Un hito en la historia del Reina Sofía
El anuncio de que la colección de la galerista pasará a los fondos del museo da pie a una valoración del conjunto
Aunque se ha hecho pública con una encomiable ausencia de triunfalismo, la incorporación de la colección de Soledad Lorenzo a la colección permanente del Reina Sofía constituye un acontecimiento de primera magnitud en el mundo del arte español. La fórmula jurídica del acuerdo, un depósito con promesa de legado testamentario, es sofisticada y parece revelar un proceso de negociación en el que ambas partes tienen que haber dado muestras de prudencia, inteligencia, flexibilidad y voluntad de entenderse (¡Ojalá cundiera el ejemplo en otros ámbitos de la vida pública española!). No se trata de una donación pura y simple, pero en sus consecuencias prácticas se le parece mucho. El acuerdo en todo caso implica un acto de generosidad que marca un hito en la historia del Reina Sofía.
El conjunto consta de 385 obras. Son muchas, pero el número, por sí solo, es un mal indicador de la importancia de la donación. Podría tratarse, como ocurre a veces, de ocho o diez obras relevantes acompañadas de varios centenares de obras menores. No es el caso. He podido ver una selección de la colección durante su reciente presentación en el Centro del Carmen de Valencia y he leído la lista completa publicada por el museo. A ojo de buen cubero, diría que las obras importantes exceden el centenar y que casi todas las demás son, por una razón u otra, interesantes para el museo.
Ha sido la propia Soledad Lorenzo quien ha declarado que ella se considera principalmente galerista y que el conjunto está formado por obras que ha venido reuniendo con los años como resultado de su actividad profesional. Sin duda es verdad, pero es verdad también que se trata de un conjunto coherente y dotado de un perfil historiográfico distintivo. Poco importa que en el origen no haya habido un plan explícito. La unidad de la colección es en este caso un producto natural del paso de la historia.
Y es que Soledad Lorenzo ha ejercido desde su galería y a lo largo de tres décadas un papel de primera fila en el escenario del arte contemporáneo español. Lo ha hecho atendiendo con lealtad, inteligencia y sensibilidad a algunos artistas ya consagrados, como Tàpies, Palazuelo o Gordillo, pero sobre todo a cuatro focos importantes del arte de finales del siglo XX: 1) pintores españoles consagrados en los primeros años de la democracia (Broto, Pérez Villalta, Barceló, Sicilia...); 2) pintores norteamericanos consagrados en Nueva York a lo largo de esos mismos años (Schnabel, Salle, Bleckner, Longo, Condo...); 3) artistas españoles de la generación siguiente, marcados por las corrientes doctrinales norteamericanas de los años 70 y 80 (Badiola, Irazu, Manglano-Ovalle, Uslé...); 4) artistas emergentes del cambio de siglo, formados en buena medida en la evolución de las mismas corrientes que acabo de mencionar (Euba, Prego —con un conjunto completísimo—, Aláez, Julià, Civera —de quien el museo no tenía nada—, etc..).
La unidad de la colección es un producto natural del paso del tiempo
En esos cuatro apartados la donación de Soledad Lorenzo hace aportaciones importantes a la colección permanente del Reina Sofía. La relevancia del conjunto sin embargo va más allá. En la segunda mitad de los 80, cuando en el mundo artístico español se comenzaba a hablar de la creación del futuro museo, la Galería Soledad Lorenzo estaba ya ahí. Y ha continuado estando ahí, con una presencia determinante, hasta que cerró en 2012. Así, más allá de la importancia artística de las obras donadas, la colección constituye un testimonio capital para entender la historia del entorno artístico del museo mismo. Así será apreciada sin duda por los historiadores futuros.
No quisiera terminar este artículo sin llamar la atención sobre una de las consecuencias ejemplares del acto de generosidad de Soledad Lorenzo. Tiene que ver con la política artística (por llamarla de algún modo) que han venido practicando los sucesivos gobiernos españoles en lo que llevamos del siglo XXI. Como no es momento de entrar en este espinoso asunto, me limitaré a recordar que los recortes acumulativos que han sufrido los presupuestos de los tres principales museos madrileños a lo largo de los últimos tres años rondan el 40%. Estos recortes excluyen evidentemente la posibilidad de que las colecciones públicas se enriquezcan, como lo habían venido haciendo históricamente, comprando en el mercado; bastante trabajo tienen los museos con poder abrir sus puertas al público. De ese modo, el único camino que el Gobierno deja abierto para enriquecer las colecciones públicas parece ser el de las donaciones.
Es un testimonio capital para entender el entorno artístico del museo mismo
Y esto suscita dos dudas. ¿Es el Gobierno consciente de que sin un tratamiento fiscal adecuado será muy difícil que haya donaciones? Lo pregunto porque el proyecto de Ley de Mecenazgo, que ya se quedaba muy corto a juzgar por lo que se había anunciado, acaba de ser pospuesto ad calendas grecas. Y, al hilo de la pregunta anterior, ¿es el Gobierno consciente de que una condición indispensable para que haya donaciones a los museos públicos —como se demuestra ejemplarmente en este caso— es la estabilidad y la autonomía política y administrativa de sus equipos profesionales? Si un coleccionista de arte siente la bendita tentación de hacer una donación a un museo ¿no será más probable que busque la complicidad de los profesionales del mismo —empezando por su director— que la de un ministro? ¿Si fuera usted coleccionista, qué preferiría? En el mundo artístico norteamericano —si ese es el modelo— la pregunta ni siquiera se llegaría a entender.
Tomás Llorens es historiador del arte y exdirector del Reina Sofía.
Un depósito clave
El Reina Sofía recibirá 385 trabajos de 90 artistas,la mayoría españoles, en todos los formatos, aunque predominan las pinturas.
El depósito tiene una duración de cinco años, prorrogables, y está realizado con promesa de legado por parte de Soledad Lorenzo.
El conjunto cuenta con obras de artistas como Tàpies, Gordillo, Schnabel, Longo, o Soledad Sevilla.
Juan Uslé, con 31 obras, y Pablo Palazuelo, con 23 son los dos creadores más representados en la colección.
Babelia
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