_
_
_
_
CORRIENTES Y DESAHOGOS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Control remoto

“¿Podría besarte en el cuello, a la izquierda, dos dedos por debajo de la oreja y sólo unos pocos segundos?” Proposiciones así formaban parte del prontuario en una universidad de Ohio en los años noventa para evitar que la operación amorosa encubriera un acoso. Era el tiempo de lo políticamente correcto en el lenguaje y en los gestos, en los dichos comunes y en la intersexualidad. No pedir permiso explícito para manifestarse sensualmente en estos casos era considerado una impertinencia o una inmoralidad. La magia, la espontaneidad o la audacia del cortejo se sustituían por un operativo ritual. A cambio de perder espontaneidad se ganaba en “respetabilidad”. Contra el acoso y sus metáforas el consentimiento firme y racional del otro. Contra los contactos imprevisibles, la condena de la improvisación.

Este grotesco modelo es hoy, sin embargo, a gran escala, el mundo del la eficacia mayor. Frente al ejercicio directo de los sentidos el triunfo del control remoto. Desde un dron a una distante operación de hígado, desde un aterrizaje de la aeronave a un asesinato mediante el móvil, la tecnología ha avanzado proporcionando efectos sensibles, sin mediación de la mano y de su mazo, del tacto y de su esforzada acción.

Hace más de medio siglo que vivimos el fantástico quehacer de las puertas que se abrían mediante invisibles células fotoeléctricas y no accionando ninguna manivela habitual. La mano no se movía pero las puertas sí. El cuerpo enviaba señales sin meditación, bastaba su bulto para producir resultados completos. La cultura humana cosida al ejercicio directo de los sentidos ha dejado pues de constituir un lugar común. ipal. El paradigma no será ni el libro que se toma entre las manos ni el arma que pesa y hiere registrando la densidad de la víctima.Las cortinas de la relación interpersonal ha sido reemplazada por la  transparencia electrónica y la relación entre la máquina y su maquinista queda sublimada en la ecuación de querer y poder sin lapso. La mera intervención (¿teórica?) del pensamiento mueve a los robots y la intención mental de un resultado lo realiza.

Los sentidos en sentido estricto han quedado obsoletos en cuanto su conocido aporte funcional. Se trata de sentidos que se traducen en artefactos y de artefactos que obedecen como si un Dios actuara confiriéndoles el don de la creación. ¿Todos dioses? ¿Todos magos?

El control remoto evoca un alarde que hace patente, como nunca, el poder del ser humano sobre el mundo o que, simultáneamente, hace al mundo un propenso objeto de dominación. Con un dron se puede llegar tan lejos en la destrucción como en la máxima observación. Y el ser humano delega en esa tecnología, aparentemente ciega, la construcción o demolición de casi todo. Se evade así del oneroso trabajo de hacer y deshacer con sus manos, sus ojos o su cálculo intelectual. El dron es un dios de segundo orden pero presente ya en la escala de los dioses que realizan prodigios desde el más allá, tal como se describen los milagros de los santos y de la Santísima Trinidad.

El dron nos representa no ya como superdotados, sino como superhombres, y una nueva especie de límbicos seres humanos se halla enlazada a esta invención. Una nueva invención que arrambla la materia inmediata y la reemplaza por un compuesto de espíritu duro capaz de lograr con un soplo lo que ni la mano, el ojo o el oído fueron capaces de conquistar.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_