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La Ópera de Roma despide a 182 trabajadores del coro y la orquesta

Con esta medida, junto con la externalización de la orquesta y el coro, la institución pretende ahorrar 3,4 millones de euros

El director de orquesta italiano Riccardo Muti.
El director de orquesta italiano Riccardo Muti. Javier del Real

Los amantes italianos de la música no ganan para disgustos. Hace apenas dos semanas, Riccardo Muti abandonó la dirección de la Ópera de Roma, cansado de las huelgas y los continuos alborotos que, según dijo, le habían impedido disfrutar de "la serenidad necesaria para lograr el éxito de las representaciones". Y, el jueves por la noche, el alcalde de la ciudad, Ignazio Marino, anunció el "despido colectivo" de los 182 artistas de la orquesta y los coros con vista a la posterior externalización de sus servicios. "Es una decisión muy dolorosa", aseguró Marino, "pero es la única que, en un momento dramático para el teatro, puede contribuir a su renacer".

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Se trata de un desastre en cadena. El abandono de Muti se produjo el 21 de septiembre, después de un verano de infierno. Los sindicatos Cgil y Fials --en protesta por el plan de saneamiento de un teatro que arrastra un agujero de más de 28 millones de euros y debe más de tres millones a los acreedores-- protagonizaron dos meses de huelgas intermitentes que dieron al traste con las representaciones veraniegas en las termas de Caracalla. Aquellas protestas provocaron la fuga de un buen número de espectadores y de anunciantes, con la consiguiente pérdida de ingresos. La situación degeneró hasta el punto de que Riccardo Muti se vio obligado a preparar la dirección de la ópera Aída, elegida para inaugurar la temporada el próximo 27 de noviembre, en medio de continuas interrupciones por parte de piquetes que, en alguna ocasión, llegaron a irrumpir en su camerino.

De ahí su decisión de abandonar la Ópera de Roma, que justificó en una carta fechada el pasado 15 de septiembre y remitida al superintendente del teatro, Carlo Fuortes, y al alcalde de la ciudad, Ignazio Marino, quienes intentaron convencer al prestigioso director para que reconsiderase su marcha. Al no lograrlo, hicieron pública la carta el día 21. El alcalde, que ostenta además la presidencia del consejo de administración de la Ópera, aseguró el jueves que "la dolorosa despedida" de Muti ha tenido como consecuencia "un descenso de los abonados y la fuga de los patrocinadores de la Ópera". El superintendente del teatro, Carlo Fuortes, añadió que el despido colectivo supone un ahorro para la institución de 3,4 millones de euros y animó a los músico a organizarse en una cooperativa y vender sus servicios al teatro. Con ello, más que el ahorro en sí, pretende zanjar la posibilidad de huelga, si bien los 182 artistas despedidos no son ni la mitad de los 460 trabajadores del teatro.

Es la primera vez que en Italia se apuesta por la externalización, y llamaría la atención que haya sido bajo el mandato de un alcalde del Partido Democrático y respaldada por un ministro, Dario Franceschini, que pertenece también al partido de centroizquierda, si no fuese por la lucha encarnizada que sostiene el Gobierno de Matteo Renzi contra lo que considera abusos sindicales. Tanto el alcalde como el ministro aseguran que el despido colectivo es la única vía posible para intentar reflotar la Ópera de Roma.

Los artistas, después del sofocón y a la espera de ver cómo se desarrollan los acontecimientos --el proceso legal debe completarse en 70 días--, sólo se atreven a hacer declaraciones sin prestar su nombre. Los únicos que se sienten blindados para dar su opinión son los sindicalistas, los mismos que, primero Muti y ahora el alcalde, señalan como actores principales motivos del progresivo deterioro de la Ópera de Roma. Lorella Pieralli, integrante del coro, ha asegurado que la medida es una locura: "Equivale a decir que para salvar Italia hay que expulsar a los italianos. Pues bien, uno de ellos ya se ha despedido. Se llama Riccardo Muti".

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