Hemingway, Cuba y el mar
John, nieto del escritor, apoya la colaboración entre científicos cubanos y estadounidenses
El viaje en barco hasta Cojimar, a unos siete kilómetros de La Habana, tuvo para John Hemingway mucho de regreso a las raíces. Cuando puso pie en tierra fue como desembarcar en el pasado. Era la primera vez que veía la pequeña localidad pesquera de unos 20.000 habitantes que inspiró a su abuelo, Ernest Hemingway, para escribir en 1951 El viejo y el mar. El tiempo se había detenido en algunos lugares. La cafetería La Terraza frente al mar; Finca Vigía, la casa del escritor hoy convertida en museo; aquel barco llamado Pilar que Hemingway compró en 1934 y con el que navegó desde Florida a Cuba, interiorizando así el alma de la gente de mar…
John y Patrick, hijos de Grégory, el menor de los tres descendientes del Nobel de Literatura, celebraron el pasado septiembre en Cojimar el 60º aniversario del galardón de su abuelo. Dejaron flores en un busto de Ernest que mira al mar, acariciaron la medalla de la academia sueca y conocieron a pescadores que les hablaron de su abuelo. De su amor por Cuba y de esa mirada hacia el vecino estadounidense. John también es escritor, autor del libro Los Hemingway, una familia singular —su hermano es fotógrafo—, y defiende que los dos países utilicen las aguas del estrecho de Florida no para separar sus fronteras, sino para unir sus pueblos. “Creo que deben normalizar sus relaciones. El embargo [de EE UU a Cuba] dura más de 50 años [desde octubre de 1960] y solo ha servido para empobrecer a la gente de Cuba, no para debilitar a su Gobierno”, explica a EL PAÍS.
“La ciencia y el mar pueden lograr lo que la política y la economía no
Cuba y Estados Unidos dan pequeños pasos para encontrarse, y John Hemingway cree que “la ciencia y el mar pueden lograr lo que la política y la economía no han conseguido”. Por eso pide una colaboración de los científicos del Centro de Investigaciones Marinas de la Universidad de La Habana con los expertos estadounidenses. Para encontrar bajo el mar un universo común. “La ciencia puede ser un vehículo para el acercamiento entre los dos países. El estrecho de Florida y sus zonas pesqueras pertenecen tanto a Cuba como a Estados Unidos, y para preservar este lugar único los científicos de ambos países deben trabajar juntos. Es obvio. Los cubanos tienen estudios que pueden ser muy útiles para los estadounidenses. Y estos tienen la tecnología y la financiación que puede ayudar a la investigación de Cuba”, comenta John. Él nació en Miami hace 54 años, ha vivido además en Italia, Francia y España (en Málaga en 2006 y 2007), y ahora reside en Montreal. Tenía nueve meses cuando murió su abuelo.
“La relación entre los dos países es disfuncional y surrealista. La gente que dice que Cuba tiene que mostrar progresos en los derechos humanos y la democracia ignora que Estados Unidos tiene relaciones diplomáticas plenas con China y Vietnam, países que no tienen una democracia real”, continúa el nieto del escritor. “La gente de Cuba quiere una relación normal con EE UU. La ciencia puede ser un camino para comenzar este acercamiento, pero sería solo un principio. Ayudaría a los dos países a ver que se necesitan uno al otro”, concluye John, el último de los Hemingway enamorado de Cuba y del mar.
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