Bienvenido, Mr. Goldstein
Los compradores de moda española ya no son entelequia en la MBFWM El multimillonario estadounidense llega para demostrarlo
Compradores de moda española: como las meigas, haberlos haylos. Otra cosa es identificarlos, distinguirlos, siquiera ubicarlos en el graderío de la Mercedes Benz Fashion Week Madrid, que es un no parar de celebridades de andar por casa (de sala de estar, esto es), blogógrafos e instagrameros, familiares/amigos/empleados de diseñadores, amigos de los amigos de los mismos, estudiantes de moda y otras especies extrañas que prefieren echar la tarde del domingo en una pasarela antes que en el estadio de fútbol de turno. La expectación que levanta su presunta presencia es tal que se haría necesario un llamamiento por megafonía al comienzo de cada show: por favor, se pongan en pie los señores Chan Siu Kei y Pak Ying Cheng Cheng, de Sara L. International Trading Limited, China; Don Marcos Damiao da Silva, de Queima Queima Conf. Ltda., Brasil; Doña Liliana Garza, de Corredor Europeo SA de CV, México; Don Khaled Mekawi, de K&Mak, Líbano. Y en este plan. Porque los héroes merecen ser reconocidos.
Gracias a su flamante alianza con la feria MoMad-Metrópolis, la organización de la fashion week madrileña ha conseguido convocar esta temporada a casi una cincuentena de compradores, distribuidores y consultores de retail. Todos invitados por Ifema, los que vienen de aquí y los que llegan de economías tan golosas como la rusa. El contingente de los países del Este europeo, faltaría, es el más nutrido, muy por delante incluso del chino. Pepa Bueno, directora ejecutiva de la Asociación Creadores de Moda España (ACME), se ha pasado buena parte de estas tres primeras jornadas de la MBFWM guiando apropiadamente a objetivos como Irina Goudkova, representante de un showroom radicado en Milán que se ocupa de despachar prêt-à-porter de lujo a los mercados eslavos. “No solo les hacemos un tour por el pabellón, sino que también nos ocupamos de que visiten las tiendas de nuestros diseñadores en la ciudad, y no solo las de aquellos que desfilan. Ha habido muchos interesados en Juanjo Oliva, por ejemplo”, informa. La presencia de la estadounidense Lisa Vasselli, asesora estilística de famosos de Hollywood (“Le ha encantado Ángel Schlesser, lo encuentra muy apropiado para vestir a sus clientas”, revela Nuria de Miguel, jefa de prensa de Ifema, ojiplática como el periodista al escucharla); la consultora Murielle Piaser, antigua directora de las ferias de la semana del prêt-à-porter francés y uno de los pilares del afianzamiento internacional de Delpozo, y de la buyer de las excelsas Galeries Lafayette parisinas, Geraldine Florin, también han levantado los ánimos en una edición en la que ha sonado como nunca la intención comercial de las propuestas vistas sobre la pasarela.
Pues en estas andábamos cuando, de repente, se persona en primera fila el comprador que cualquiera quisiera para su marca: ferviente apasionado de la moda y en posesión de una hacienda sobradamente saneada para costeársela. James Goldstein es esa leyenda, tan inesperada aquí como recurrente en París y Milán. Imposible no identificarlo, distinguirlo o ubicarlo, con su media melena canosa y esos atuendos de estrella del soft rock (bomber satinada, vaqueros apretados, zapatos de cebra, pañuelo anudado al cuello y fedora reptiliana de ala ancha, que no sombrero de cowboy) marca de la casa. Aunque, en realidad, la notoriedad mundial de este estadounidense de 71 años le viene como fan número uno del baloncesto, especialmente de la NBA, en cuyos partidos –alrededor de un centenar por temporada- comparece religiosamente, sobre todo si juegan Los Angeles Lakers y Los Angeles Clippers, los equipos de su ciudad de residencia. Como no podía ser de otra manera, su aparición en Madrid tiene mucho que ver con los encuentros finales de la Copa del Mundo de Baloncesto. La coincidencia con la pasarela capitalina, de la que se enteró por un chivatazo en el hotel Ritz, lo tiene en éxtasis: “Me resulta fascinante lo que estoy viviendo aquí: desfiles de moda por el día y partidos de baloncesto por la noche. Es algo que nunca me había pasado y no se me ocurre mejor combinación”. ¿Que cómo casan la una y el otro? “Esa es una pregunta que siempre me hacen, porque la gente no entiende la conexión. Y la verdad es que el baloncesto, como la moda, también es cuestión de estilo, y de estilo individual, además. Cada jugador tiene el suyo propio, y lo demuestra en la cancha, como el diseñador en la pasarela. Hay algo muy hermoso en el juego, tanto como en la moda”, concede a este diario durante un descanso en la terraza de la cafetería del backstage.
Cuenta Mr. Goldstein que su pasión por la ropa le viene de niño, que surgió a la par que su entrega al basket. Hace tres décadas comenzó a frecuentar los desfiles de París y, desde entonces, no ha fallado una temporada: “No es fácil compaginar mis aficiones porque, por ejemplo, las semanas de la moda de febrero y marzo caen en plena competición deportiva. Así que no me queda más remedio que renunciar a algunos partidos, cosa que no me resulta nada fácil. Pero en todos estos años no he parado de ir cada vez a más desfiles y de aumentar mis visitas a las ciudades donde hay una fashion week”, continúa. De hecho, esta no es su primera experiencia española: hace siete años ya pasó por la antes conocida como Pasarela Cibeles. “Entonces coincidió con el campeonato europeo de baloncesto. Por lo que puedo recordar, el estilo de lo que vi no me parece que haya cambiado demasiado. Lo que sí me parece increíble son las actuales instalaciones donde se celebran los desfiles. Son magníficas, como no he encontrado en ninguna otra pasarela”, dice. Entre sábado y domingo, esta vez apenas le ha dado tiempo a disfrutar cuatro shows, los de Etxeberría, Teresa Helbig, Amaya Arzuaga y Juan Vidal: “No puedo hacer una valoración más amplia porque han sido muy pocos, pero los que he visto me han parecido de gran calidad. Sí que tenía especial interés en el primero [Etxeberría], porque soy un gran aficionado a la piel, como todo el mundo sabe”.
Hijo del propietario de unos grandes almacenes de Milwaukee, el apodado urban cowboy (“aunque ni visto ni tengo nada de vaquero”, se queja) estudió economía y finanzas en la Universidad de Stanford. Un aprendizaje del que sacaría partido como inversor inmobiliario, fuente de su multimillonaria fortuna, o eso se especula. Su casa en las colinas de Beverly Hills es ni más ni menos que la Sheats Residence diseñada por el arquitecto John Lautner –alumno aventajado de Frank Lloyd Wright- en 1963, escenario de varias películas y de innumerables sesiones fotográficas de moda. Amigo de Jean Paul Gaultier y de los hermanos Gasol (“excelentes profesionales y mejores personas”), amante confeso de Marilyn Monroe y Jayne Mansfield (romances que hoy emula con jóvenes modelos preferiblemente rusas a las que luce por las canchas), su llamativo estilo de vida tenía que acabar reconducido en una línea de ropa propia. “Siempre me decían que por qué no diseñaba una colección, pero nunca me había atrevido porque yo jamás he estudiado diseño ni nada relacionado. Hasta que me lo propusieron hace un año dos amigos de Milán y no pude negarme. Se llama James Goldstein Couture y yo me ocupo de la parte creativa. No he hecho inversión económica alguna. Son mis colegas los que se ocupan de la parte del negocio. Esperamos presentarla el año que viene”, anuncia Mr. Goldstein, que asegura no vestir jamás etiquetas americanas: “Solo compro moda europea porque es la de verdad. La de mi país no tiene ni diseño ni estilo ni calidad”. Ni que decir tiene quién es su creador de cabecera: “John Galliano, claro, aunque ahora ya no diseñe. Su talento es descomunal. Y no le importa epatar a la gente. Justo como yo”.
Babelia
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