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Vida de un buen escritor

En la autobiografía de Dawkins importan menos las especies o ecuaciones que la narrativa

Javier Sampedro

¿A quién le importa la vida de un científico? Bueno, depende del científico, desde luego. Si se trata de Einstein, uno puede querer saber de dónde demonios salieron aquellas ideas que reinventaron la física y el mundo, rompedoras y certeras como una cascada de luz. En la autobiografía de Darwin se puede buscar además una novela de aventuras victorianas, y en la de Feynman, el ritmo mestizo de la samba en una playa brasileña. Ninguno de estos, sin embargo, es el caso de Richard Dawkins, zoólogo anacrónico en la era de la biología molecular, látigo de herejes en materia evolutiva, divulgador afamado y ateo militante que no ha hecho aportaciones primarias a la ciencia, sino solo a su popularización. ¿Qué ha llevado entonces a Dawkins a contar su vida? Seguramente la mejor de las razones: que es un gran escritor, y lo sabe. Esto es justo lo que le ha convertido en uno de los divulgadores científicos más leídos del mundo, y también lo que convierte ahora su vida en una obra literaria.

En este sentido, el subtítulo del libro —‘Los años de formación de un científico en África y Oxford’— se queda algo corto, o al menos puede disuadir a algún lector potencial. Porque aquí importan menos la rareza de las especies, el talento de los profesores y la exactitud de las ecuaciones que la mera escritura, esa variedad de narrativa a la vez certera y evocadora que solo parece emerger con naturalidad de la memoria. De la memoria de una vida.

Dawkins pertenece a uno de esos linajes británicos que constituyen una narración en sí mismos. El lector se encontrará nada más abrir el libro con ancestros del autor tan pintorescos como sir Henry Clinton, que “como comandante en jefe de las fuerzas británicas de 1778 a 1782, fue en parte responsable de perder la guerra de la Independencia norteamericana”; o con Augustus Cannonball Dawkins, a quien una bala de cañón —de ahí su apodo— le pasó directamente entre las piernas perdonando de puro milagro la integridad de su genitalia, una feliz circunstancia a la que el autor agradece, acertadamente, su misma existencia.

Dawkins ganó fama mundial con su primer libro, El gen egoísta, que empezó a escribir en 1973. Como esta entrega de sus memorias apenas cubre el despuntar de esos años de celebridad, cabe esperar que el autor tenga en reserva nuevos capítulos. Así sea, por el bien de sus muchos lectores.

Una curiosidad insaciable. Los años de formación de un científico en África y Oxford. Richard Dawkins. Traducción de Ambrosio García Leal. Tusquets. Barcelona, 2014. 311 páginas. 21 euros (en digital, 12,34 euros).

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