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La génesis del pop español

Homenaje a los pioneros de los 60 y 70 en el ‘EL PAÍS de Música’

Portada de 'El imperio del pop naciente' de EL PAÍS de Música.
Portada de 'El imperio del pop naciente' de EL PAÍS de Música.

Nunca está de más recordarlo: hubo un tiempo en que el pop y el rock en España no existían. Un tiempo en que los jóvenes que decidieron colgarse una guitarra fueron los primeros en hacerlo. Necesitaban algo más que ilusión: situaciones que desde hace ya tiempo son de lo más normal (pillarse un buen instrumento, conseguir el beneplácito paterno, convencer al entorno de que el pop es una cosa respetable), hace medio siglo exigían un plus de entusiasmo, contumaz perseverancia y toneladas de paciencia; eran un acto de fe. Podría decirse que los precursores del pop en nuestro país le pusieron más ganas que los que vinieron después, por el simple hecho de que solo de ese modo podían salirse con la suya.

Hacer música pop a mediados de los sesenta —incluso antes: el Dúo Dinámico empezó a grabar en 1959— suponía sacar los pies del tiesto. No era esa la música que el régimen consideraba correcta. Lo bueno es que las autoridades, en su casposa decrepitud, no sabían cómo considerar esta nueva música. Después de todo, ¿en qué podía perjudicar a los defensores de la moral y las buenas costumbres que los adolescentes empezaran a bailar canciones intrascendentes? Y, sin embargo, el desenfreno y la sensualidad de los contoneos, el colorido y extravagancia de las ropas y el desparpajo en los sonidos y las letras constituían una ráfaga de aire fresco; un atisbo de que otro estilo de vida era posible. La música pop fue, antes que ninguna otra cosa, el primer indicio de modernidad y diversión en un país por entonces atrasado, retrógrado y aburrido. Los precursores de la música pop, como escribe Iñaki Gabilondo en el magistral prólogo de este libro-disco, “no figuran en ninguna relación de combatientes contra la dictadura, pero le hicieron un verdadero destrozo”.

Es música que, queramos o no, nos define, es parte de nuestra historia

A estos pioneros hay que colgarles otra medalla: además eran buenos. Inspirados por sus coetáneos anglosajones —las leyendas del pop: buen espejo donde mirarse—, y guiados por una generación irrepetible de productores y arreglistas, estos muchachos dejaron para la posteridad una cosecha de canciones que ha madurado estupendamente. El imperio del pop naciente, la entrega de EL PAÍS de Música que sale a la venta mañana con este diario al precio de 5,95 euros, es una buena muestra de ello. El gusto por la melodía de Los Brincos o su spin-off, Juan & Junior; las delicadas armonías vocales de Los Ángeles o CRAG; el descaro de Canarios; el encanto de Karina; la puntería de Los Bravos o Fórmula V; la fibra de Miguel Ríos… Todo está en los genes de la música posterior, del rock de finales de los setenta a la nueva ola y el pop indie. Es música que, queramos o no, nos define: forma parte de nuestra historia.

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