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Corrientes y Desahogos
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Freud pasado por agua

El arte en su condición radical no posee otra razón que la recibida del psicoanálisis

La secuela (y la escuela y la espuela) de Freud 75 años después de morir es un acicate para aceptar el fino estambre que separa la ciencia de las artes, la imaginación de la investigación y la literatura del texto científico. Nadie ha dado una prueba más rotunda de que todo está lleno de todo y nada será igual enjuiciado por la necedad.

De este modo freudiano se entiende que dividir el conocimiento humano es una disecación del conocimiento, en sentido médico y en sentido taxidermista. El arte en su condición radical no posee otra razón que la recibida del psicoanálisis. ¿La interpretación? Toda interpretación a partir de Freud es una consulta médica de 80 euros a la hora. Lo demás es quincalla de críticos que antes fueron dioses y ahora son mileuristas. Pero, además, ¿qué otra cosa es la crítica muy cara sino una observación exquisita del paciente?

¿Una mala crítica? ¿Un mal diagnóstico? Ambos forman parte del mismo proceso de pobre liberación y barata innovación. Así lo entendió la Viena de entreguerras y tanto en el arte, en el diseño, en la política o en la medicina el método se concentraba en la disposición de esperar y ver. La modulación de un mueble como la figura de un edificio, como la secuencia de la inquietante enfermedad requerían antes la fijación de la mirada. Antes la pausa del pensamiento que el atropello de la actuación.

El mundo se desarrolla como una metamorfosis a la que no se le pueden urgir etapas. La sucesión (o la Secesión) en el arte y en la salud necesitaba expresarse lentamente antes de acometerlas. Este es, en suma el psicoanálisis y su metáfora imperial. Nada se halla prescrito sino en el subconsciente que es, en suma, una magnífica pero delicada residencia vista desde afuera.

La conversación, el recuerdo, la confesión se encargarán de poner luz al problema que existe oscuro y tenebroso incluso para sí. Existe en cuanto hondo sufrimiento y no se libera ni se alumbra sin padecer dolor.

En esta dureza quirúrgica el doctor solo interviene, paradójicamente, en cuanto observador. Atento pero quieto. El mal se cura mediante su segregación igual que el arte realiza gracias a su capacidad de ilación. De ese modo, el mundo puede parecer inmóvil , pero reaparece como un solemne organismo que se despereza de su complicación. Hay muchas píldoras y jarabes para buscar la curación pero, en suma, la literatura del psicoanálisis enseña que casi nos envenenamos de nosotros y no hay mejor remedio que vomitar. La literatura lo ha entendido bien desde sus orígenes. E incluso se ha puesto pesada mediante esta desagradable función.

Con perspicacia y pese a los palos recibidos, el psicoanálisis se presenta, 75 años, no ya como un método sino como un todo esencial. Literatura del gran escritor que fue Freud y medicina del médico a palos que fue este gigante canceroso donde se unen hoy el padre, la madre y el niño, para hacer del conflicto algo soluble en medio del eterno malestar cultural.

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