Granada se rinde ante Morente
Las principales figuras flamencas de la ciudad homenajean al cantaor en la Alhambra
“Entonces, nos escapamos a Granada. Pasamos la primera noche en un banco de piedra, junto a la Alhambra. Él se durmió con la cabeza sobre mi regazo y yo vi amanecer”. Así narraba Aurora Carbonell, viuda de Enrique Morente (Granada, 1942-Madrid, 2010), uno de los tantos momentos vividos junto al maestro a dos pasos de su Albaicín natal. El homenaje al cantaor entre los muros del que consideraba “el lugar más bonito del mundo” se ha hecho esperar cuatro años tras su muerte, pero al fin llegaba el viernes por la noche ante los ojos de 1.600 espectadores y de la mano de 90 artistas granadinos.
El espectáculo Graná toca, canta y baila a Morente, con solo tres actuaciones (5, 6 y 20 de septiembre), se ha convertido en el eje central de un homenaje que incluye conciertos, tertulias y una muestra en torno al maestro. No es para menos: las tres horas y media de alabanza al granadino no son solo un jalón más en la larga lista de fiestas en su nombre que se han sucedido desde su muerte. Si en enero, con Morente más Morente, se reunían en Madrid aquellos más cercanos, quizás, a su camino abierto en la vanguardia, el viernes era una reunión con las figuras de Granada asociadas a un flamenco puro.
Con una zambra, en su sentido más popular y festivo, comenzaba el concierto de tres horas y media en el Generalife. Y con una zambra lo cerraba Estrella Morente, hija mayor y heredera por derecho del maestro, evidenciando el mestizaje implícito en la raíz del flamenco granadino (al cante precedía un largo solo del violinista Jalal Chekara) y, de paso, el trabajo de rompehielos de su padre. Le acompañaban sus hermanos Soleá y José Enrique y buena parte de la familia Morente-Carbonell en la actuación central de la noche. No defraudó, aunque las expectativas subían por momentos durante las casi tres horas previas de espectáculo, una duración que provocó cierta dispersión en el público y una estampida antes del fin de fiesta. Fue especialmente aplaudido el sobrio corro a capella que formaron los tres hermanos y sus familiares, turnándose primero en el cante al maestro y fundiéndose al final en un tumulto de voces. Porque eso es la zambra también. Una algazara, un ruido alegre. Eso era el homenaje.
La fiesta estaba orquestada por el bailaor Juan Andrés Maya. Se reservó, de hecho, otro de los números centrales de la noche, con la voz de Morente acompañando a su baile con Generalife, los versos de María Zambrano (“El agua ensimismada / ¿piensa o sueña?”) llenando el espacio para el que fueron cantados en Morente sueña la Alhambra (2005). El disco resultó ser el leitmotiv del espectáculo. El concierto, sin embargo, se alejó también hacia ambientes menos asociados al maestro. Las voces de Curro Albayzín o de Mariquilla, mitos del Sacromonte, o los bailes de Alba Heredia e Iván Vargas, hijos de esa Granada profunda, ponían a los pies de Morente un mundo que a veces se le resistió en vida. Hace un año, Aurora Carbonell recordaba con cierta amargura que su marido era “un granadino que amaba a su tierra, aunque allí hubiera unos rebañillos que le discutían su genialidad. Ahora, no, claro: todo es ‘maestro Morente’ por aquí y por allá”. El viernes, la viuda observaba desde el patio de butacas, felicitada por todos, en esa bicefalia familiar entre ella, junto al escenario, y Estrella Morente, en su centro. Ambas presenciaban la rendición definitiva de Granada ante el “maestro Morente”.
Babelia
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