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Acuarelas para romper el silencio

El dibujante Gipi regresa al cómic tras años de ausencia con ‘unahistoria’

Tommaso Koch
Una página de 'unahistoria', del dibujante italiano Gipi.
Una página de 'unahistoria', del dibujante italiano Gipi.

Érase una vez un dilema. En el pasillo, camino de su habitación, Gipi entreveía una alternativa. A un lado, el ordenador y la llamada de World of Warcraft, un videojuego que mantiene atrapados online a millones de usuarios. “La versión moderna de la heroína”, resume el creador. Al otro lado, su mesa de trabajo y la posibilidad de parir una historia analógica: “Iba convencido para jugar, pero, no sé cómo, acabé pintando una viñeta. Escribí la primera frase: ‘Dame respuestas complejas’. Y luego hice otros dibujos al lado”.

Muchos dibujos después, quizás los personajes de World of Warcraft echen de menos a Gipi (Gian Alfonso Pacinotti, Pisa, 1963) pero los lectores ya le tienen de vuelta. Su nuevo libro, fruto de aquella partida frustrada, se titula unahistoria (Salamandra Graphic) y supone el regreso al cómic tras años de silencio del autor italiano quizás más conocido. Por cierto, en la promoción del libro Gipi ha defendido de los prejuicios habituales no solo su género, sino hasta el término. “¿Llamar a su obra cómic (“fumetto”, en italiano) no es reduccionista?”, le preguntaron. Gipi lo negó tajantemente y ahora añade: “Es una batalla en la que me involucré hace tiempo. Es que yo hago eso, dibujos y palabras. Un fumetto”.

Su último fumetto, pues, sigue dos hilos aparentemente distantes entre sí: un escritor hospitalizado y obsesionado con dibujar una gasolinera y un árbol seco y un soldado que se juega la vida en la Primera Guerra Mundial. Poco a poco, ambas tramas se acercan, acompañadas por las acuarelas deslumbrantes de Gipi. “Para mí la historia es también el dibujo, son lo mismo. Los buenos dibujos no son los que sean bellos, sino los funcionales a la narración. A veces hice algunos que no encajaban en la trama y los tiré”, defiende el artista, que se ha servido por primera vez también del ordenador. Eso sí, solo para algunos retoques, aunque reconoce que experimentó cierta culpabilidad.

“Ridículo” se siente en cambio Gipi por sus inseguridades. Y eso que se fue a Francia, obtuvo el premio al mejor álbum de Angulema en 2006 por Apuntes para una historia de guerra, fue readoptado en su patria como hijo pródigo y vive de su arte, también colaborando como ilustrador con medios y editoriales. Pero vete a convencer al subconsciente de tus triunfos. “Me preocupo siempre. Vale que termines el primer libro, llores y pienses: ‘Nadie lo leerá. ¿Para qué lo hice?’. Pero llega el segundo, el tercero y pasa lo mismo”, relata. Tanto que al final de unahistoria firmó con dos fechas: la de su nacimiento y la de la conclusión de la obra y, en su mente, de su carrera: “Creí que no se entendía y que era mi último libro”.

Nada más lejos de la realidad: unahistoria ha sido el primer tebeo en quedarse entre los 10 finalistas del premio Strega, el galardón literario más prestigioso de Italia. No ganó, pero sirvió para llegar a un público más amplio.

Desde luego, la candidatura también demostró que el libro había sido la apuesta correcta para su regreso. “No sé por qué me había parado. Durante años no hice cómics decentes. Tras pocas páginas morían, no los sentía. Tenía muchas ganas de dibujar, pero me daba miedo que esta fuera la enésima pista falsa. Avancé por instinto, por deseo y cuando terminé el libro aún no sabía qué era”, asegura Gipi. De hecho, tras unahistoria ha vuelto otra vez a la casilla de salida. A la espera de la nueva chispa, ya ha asesinado tres tramas más: “Una carnicería”. Un arranque, pocas viñetas, algo no cuadra y adiós. Para siempre, porque Gipi nunca retoma una historia abandonada. Sin embargo, si supera la veintena de páginas, avanza hasta el final.

Ahí se halla su mayor obstáculo profesional. “La parte dramática es encontrar la historia. No me basta con la trama; necesito un sentimiento, algo que me dé una motivación profunda”, revela. En unahistoria, por ejemplo, ha descubierto que el cómic hablaba de él gracias a la insistencia de la prensa: “Te preguntan 70 veces: ‘¿Por qué el escritor dibuja un árbol?’ Y eso te obliga a reflexionar”. En concreto, de su esterilidad y de la sensación de sentirse “fuera de la naturaleza”. “Había nudos de mi existencia que necesitaba afrontar. Es distinto respecto a estar en el sofá pensando en ello; no consigo reflexionar fuera de la experiencia artística”, indica.

Tampoco Gipi logra estar lejos de los dibujos. Los echa de menos, dice. Pero también cuenta con varias pasiones más: la música, la tecnología, el cine,... Hasta rodó una película que presentó en el Festival de Venecia: El último hombre en la Tierra. Gipi no excluye volver a ponerse detrás de la cámara, pero ahora prefiere centrarse en las historietas. En concreto, prepara un fumetto de género fantástico sobre un “chaval algo tonto que ha de hacerse hombre”. Será su siguiente historia. Claro está, si es que sobrevive.

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Sobre la firma

Tommaso Koch
Redactor de Cultura. Se dedica a temas de cine, cómics, derechos de autor, política cultural, literatura y videojuegos, además de casos judiciales que tengan que ver con el sector artístico. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Roma Tre y Máster de periodismo de El País. Nació en Roma, pero hace tiempo que se considera itañol.

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