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CONVERSACIONES BÁRBARAS

“Si la televisión fuera una industria seria, yo estaría trabajando”

Pepe Navarro recuerda sus programas y su 'exilio': “No sé qué es la telebasura. Eso se usa para descalificar a un enemigo”

Daniel Verdú
Pepe Navarro, retratado en Madrid.
Pepe Navarro, retratado en Madrid. LUIS SEVILLANO

Cuando Pepe Navarro va por la calle y le paran los fans, sus hijos alucinan. Ninguno, ni siquiera la mayor, con 19 años, vivió aquel periodo en el que era el dios de la televisión española. Sin embargo, el rey de las audiencias nocturnas y conductor de programas como Esta noche cruzamos el Mississippi o La sonrisa del pelícano desapareció del mapa de una día para otro. Casi 20 años después, cuenta en su libro La leyenda del Mississippi(Akal, 2014) su extraña caída en desgracia.

Pregunta. ¿Qué fue de Pepe Navarro?

Respuesta. Eso quisiera saber yo. Son las circunstancias de este país y de la televisión, que no es una industria establecida. Es el negocio de unos cuantos y lo montan como les da la gana. Si fuera una industria seria, yo estaría trabajando.

P. ¿Cómo se pasa de ser un dios de la televisión a desaparecer del mapa?

R. Los dioses no existen, está comprobado. Es como ir a 200 kilómetros por hora en una autopista y frenar de golpe. Hay siempre un golpetazo que te hace plantearte muchas cosas. Pero si tu finalidad no es solo el trabajo, es menos dramático.

Pepe Navarro (Córdoba, 1950) se crió y estudió en Barcelona. Ha trabajado en todo lo imaginable. Según cuenta en su libro, lo único que no le dejan hacer ahora es lo que mejor hace.

P. ¿Está vetado?

R. No lo sé. Pero no puedo ejercer mi profesión, cosa que hacía desde los 18 años, hace ya 40. Habría que preguntárselo a los que lo deciden. En una industria normal, yo tendría un precio en el mercado, como cualquier otro.

P. Sé que lo cuenta en su libro, es una historia larga, ¿qué pasó?

R. No lo sé. Me echaron por la venganza de un señor que se llama Pedro J. Ramírez. Él tenía poder y la ejecutó.

P. ¿Por qué quería vengarse?

R. Bueno, mejor que lean el libro. Pero, desde luego, no tiene que ver con su famoso vídeo. Jamás lo vi, ni me interesa. Pero todo fue a raíz de que hablamos de algo que a él no le interesaba.

P. ¿Es consciente de que toda esta historia que cuenta puede sonar a teoría de la conspiración?

R. Ese ha sido mi mundo.

P. Pero es un poco alucinante…

R. ¿A ti te lo parece? Fue mi vida y estaba metido en esa historia. Y hay cosas de las que no tengo pruebas que he obviado. Esta profesión forma parte de un universo muy distinto. Pero lo que cuento es lo que pasó.

P. ¿Pudo también tener que ver con la manera en la que trataron el tema de Alcàsser y la deriva escabrosa que generó?

R. No, yo creo que fue una buena información. Muy dura, pero fundamentada en datos muy concretos. Cuando empezó a irse de las manos el tema lo zanjamos para reconducirlo. Tanto a Fernando como a Ignacio [dos de los padres de las niñas asesinadas] dejamos de sacarlos en el programa.

P. Pero se dijeron animaladas importantes y todo cogió un carácter muy sensacionalista.

R. Como se han dicho sobre el 11-M. El planteamiento fue serio y riguroso.

P. Este caso también se llevó por delante a Nieves Herrero.

R. No lo sé, además, en el libro no hablo de ese asunto.

P. Después de este libro sí que se podrá despedir definitivamente de la tele.

R. Yo no acuso a nadie. Cuento lo que pasó. He contactado con todos los personajes que aparecen, aunque algunos no han querido hablar. No es un libro revanchista.

P. Si lo que cuenta es verdad, yo tendría ganas de revancha.

R. La vida es así, a nadie le ponen una alfombra roja. Pero al tener connotaciones públicas y bordeando el poder, parece que tenga mayor iluminación.

P. Usted también era poderoso.

R. Nunca utilicé mi trabajo para manejar el poder, sino para divertir y divertirme. Pero es que vendíamos todo lo que sacábamos, y teníamos un programa de máxima audiencia.

P. Desde el sofá de casa parecía que estaban como una cabra.

R. Ese era el espíritu. El disparate, el absurdo, todos los espectros del humor y una forma de ver la vida distinta. Una perspectiva un tanto tuneada, un caos controlado.

P. Todos tenían mucha calle.

R. Algunos más que otros. Pero la calle era fundamental. De ahí salió La Veneno. O Flo, que no había trabajado nunca y era vigilante de seguridad.

P. ¿Qué fue de La Veneno?

R. Ni idea. Era muy buena persona, pero a veces la vida te lleva a sitios que no deseas. Es alguien muy sincera, muy de verdad. Por eso funcionaba tan bien. Cuando salía aquel monumento andante el público recibía verdad. La encontró un reportero en el parque del Oeste haciendo lo que todo el mundo sabe que hacía.

P. Debía de ser incontrolable.

R. Sí, era parte de la gracia. No hablaba con ella antes de salir al plató, siempre la quería fresca.

P. ¿Se le fue de las manos el programa?

R. No, estuvo siempre controlado. Había un excelente equipo.

P. ¿Crónicas marcianas fue el heredero del Mississippi?

R. No. Crónicas es un programa que hizo un amigo. Entró en una dinámica con lo de Gran Hermano… Pero cada uno se salva como cree conveniente. Un programa que dura ocho años debe tenerse en cuenta y respetarse.

P. ¿Con usted empezó la telebasura?

R. No sé qué es la telebasura. Eso se usa para descalificar a un enemigo. Pero invito a ver el programa y comprobar qué hay. A la televisión, como decía MacLuhan, se la juzga desde la escritura y siempre saldrá mal parada. La escritura es reflexión, y la televisión es intuitiva y atiende más a las emociones que al cerebro. Yo también podría decir que en la prensa hay mucha basura.

P. ¿Le ofende?

R. No, es que la televisión obedece a otros patrones, más bien opuestos.

P. ¿Le gusta la televisión de hoy?

R. Se ha degradado a monotemática. En una industria solvente sería polifacética. Pero, aquí, toda la programación se ha hecho con el mismo estilo de un programa que ha triunfado.

P. ¿Y en qué anda ahora?

R. Sobreviviendo, no hay una sola cosa. Pero me busco la vida desde los 14 años. He hecho de todo: mecánico, en una farmacia, en El Corte Inglés, he sido disc jockey, futbolista… He batallado. La vida, al final, es siempre lo mismo. Ahora tengo cuatro hijos, que para mí es un aliento sensacional.

P. ¿Echa de menos esa época?

R. Bueno, la época no… Esta profesión es una forma de vida, no es un trabajo. Una forma de vida muy rica porque tienes la posibilidad de estar en todo. Se añora esa dinámica, no los tiempos pasados.

P. ¿Volvería a la tele?

R. Es lo que sé hacer y lo que he hecho siempre. Si no lo estoy haciendo no es porque no quiera.

P. Al menos se le habrá quitado el complejo de cabezón, ahora que ya no sale por la tele…

R. Ja, ja, ja. Yo no era el más cabezón del programa. Lo hacíamos porque nos gustaba jugar con eso. Lo primero es reírse de uno mismo. Complejos he tenido muy pocos o ninguno. Eso viene con el miedo, y yo no tengo ningún miedo.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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