Alberto Várvaro, romanista
La filología románica es desterrada de las facultades universitarias, al tiempo que, acaso de la pena, van desapareciendo los maestros de las últimas generaciones de romanistas. Lo fue en altísima medida Alberto Vàrvaro. Siciliano (Palermo, 1934), catedrático en Nápoles, donde enseñó muchos años y donde ha muerto el 22 de octubre, académico de los Lincei y de la Crusca, no le fue ajeno ninguno de los dominios tradicionales de la disciplina: lingüística, ecdótica, historia de la literatura, dialectología..., siempre con especial acento en la Edad Media y siempre con tanto rigor como perspicacia.
De los cantares de gesta, el Tristan o las crónicas de Froissart a los cuentos de transmisión oral, El conde Lucanor o el judeoespañol, Vàrvaro discurrió provechosamente sobre numerosos temas y problemas de esa área, según se echa de ver en las cerca de mil páginas de sus opera minora de hace diez años, Identità linguistiche e letterarie nell'Europa romanza. La originalidad de enfoque, la claridad expositiva y el rigor (justo, sin excesos) en la documentación eran marca de fábrica de sus trabajos; y los dos volúmenes de su Vocabolario Storico-Etimologico del Siciliano, el segundo aún fresco de tinta, quedarán como uno de los monumentos lexicográficos de la gran romanística.
Excepcional valor revisten sus estudios más estrictamente relativos a la edición de textos. La riqueza de la filología italiana en ese campo va de la mano con un tenaz e inadecuado apego a los métodos diseñados para la literatura grecolatina. Contra ese anquilosamiento, Vàrvaro, en un importante artículo de 1970, subrayaba la fundamental diferencia entre la transmisión de las obras clásicas, mínimamente innovadora, y la propia de las romances, abiertas (o sujetas) a continua reelaboración, de acuerdo con la propuesta del Libro de buen amor: “Qualquier omne que lo oya, si bien trobar sopiere, / puede más y añadir e emendar si quisiere...” Un ensayo posterior, Elogio de la copia, explicaba magistralmente, por ejemplo, que el uso medieval, a diferencia del moderno, no era reproducir literalmente la forma del texto, sino dar una equivalencia del contenido. Pero quien desee aprender de la extraordinaria sagacidad de sus perspectivas ecdóticas hará bien en recurrir a su sucinta y todavía reciente Prima lezione di filologia.
En los tardíos años cincuenta, Vàrvaro fue un trimestre alumno de Martín de Riquer e “Il suo insegnamento”, reconocía, “è stato essenziale per sottrarmi all’atmosfera del tardo idealismo italiano e aprirmi gli occhi sulle realtà della cultura e della letteratura medievale”. De esa etapa barcelonesa depende también su continuada atención a las cosas de España, con esenciales monografías sobre el Arcipreste de Hita, ensayos tan perceptivos como el dedicado al Tirant lo Blanc o excelentes manuales de lengua y de literatura. En castellano pueden leerse sus libros Historia, problemas y métodos de la lingüística románica (Sirmio) y Literatura románica de la Edad Media: estructuras y formas (Ariel), que han sido de texto en varias de nuestras universidades. Poco para pagar la deuda de los filólogos españoles con Alberto Vàrvaro.
Francisco Rico es miembro del Institut de France y de la Accademia dei Lincei.
Isabel de Riquer, catedrática emérita de la Univ. de Barcelona.
Babelia
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