El cielo de los fracasos
José Sacristán compone con hondura la figura quijotesca del viejo Aldo Brunelli
Lo recordó el propio Vargas Llosa a su público, tras los aplausos: Aldo Brunelli, profesor cuya vocación fue salvar de la piqueta los balcones más hermosos de la Lima colonial y de la republicana (protagonista de esta comedia de ideas), está inspirado en Bruno Roselli, docente de historia del arte que en los años 50, convencido de que el respeto al pasado urbanístico debiera vertebrar el progreso, emprendió una cruzada intelectual fracasada a la postre contra munícipes fenicios y arquitectos historicidas y empleó sus escasos haberes en comprar y almacenar cuanto balcón pudo de edificios limeños pendientes de derribo.
También el Madrid actual conservaría otro sabor de no haber ido consintiendo sus autoridades la depredación del primitivo mobiliario urbano de la Ciudad Universitaria, de las farolas sin par en torno al Pabellón de Cristal de la Casa de Campo, de la cerca de Felipe IV en la cornisa de Las Vistillas; de lo que quedaba de la Casa del Pastor… y ahora, la desprotección parcial y el vaciamiento de una decena de edificios singulares de la plaza de Canalejas y de la calle de Alcalá, para crear hoteles de cinco estrellas, centros comerciales y viviendas de lujo.
Anécdota argumental aparte, El loco de los balcones habla de cómo abrazar una causa e intentar llevarla a buen término supone al cabo irse descuidando uno mismo y dejar desatendidos a los seres queridos. Apéndices de las casas, los balcones, a medio camino entre la tierra y el cielo, el hogar y el espacio público, el cobijo y la intemperie, simbolizan aquí, como los alféizares en Anselmo B (comedia de Francisco Melgares dirigida por Marsillach), una vía de escape necesaria, un espacio para la imaginación y el vértigo, y el lugar donde todo se airea tarde o temprano.
El loco de los balcones
Autor: Mario Vargas Llosa. Intérpretes: José Sacristán, Candela Serrat, Carlos Serrano, Javier Godino, Fernando Soto, Emilio Gavira, Alberto Frías y Juan Antonio Lumbreras. Música: Bruno Tambascio. Figurines: Gabriela Salaverri. Luz: Felipe Ramos. Escenografía: Ricardo Sánchez Cuerda. Dirección: Gustavo Tambascio. Teatro Español. Del 17 de septiembre al 18 de octubre.
Gustavo Tambascio sirve el texto de Vargas Llosa con un respeto infinito: elimina apenas un par de personajes episódicos, cuya peripecia pasa a ser expresada por otros. Con permiso del autor, podría haber limado también ciertas reiteraciones y reorientado ese monólogo puramente informativo destinado al público que Fernando Soto, intérprete del ingeniero Cánepa, debe desgranar como si su personaje se lo dijese al, en ese momento (y para los espectadores, que no para él) físicamente ausente profesor Brunelli.
José Sacristán compone con hondura la figura quijotesca del viejo enamorado del patrimonio histórico artístico, le imprime crédito a los debates que entabla con sus numerosos antagonistas y ancla la función sobre fondo firme, junto a Candela Serrat, que hace de su hija Ileana una joven encantadora pero opaca en la expresión de sus emociones, lo cual la torna más sugestiva todavía. La labor de sus compañeros de reparto es eficaz, como también la dirección escénica de Tambascio, a la que cabe objetar la solución coreográfica y musical que ofrece al canto de los Cruzados. En resumidas cuentas, un espectáculo que mantiene el interés sin prender la pasión.
Babelia
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