El juego de las trincheras y de la vida
‘Valiant hearts’ reta al usuario a sumergirse en el primer conflicto mundial sin disparar al enemigo
Los días en la trinchera se hacen largos. Y los años, claro, más aún. Entre 1914 y 1918, miles de soldados se pasaron demasiado tiempo tumbados en el barro, a la espera de jugarse la vida contra el enemigo. Para cuidar su moral y aguantar la Gran Guerra, precisaban esperanza. Así, a lo largo del conflicto, los combatientes y sus familiares intercambiaron hasta 10.000 millones de cartas y postales, según Mission Centenaire 14-18, una comisión francesa que se encarga de la organización del 100º aniversario del estallido de la contienda.
Los papeles hoy amarillentos desvelaban deseos, miedos, inseguridades y alivios que se escondían detrás de los uniformes. Y a ese tesoro de las emociones acudió Ubisoft para construir un videojuego que retratara el alma de los soldados más que las balas que disparaban: Valiant hearts (disponible para consolas y Pc, aunque no tabletas y móviles).
“Es una aventura a base de puzles que sigue el viaje emocional de cuatro personajes. No es un juego de guerra sino sobre la guerra. Los usuarios no matarán a ningún soldado”, aclara Guillaume Cerda, productor asociado del juego. Traducido con el mando en la mano, significa que el jugador apenas dispara en Valiant hearts. Más bien arrastra al personaje por un mundo de dos dimensiones, a medias entre el cómic y el dibujo animado, solucionando los enigmas que le permitan avanzar y resolviendo de ven en cuando alguna sección de acción. Los especialmente sedientos de violencia pueden, como mucho, tumbar a un soldado con un golpe de cazo. Pero es posible atravesar todos los célebres escenarios, de la batalla de Ypres a la del Somme, sin herir al enemigo.
Otra cosa, sin embargo, es que alrededor de los protagonistas la guerra siga su curso: los compañeros caen, los edificios estallan, los heridos agonizan y el propio personaje controlado por el jugador puede morir si es alcanzado por una ametralladora o una bomba. “Buscábamos tratar la Gran Guerra desde el punto de vista de la gente y cómo sus vidas fueron afectadas por ella”, añade Cerda. Una enfermera belga, un granjero francés obligado a enrolarse, uno de los (pocos) voluntarios que desde EE UU se lanzaron a batallar en Europa y un alemán reclamado al frente por su país son las cuatro caras con las que Valiant hearts cuenta su melancólico relato. Los acompaña Walt, un perro que sirve de mascota e hilo conductor de los capítulos.
“Queríamos mostrar que no hay malos o buenos, sino personas que fueron metidas en una guerra”, agrega Paul Tumelaire, director artístico y creativo, responsable de unos gráficos que, reconoce, están inspirados en los tebeos de Jacques Tardi y en películas como Senderos de gloria. De hecho, entre esas gentes que acabaron sumidas en un conflicto que nunca habían pedido, estaban incluso familiares de los programadores. En concreto, Yoan Fanise, director de audio y contenido de Valiant hearts, halló una misiva especialmente emotiva de su bisabuelo, atrapado en 1915 en la trinchera. “Les decía a sus padres que a la semana siguiente probablemente se enfrentaría a los alemanes. Esperaba que todo acabara bien o que, en el peor de los casos, terminara herido y hospitalizado. Y siete días después le dispararon”, relata Fanise.
Por suerte, su bisabuelo fue ingresado y sobrevivió. Más de 16 millones de personas tuvieron menos fortuna y se dejaron la vida en la guerra. Para no olvidarles, y para recordar lo que fue aquel baño de sangre, Valiant hearts cuenta también con un lado pedagógico, asesorado por la comisión Mission Centenaire 14-18 —que ha sellado el juego con la certificación Centenario, otorgada a los proyectos más innovadores sobre la Gran Guerra—. De ahí que el usuario pueda repasar acontecimientos, batallas y curiosidades tanto en el archivo del juego como en su página web. Y descubrir, por ejemplo, que los soldados franceses recibían una ración de vino cotidiana, que la guerra empleó más de 500.000 palomas viajeras y que hasta la mismísima Agata Christie participó en el conflicto: antes de narrar tantas muertes, la escritora se dedicó a evitarlas como enfermera en un hospital de Torquay, en Reino Unido.
“Tratamos de enseñar lo que aprendimos leyendo cartas y libros e ir más allá del videojuego en sí”, asegura Cerda. También porque las artes se han dedicado a contar cada detalle de la Segunda Guerra Mundial y han dejado la Primera para el olvido. De Medal of honor a Call of duty, pasando por el español Commandos, decenas de videojuegos han permitido al usuario armarse de fusil o hasta de un tanque y acabar con las tropas de Hitler. Pero pocas veces se ha combatido en la pantalla la Gran Guerra. Menos aún, sin disparar.
Babelia
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