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Arte para unir Oriente y Occidente

Toronto abre el primer museo dedicado a la cultura islámica en Norteamérica

Edificio del Aga Khan Museum de Toronto.
Edificio del Aga Khan Museum de Toronto. Gary Otte

A la izquierda del patio central que reparte la luz por el edificio blanco y de líneas limpias que acoge el nuevo Aga Khan Museum, inaugurado recientemente en Toronto como el primero dedicado al arte islámico en Norteamérica, hay una pequeña habitación silenciosa, con moqueta rojiza, un sofá circular central y cuatro estanterías del mismo color que la alfombra —hechas a partir de antigua carpintería mudéjar de Toledo— llenas de valiosas cerámicas. “Es el salón que el príncipe Sadruddin Aga Khan tenía en su residencia de Ginebra. Cuando murió, su viuda nos lo regaló”, explica Luis Monreal, director del Aga Khan Trust for Culture. La habitación es especial porque en esas vitrinas se exhibe el origen de la colección de más de mil piezas del museo. “Cuando el Aga Khan tuvo la idea de crear este centro, su tío, el príncipe Sadruddin, le cedió esa colección de miniaturas y cerámicas islámicas, la más importante del mundo”, dice Monreal, que fue fichado en 2001, cuando trabajaba en la Fundación La Caixa, para liderar un proyecto cuya meta es celebrar la contribución de la civilización musulmana en la historia y trazar lazos con Occidente.

A partir de esa idea se reunió una colección de objetos (manuscritos, cerámicas, alfombras, cuadros, coranes…) que recoge 10 siglos de historia islámica, desde Andalucía hasta Indonesia, expuestos en galerías de manera cronológica y geográfica. “Esta idea”, dice Monreal, “no se debe a la vanidad de un coleccionista privado”. Como imam y líder secular de los ismailíes, el Aga Khan tiene la responsabilidad de ayudar a su comunidad (unos 15 millones en el mundo), una labor que se ha tomado en serio desde que sucedió a su padre en 1957 y constituyó el Aga Khan Development Network, red de agencias entre las que está el Aga Khan Trust for Culture. “Este museo forma parte de una estrategia del Aga Khan, que piensa que uno de los vectores del desarrollo es la educación. Ha creado museos e institutos en muchas partes del mundo... Y pensó que un museo era un peón importante porque a través del arte se llega a un público amplio”.

Acuarela de un manuscrito del siglo XVI.
Acuarela de un manuscrito del siglo XVI.

¿Y por qué en Toronto? “¿Y por qué no?”, responde el director del centro, Henry Kim. “Toronto es una de las ciudades más grandes de Norteamérica. Canadá es un modelo global de éxito en cuanto a diversidad y Toronto, su mejor ejemplo”. La idea era construir el museo en Londres, pero en 2002 surgió la oportunidad de adquirir este terreno de siete hectáreas en Don Mills, barrio septentrional de Toronto. Entonces, decidieron poner en marcha un proyecto que, creen, redefinirá el mapa cultural de la ciudad (esperan 250.000 visitantes el primer año) y que incluye el Centro Ismailí (diseñado por el indio Charles Correa), punto de reunión y oración, y un gran parque del serbio-libanés Vladímir Djurovic inspirado en jardines como la Alhambra. En la primera carta que le escribió Aga Khan al arquitecto Fumihiko Maki le habló sobre todo de luz. El japonés ideó un edificio (10.500 metros cuadrados, en un proyecto con un coste total de 232 millones de euros), revestido de granito blanco brasileño, orientado al Sol, que distribuye la luz natural a través de aperturas asimétricas.

El proyecto aspira a redefinir la oferta de la ciudad canadiense

El patio, como es tradición en la arquitectura islámica, es la joya. Recubierto de cristales con dibujos de mashrabiya (la estrella de ocho puntas clásica de las celosías de madera), crea sombras en las paredes del distribuidor que da acceso a los 2.000 metros cuadrados de galerías que albergan la exposición permanente y las temporales. In search of the artist (En busca del artista) analiza la figura del artista en Irán, India y Asia Central en la historia con pinturas y dibujos de la colección de Aga Khan. The garden of the ideas (El jardín de las ideas) es una muestra de artistas contemporáneos paquistaníes y su representación del jardín como lugar de contemplación.

La herencia ismailí

Natalia Sancha, Beirut

Mucho se ha dicho sobre las diferencias entre chiíes y suníes, las dos principales ramas del islam, enfrentadas por la línea sucesoria del profeta Mahoma y, por tanto, por la legitimidad del imam que gobierne a la comunidad. Los seguidores del hijo del cuarto califa, Alí, sobrino de Mahoma y casado con su hija Fátima, se escindieron creando una segunda rama en el islam. La muerte del hijo de Alí y Fátima, Husein, en la batalla de Kerbala en el año 680 inaugura la rama chií, que más tarde dará a luz a varias corrientes en las siguientes crisis de sucesión.

Los ismailíes se escindieron tras fallecer el séptimo califa, Ismail Bin Jafar, en 765. Vivieron su esplendor bajo el periodo califal entre los siglos X y XII, que, establecido en Túnez, reinó también en Egipto. Hoy, los ismailíes se encuentran en 25 países, principalmente en el centro y sur de Asia, África y Oriente Próximo, así como en Europa, Norteamérica y Australia. Desde 1957, Aga Khan es el líder espiritual de los musulmanes ismailíes. Nacido en Ginebra, se graduó en Historia Islámica en Harvard. Con la apertura de este centro, el líder intenta que “en un mundo en el que algunos hablan de un creciente choque de civilizaciones, paliemos lo que en realidad es un choque de ignorancias”.

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