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Un videojuego reaviva las llamas de la Revolución Francesa

'Assassin's Creed: Unity', tachado de "propaganda" por la izquierda gala, recrea el París de 1789

Cyrille Rogeau, ministro consejero de la Embajada de Francia, en la presentación de 'Assassin's Creed: Unity'.
Cyrille Rogeau, ministro consejero de la Embajada de Francia, en la presentación de 'Assassin's Creed: Unity'. Julián Rojas

“Estamos buscando la Bastille”, dice el ministro consejero de la embajada francesa, Cyrille Rogeau, con un reconocible acento galo. De pie, en el hall de la imponente residencia del embajador —un palacete con jardín inmenso en plena calle de Serrano, en Madrid—, Rogeau da instrucciones a un afanado empleado de la empresa francesa Ubisoft, que recorre el París en miniatura recreado en Assassin’s Creed: Unity, la nueva entrega de la saga de videojuegos, presentada el miércoles en Madrid. “Eso es el Panteón, la Bastille tiene que estar por allí”, insiste el ministro, alucinado ante la pantalla.

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No es baladí que el octavo capítulo de la serie se presente en el corazón diplomático del hexágono: la saga, conocida por sus ambientaciones históricas, ha elegido esta vez como escenario los convulsos años de la Revolución Francesa. Aunque quizás también tenga algo que ver con el boato que Ubisoft haya facturado 1.007 millones de euros en el último año y vendido 73 millones de copias de la serie Assassin's Creed desde 2007. Tal ha sido el poder de convocatoria del título que Jean-Luc Mélenchon, eurodiputado y candidato del Frente de Izquierda a la presidencia en 2012, ha criticado duramente la visión que da el juego sobre el decisivo capítulo de la historia francesa, tachándolo de “propaganda” contra el espíritu revolucionario en la radio pública France Info y el diario Le Figaro.

Rogeau parece ajeno a la polémica mientras busca en la recreación de la Ville des Lumières (que comprende la almendra central de la ciudad, en torno a l’Île de la Cité) la toma de la fortaleza que prendió la mecha a la Revolución de 1789. El mundo de exploración libre creado por Ubisoft es la principal baza de esta nueva entrega. Es la mayor ciudad de la saga (tres veces más grande que Roma, escenario de Assassin’s Creed: Brotherhood), uno de cada cuatro edificios puede ser explorado por dentro, en pantalla aparecen turbas de hasta 5.000 personajes y se han recreado al detalle edificios como Notre Dame o el Hôtel de Ville. Pero, una semana después de su lanzamiento, Unity tiene dos frentes de batalla abiertos. De un lado, un debate sobre el fondo: el videojuego como transmisión de una cierta ideología. Del otro, una crítica sobre la forma: los jugadores han detectado tantos fallos técnicos que la empresa ha tenido que publicar varios parches (actualizaciones) para solucionarlos.

Vista de París en 'Assassin's Creed: Unity'.
Vista de París en 'Assassin's Creed: Unity'.

“Es la primera aventura en mundo abierto que se diseña para las consolas de nueva generación. Es un reto técnico”, justifica Antonio Alonso, responsable de marca de Assassin’s Creed Unity en España, que insiste en que los bugs o fallos han sido “anecdóticos”. Entre los errores señalados por la propia empresa, que va a lanzar en breve la tercera actualización para solucionarlos, están el bloqueo del personaje principal en ciertas situaciones, fallos en los menús o un mal funcionamiento de los gráficos. Los seguidores del juego, muy activos en la red, acusan a Ubisoft de haber lanzado con premura (ante las Navidades) un producto que exigía más tiempo de desarrollo. “Es habitual que los juegos se vayan actualizando cada poco, sobre todo en el lanzamiento. No creo que el problema sea el tiempo, aunque, por supuesto, todo se puede mejorar”, replica Alonso.

En el otro campo, el señalado por Mélenchon (y algunos compañeros de partido, como su secretario nacional, Alexis Corbière) nadie quiere meterse. El fundador del Parti de Gauche y exmilitante socialista aseguraba en la radio que Unity es “propaganda contra el pueblo”, porque este es caracterizado como “bárbaros, salvajes sanguinarios”. “El que es nuestro libertador en un momento de la Revolución, Robespierre [que aparece en la saga, como Napoleón], es presentado como un monstruo”, añadía, lo que según él convierte el juego en una “relectura de la historia que conviene a los perdedores y para desacreditar a una República indivisible”. Alonso, en este tema, repite la respuesta de Antoine Vimal du Monteil, productor del título, en Le Monde: “Esto es un videojuego, no es un libro de historia”.

Pero la sorprendente crítica de Mélenchon lanza un guante no solo a los creadores de Unity, sino a toda la industria del videojuego. En un análisis de más de 2.900 palabras publicado en su blog, expone: “Considero que el videojuego es una obra de arte completa. ¿Por qué la crítica sobre el fondo y la forma de una obra se reserva, entonces, a ciertas artes y se considera fútil en otras?”. Para Mélenchon, los que tratan de evitar el debate “se disparan en el pie de su propia pasión”. Alonso, sin embargo, no entra en la batalla: “La crítica de fondo puede perder perspectiva en el momento en el que hablamos de un videojuego que lo que busca es entretener. No queremos manejar la historia en nuestro beneficio”.

La presentación del juego orbita en torno a las palabras “realismo” y “credibilidad”. “Esta una época en la que el pueblo se une para acabar con la monarquía absolutista”, explica Alonso a la veintena de periodistas reunidos en la lujosa sala de la residencia. A su espalda, el tráiler del videojuego narra apasionado: “Esta mañana yo era solo una gota. Una simple gota que pronto se convirtió en un río. Un río del que nació la esperanza. De esa esperanza surgió una riada furiosa, una oleada de cambio”. Frente a él, un enorme Luis XIV observa desde su retrato en óleo. La acusación de Mélenchon de “neutralidad pretendida” del videojuego flota en la sala.

Assassin's Creed: Unity (2014, Ubisoft). Disponible para Playstation 4, Xbox One y PC. Desde 62,95 euros. No recomendado para menores de 18 años.

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