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'IN MEMORIAM'

Álex Angulo, sinónimo de generosidad

Era un intérprete único, capaz de llenar de vida los personajes más surrealistas

Álex Angulo, actor, en 2010.
Álex Angulo, actor, en 2010.GORKA LEJARCEGI

No le dije lo importante que era para mí. No le dije lo mucho que le quería. Toda justificación es estúpida, y la peor, escudarse en lo imprevisto de su muerte. El cariño no se dice ni se escribe en obituarios apresurados: se demuestra y se ejercita todos los días.

Álex así lo hacía. Conmigo y con todos. Escribo esto desde el dolor de la pérdida, pero sobre todo bajo el peso del fracaso. Nunca podré devolverle todo el amor y la amistad que me ofreció durante años, en el trabajo y en la vida, desinteresadamente. Ya es tarde.

Le conocí con 18 años, o quizá antes. Trabajaba en Karraka, con otro gigante de la profesión, Ramón Barea. A su alrededor, figuras del teatro vasco que han iluminado con su talento cientos de obras, docenas de películas y series de televisión: César Sarachu, Mariví Bilbao, Óscar Grijalba, Elena Irureta, Ane Gabarain, Itziar Lazkano, Loli Astoreka, Nati Ortiz de Zarate, y muchos más con los que aprendí que este trabajo va de hacer, no de pretender. Que el teatro y el cine se construyen a base de humildad y paciencia. Que ante el desconsuelo solo existe una salida: reírse, y con tu sonrisa, aliviar el sufrimiento a los demás hasta que desaparezca, abrumado por la alegría de trabajar y vivir en lo que a uno le gusta. Acompañado de Álex nada era imposible, porque los problemas se convertían en parte de la diversión. No había obstáculos, solo retos, escollos que salvar con nuestra intrépida nave pirata.

No quiero hablar del cómico sobresaliente, del individuo metódico y obsesivo, del actor que trabaja en casa y viene con los deberes hechos. Eso lo intuye cualquiera que conozca su obra. Quiero presentaros al hombre que conquista y seduce con su generosidad apabullante, al amigo que convierte un rodaje de pesadilla en una taberna galáctica en la que te perderías para siempre. Y mira que se lo puse difícil. Cuántas noches de insomnio, de frío, a la intemperie. Siempre a favor. Siempre un paso por delante. Nuestros personajes imposibles cobraban vida gracias a esa incontenible humanidad, que se desbordaba a través de sus ojos, invariablemente risueños. Nada funcionaría en mis historias sin los actores que las hacen verosímiles, y Álex Angulo construía, sobre papeles garabateados por un loco, personajes llenos de carne y alma. Quizá Álex sea el actor en sí mismo, el dibujo más perfecto que se puede hacer de esta profesión. “Me llamo Álex Angulo”, parece decirme. “Lo doy todo, me vacío por dentro y te lo regalo, para que llenes de sangre esa locura tuya de cartón piedra. Es para ti, haz con mi trabajo lo que quieras. Eso sí, no lo malgastes, porque es mi vida. No estoy preocupado. Tienes mi alma en tus manos, y te veo jugando con ella, pero hemos venido a eso, así que, amigo, disfruta”.

Generosidad, una palabra inexistente en el vocablo del presente, define a este caballero de tiempos mejores. Noble, honesto, sincero, conceptos que necesitamos buscar en la Wikipedia. ¿Alguien recuerda lo que significan? Ya nada será lo mismo sin ti, amigo mío.

Alex de la Iglesia, director de cine, rodó con Álex Angulo Mirindas asesinas, Acción mutante, El día de la bestia y Muertos de risa.

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