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Niños perdidos en Venecia

Dos principiantes prueban suerte en la sección oficial con relatos sobre jóvenes desorientados

Álex Vicente
Alix Delaporte (i.) y los actores Clotilde Hesme y Romain Paulde su película 'Le Dernier Coup De Marteau'.
Alix Delaporte (i.) y los actores Clotilde Hesme y Romain Paulde su película 'Le Dernier Coup De Marteau'.Julia Liebscher (Getty Images)

La Mostra de Venecia dejó ayer un hueco a los cineastas novatos, representados por dos directores poco experimentados que desembarcaron en el Lido con películas sobre niños perdidos en un mundo marcado por la brutalidad de las relaciones humanas, donde los puntos de referencia y los códigos morales se desvanecen. Ambas fueron moderadamente aplaudidas, en recompensa a relatos bien construidos y a ratos hasta conmovedores, aunque sin la suficiente complejidad dramática para resultar verdaderamente memorables.

Antigua reportera de la agencia Capa, la cineasta francesa Alix Delaporte se pasó al cine en 2010 con El amor de Tony, una fábula melodramática sobre las clases modestas ambientada en la costa normanda. Proyectada en una sección paralela de la Mostra, la cinta la presentó en sociedad como una aplicada discípula de los hermanos Dardenne, aunque a años luz de su nervio y de su visión. Su reválida llega con una segunda película, Le dernier coup de marteau (El último golpe de martillo), que contiene algunos síntomas de progresión. La película se centra en Victor, joven apasionado por el fútbol que vive con su madre enferma en una modesta morada del Rosellón francés. La débil condición de su progenitora y la ausencia de una figura paterna a varios kilómetros a la redonda le obligan a ejercer de paterfamilias, pese a encontrarse todavía a las puertas de la adolescencia. Cuando su padre biológico, un reputado director de orquesta, regrese a Montpellier para dar un concierto, Victor decidirá acercarse a él por primera vez.

Delaporte, dotada de una delicadeza innegable pero menos hábil al desarrollar los estimulantes conflictos que la historia presentaba, narra las relaciones entre sus personajes con pudor y contención. “Parto de una situación complicada e intento encontrar en ella los puntos de luz. Y luego hacerlos emerger regularmente, sin demasiados diálogos, trucos de guion ni excesos de melodrama”, ha explicado la directora. Su receta no siempre funciona, pero a veces logra encender chispas de emoción que generan efímeros instantes de gracia. Por ejemplo, cuando su joven protagonista, el debutante Romain Paul, experimenta su primera emoción artística –al escuchar un ensayo de la 6ª Sinfonía de Mahler, a la que se refiere el poético título del filme– o cuando improvisa una sonrisa junto a su madre, una escuálida Clotilde Hesme, actriz teatral que debutó en el cine junto a Christophe Honoré (Les chansons d’amour) y sigue esperando a que alguien le ofrezca el gran papel que seguramente merezca.

Delaporte, reacia a abordar su película desde otro plano que el de los sentimientos, negó haber querido teorizar sobre la juventud de hoy a través de su película. “No es un relato sobre los jóvenes de hoy. Como mucho, es una película sobre el niño que hay en mí. He querido hablar de cómo uno se construye a sí mismo, de cómo nos abrimos nuestro propio camino y decidimos viajar solos en la vida”, explicó ayer. Ausentes en Venecia, Candela Peña y Tristán Ulloa tienen una pequeña intervención en Le dernier coup de marteau, aportando un calor breve pero intenso a la película.

Dos directores jóvenes presentan en Venecia películas sobre niños perdidos en un mundo marcado por la brutalidad de las relaciones humanas

De la célebre máxima atribuida a Hitchcock –no rodar nunca con niños, con animales o con Charles Laughton–, el director turco Kann Müjdeci se salta dos de las tres prohibiciones (aunque la última, cincuenta años después de su muerte, tampoco tenía solución). Los primeros planos de Sivas, su debut en el largometraje, también remiten a esa juventud perdida que tan bien describen los Dardenne desde hace veinte años. Müjdeci parece aplicar la misma gramática visual al paisaje brumoso de la estepa turca, de la que emergen niños filmados de espaldas con cámara agitada.

Müjcedi, instalado en el barrio berlinés de Kreuzberg desde hace una década –donde gestiona un cine ilegal al aire libre, un club nocturno y una tienda de ropa–, viajó hace unos años hasta el corazón de Anatolia para rodar un documental, Babalar ve Ogullari (Padres e hijos), centrado en la subcultura de las peleas de perros en la región. De aquel trabajo terminó surgiendo esta ficción, que parte de la historia de Aslan, un niño de 11 años que salva de la muerte a un perro de pelea –el Sivas que da título al filme–, antes de que los adultos que le rodean decidan hacerlo combatir en nuevos torneos. El director tampoco quiso adentrarse en senderos teóricos al analizar su película. “No he seguido un camino predeterminado. La película surge de mi viaje a la región, de las sensaciones que experimenté al observar esos paisajes y esas gentes. Quise que los personajes se convirtieran en una parte de mí y poder sentirme como ellos”, explicó ayer el cineasta, ajeno al tono épico de algunos de sus compatriotas.

La película se sirve de esas brutales peleas de perros –que habían escandalizado a varios espectadores en el paso previo para la prensa– para explorar un tema bastante más interesante: la agresividad ambiente que reina en el lugar y la transmisión de la violencia de padres a hijos, casi como algo intrínseco al carácter masculino. Müjcedi trata el asunto con una acertada sutileza, como cuando expone que el niño protagonista quiere interpretar al príncipe en la función escolar y no al enano, como le han propuesto.

El director validó ayer esta tesis. “Lo que he querido decir con la película es que todos los problemas de este mundo son culpa de los hombres. Todo lo malo surge siempre de la heterosexualidad masculina, ya sea por parte de jefes de estado, políticos o militares. Si nos gobernaran las mujeres todo nos iría mejor. Propongo crear un banco de esperma para librarnos de los hombres para siempre”, dijo Müjcedi bromeando, o tal vez no tanto. Su película ladra más de lo que muerde, pero podría encontrar un hueco en el palmarés si el jurado decide promover el nuevo talento revelado por esta Mostra.

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Sobre la firma

Álex Vicente
Es periodista cultural. Forma parte del equipo de Babelia desde 2020.

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