Descatalogados
Tras Olivia de Havilland (98 años) quizás sea Maureen O'Hara la actriz más longeva de Hollywood. Ahora, a sus 94 años, ha recibido un Oscar honorífico por toda su carrera: el primero y el último. Digo las más longevas si olvidamos a Luise Rainer, que a sus 104 años ha sido vista este verano desayunando pacíficamente en una terraza de la ciudad suiza donde reside. A pesar de los dos oscars que recibió interviniendo sólo en nueve películas en Hollywood y de una gran carrera en teatro, permanece casi olvidada, algo que a ella, al parecer, le importa un bledo. De hecho, en 1943 le dio portazo a Hollywood aburrida de los trabajos que le encargaban, aunque luego apareciera esporádicamente en algunas interpretaciones para la tele.
Maureen O´Hara ha recogido su trofeo en silla de ruedas. Con voz recia, casi irreconocible, agradeció al actor Charles Laughton que en 1939 la descubriera y llevara a la meca del cine, y sobre todo a John Wayne, con quien compartió una gran amistad además de algunas películas, y a John Ford con quien hizo probablemente las mejores. Dato curioso: una de las primeras películas americanas de Maureen O´Hara fue a las órdenes de Dorothy Arzner, de quien el festival de San Sebastián ha programado este año una amplia retrospectiva. Todos ellos desgraciadamente ya muertos. El acto de este Oscar fue emotivo como suelen serlo siempre, presentado por Clint Eastwood y Liam Neeson, y puede verse en YouTube.
Otro Oscar honorífico se ha concedido también al guionista Jean-Claude Carrière, 83 años, que hace poco tiempo intervino en un documental que trata de él mismo, titulado 250 metros, que es la distancia que separa su casa del cementerio en que espera ser enterrado. Y otro al director japonés de películas animadas Hayao Miyazaki, el más joven de todos, 73 años, aún relativamente en activo. Pero la mayoría de esos oscarizados cineastas mayores o ya ancianos son en general desconocidos por los espectadores jóvenes. Y no disfrutan de mayor difusión por haber recibido tales premios, que acaban siendo endogámicos, como tantos otros. Quizá sus trabajos se emitan eventualmente en la tele pero sin que sus nombres o su trayectoria obtengan relieve específico, a lo sumo son películas de relleno. Están “descatalogados”, como se define a sí mismo el director español Jorge Grau en el libro que acaba de publicar, Confidencias de un director de cine descatalogado. Es decir, sin que nadie les llame para nuevos trabajos, sin que se citen los logros o los premios que han obtenido. A lo mejor gracias a estos Oscar se convierten en candidatos a otros premios honoríficos.
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