Los peligros de la balanza de la moda
Frente al imposible retorno de la silueta ultraestrecha, Milán debate hechuras para casa cliente
Saber qué tienes que darle a tu público y qué ofrecer al resto del mundo para que aprecien tu apuesta. Un difícil equilibrio que las firmas saldan sobre la pasarela desgranando lo que después irá a tienda y lo que se queda en pura imagen, en la foto impactante para que usted y yo lo comentemos. La cita con la que se desperezaba ayer lunes la semana de la moda de hombre de Milán para el verano de 2015 ejemplificaba cómo la balanza en ocasiones se puede inclinar peligrosamente hacia lo primero... y el cliente no siempre tiene la razón. Andreas Melbostad, responsable de Diesel Black Gold, tomaba una antigua estación para devolvernos las siluetas ultraestrechas que tan bien capitalizó Hedi Slimane en el cambio de siglo. Un regreso a esos pantalones pitillo, al rockera urbanita domesticado que es probable que siga engrasando las cajas registradoras en los establecimientos de la marca, pero que evidenciaba una falta de propuesta real, de indagación, de discurso interesante que contribuya a seguir debatiendo hacia dónde va el hombre, no de donde salió (o debería haber salido) ya.
Si buscábamos algo de actitud rockera, la teníamos en la primera fila de Emporio Armani: ahí estaban Steven Tyler y Joe Perry, vocalista y guitarrista de Aerosmith, entregados a la dinámica del posado mientras su propia música ambientaba la entrada a la sala. Ya puesto en faena, el padrone de la moda italiana explotó la voz de su experiencia y el haber hecho de su eterno retorno a sí mismo la mejor garantía del éxito. Nada nuevo bajo el sol de Armani, pero sabe a quién se dirige, qué darles y qué dar al resto; equilibrar la balanza basándose en juegos de grafismos de líneas, rayas y cuadrículas rotas y la convivencia del blanco sobre el negro y el negro sobre blanco con saturación de "gris Armani". Lo suyo es el arte de la constancia.
Nada nuevo bajo el sol de Armani, pero sabe a quién se dirige, qué darles y qué dar al resto
Y el de Frida Giannini es el de saber lo que quiere el hombre Gucci. Su propuesta bebía más del que habita los yates que del portuario. Aunque existía una voluntad narrativa de abarcar otros códigos marineros: desde el cadete recién embarcado (petate incluido) hasta el mozo de cubierta (esos vaqueros arremangados manchados) pero centrándose en el almirante decadente (con la marinera revisada, los escudos bordados) o, simplemente, el que prefirió quedarse en tierra (la parka, el pantalón de vestir tobillero). Todo, con un barniz de lujo casual y los elementos básicos para asumir el rol. Con el blanco y azul como protagonista cediendo momentos estelares a una combinación tricolor básica veraniega sumándoles el rojo. Si volvemos a esa balanza de la que hablábamos antes, posiblemente Giannini sea quien mejor sabe cómo contentar a su fiel comprador.
Etro citaba con un almuerzo y colección basada precisamente en lo que comemos (We are what we eat se titulaba, y quería servir de anticipo a la exposición alimentaria mundial que acogerá Milán en 2015). En su nota esgrimían un arcimboldo de verduras. Sus volúmenes y patrones parten de los años cuarenta, recogiendo la esencia clásica de la firma, pero haciendo el ojo a una silueta fluida que debería asimilarse de una vez por todas en la calle, mucho más apetecible que cualquier estrechez (el chándal estampado con gabardina, los monos de pasley holgados). Su paleta fresca (verde manzana con azul, amarillo yema con blanco, rosa fresa con añil) se traducía en un una intención de estudio de color muy de agradecer frente al convencionalismo reinante. Puede que encuentre una difícil traslación literal en el vestuario del día a día pero alimentará la imaginación de los más avezados. Porque al final solo hay una persona que decide qué queda en la balanza y qué cae por su propio peso: usted.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.