Desalojo y segunda vida de un edificio modernista
México DF rehabilita un peculiar inmueble funcionalista ocupado por invasores Cedido por la familia propietaria, será sede una asociación de escritores indígenas
“Había basura, muebles sin valor y… un gato; había un gato”, dice Inti Muñoz, director del Fideicomiso del Centro Histórico.
El Gobierno de la ciudad de México ha recuperado un edificio peculiar, tanto en su estilo arquitectónico como en su historia. En la colonia Guerrero, un barrio popular con 140 años de vida, pegado al perímetro del casco antiguo y con fama de zona ruda, está un inmueble de tipo funcionalista que se inauguró en 1923 como taller de fotograbado del empresario Ezequiel Álvarez-Tostado, natural de los Altos de Jalisco, ferviente católico, aficionado a los toros y amante de Europa y del antiguo Egipto.
En los cincuenta, fallecido el patrón, el taller Tostado Grabador cerró y la familia alquiló para viviendas el edificio, cuatro pisos diseñados en origen para albergar maquinaria pesada. Posteriormente, hacia finales del siglo pasado, las rentas se fueron cancelando y solo quedaron, en la planta baja, el conserje, que tenía una tienda de zumos que daba a la calle, y una papelería.
En 2009, la familia Álvarez-Tostado decidió ceder temporalmente el inmueble al ayuntamiento a cambio de que lo rehabilitase y le diese un uso cultural. Entonces surgió el problema de la resistencia numantina de los descendientes de la papelería. La viuda del hombre que alquilaba ese local, según explican las autoridades y la familia del empresario egiptófilo, se negó a llegar a un acuerdo para irse e inició un proceso de insurgencia inquilina consistente en volver a rentar los espacios vacíos del edificio modernista.
El caso fue a tribunales. La justicia le quitó la razón a la señora, que rentaba las habitaciones por 800 pesos al mes, 60 dólares, y un contingente de granaderos, como se llama en México a los antidisturbios, acudió a echarlos a ella y a su treintena de inquilinos. El desalojo fue pacífico. Solo quedó el gato.
El edificio es obra de un arquitecto reconocido en su tiempo, Federico Mariscal, que se ocupó de concluir la construcción del icónico Palacio de Bellas Artes de la ciudad de México. En aquella época no era común que un arquitecto de renombre hiciese un taller industrial, pero la buena relación del empresario con Mariscal lo hizo posible. Ezequiel Álvarez-Tostado era un hombre con don de gentes y bien relacionado. Fue amigo de Francisco Ignacio Madero, el revolucionario espiritista que derrocó a Porfirio Díaz y desató la Revolución mexicana. De su relación queda una foto de ellos dos, ambos con buenos bigotes, visitando la apertura de una exposición de fotograbados. En 1913, durante la Decena Trágica, los días en que hubo un golpe que terminó con el asesinato del presidente Madero, Álvarez-Tostado, cuenta su nieto Carlos Gómez Álvarez-Tostado, anduvo por las calles de la ciudad como un precursor de Robert Capa tomando fotos de los combates con su cámara de caja.
El antiguo taller de fotograbado está siendo rehabilitado para que sea la sede la asociación de Escritores en Lenguas Indígenas. Allí se llevará la biblioteca de Carlos Montemayor, intelectual indigenista fallecido en 2010. Habrá también un auditorio y las oficinas de la asociación. Por el momento se han hecho trabajos de refuerzo estructural, dado que el viejo edificio no cumplía con la normativa de construcción que se puso en marcha en México DF después del terremoto de 1985. De hecho, estaba “colgado” de la pared trasera de una iglesia, la de San Fernando, según explica Iris Infante, encargada de desarrollo inmobiliario del Fideicomiso, la oficina de arquitectura del centro histórico. El terreno sobre el que se construyó era un espacio de 150 metros cuadrados, con una incómoda forma de trapecio, estrechísimo y alargado, que estaba en desuso a espaldas de la iglesia. Mariscal aprovechó la parte trasera del templo para amarrar la estructura del edificio, y elementos como un vitral y un canal de desagüe pluvial de la iglesia quedaron dentro del taller de fotograbado: actualmente siguen ahí a la vista, aunque con la nueva obra se ha hecho un muro de colindancia que permite que la estructura del edificio sea independiente de la iglesia.
En su momento, la presencia del vitral, que daba al atrio de la iglesia, fue de gran utilidad espiritual para el dueño del taller. Cuenta su nieto que el patrón, por las mañanas, vestido con su elegante traje de la época, se acercaba a la vidriera, se sentaba donde hubiese “algún huequito sin vidrio” y se asomaba a escuchar la misa. Finalizada la ceremonia, Ezequiel Álvarez-Tostado comenzaba su jornada de trabajo.
Babelia
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