundial, quizás menos: “La gente que se embarcó en el Endurance no era rara. Hay que recordar que poco después empezó la Primera Guerra Mundial. Estaban hechos de otra pasta, de valores muy puros, curtidos en muchas batallas”. Tanto como para sobrevivir a la cadena de catástrofes que se les vino encima.
Un dicho marinero asegura que lo que el hielo agarra jamás lo suelta. Bien lo aprendió el Endurance, encallado en enero de 1915, y hundido al fin el 27 de octubre del mismo año por su gélido enemigo. Así Shackleton y los suyos tuvieron que desembarcar y buscar salvación a pie. Una vez guardada la posible hazaña en el cajón de los sueños, el nuevo hito era sobrevivir. De ahí que se lanzaran de nuevo al mar y alcanzaran una nueva tierra, Isla Elefante. Sin embargo, descubrieron más de lo mismo: hielo, hielo y hielo. Entonces, Shackleton se lo jugó todo a una última ficha: navegó durante 17 días con otros cinco compañeros hasta la isla de San Pedro, a 1.300 kilómetros, en busca de ayuda para rescatar a los demás.
Antes, el capitán prometió que todos y cada uno de ellos volverían a casa con vida. Y, más allá de alguna insubordinación o disputa, sus hombres mantuvieron la fe en su carismático líder. “Era una persona muy compleja. En la historia demuestra ideas muy claras, pero tenía ciertos claroscuros”, reconoce Bustos. A fuerza de investigar, entre libros, documentales y fotografías, el dibujante descubrió por ejemplo que Shackleton se negó a recomendar a tres de sus compañeros cuando la reina de Inglaterra quiso entregarles una medalla de honor. Entre los afectados, el carpintero que había osado enfrentarse al capo. “Terminó sus días mendigando en el puerto, donde los marineros le daban de comer. Pero cuando murió tuvo un funeral con todos los honores militares”, recuerda el autor.
Para Bustos, en cambio, la celebración llegó con el final del cómic. Tras ilustraciones, dibujos para guiones de otros e historietas cortas, fue su primera novela gráfica. Se le ocurrió a raíz de una exposición fotográfica en Barcelona sobre la historia del Endurance. Prometió entregarla en 10 meses y a las siete de la tarde de un 31 de diciembre cumplió con su palabra. Esa Nochevieja también debió de ser una epopeya.
“Soy de los dibujantes más rápidos que hay ahora mismo. Pero hacer una novela gráfica es muy jodido. Creo que no soy un gran escritor pero soy bueno en la puesta en escena. Y me gustan mucho los relatos extremos, de señores que sufren”, añade Bustos. Tanto que acaba de publicar otra historia de sufrimiento: Versus (Entrecomics). Esta novela gráfica sobre un combate de boxeo, basada en un relato de Jack London, ha supuesto su paso del analógico de Endurance al dibujo digital, así como el comienzo de cierta rutina. “No quiero dejar pasar demasiado tiempo entre una obra y otra”, relata Bustos. Así que por un lado se volcó en Orgullo y Satisfacción, la publicación creada por los autores que abandonaron la revista satírica El Jueves, tras la censura impuesta por la editorial RBA a una portada sobre Juan Carlos y Felipe VI. Y, por otro, prepara la siguiente novela gráfica, esta vez solo como dibujante. “Con un amigo guionista hemos retomado un proyecto suyo. Serán muchas páginas y, si la realidad no nos fastidia, puede dar mucho que hablar. Es lo más ambicioso que he hecho nunca”. Otra aventura. Shackleton estaría orgulloso.
Babelia
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