Jimmy Scott, el gran baladista del jazz
Ray Charles le consideraba “el hombre que definió el soul"
“La gente me veía y pensaba: vaya tipo raro…” Jimmy Scott viajó por el territorio de la ambigüedad forjando una leyenda en torno a su persona que iba más allá de la propia música. Para Ray Charles, fue “el hombre que definió el término soul”; para Nick Cave, “el cantante americano más injustamente minusvalorado del siglo XX”. Scott, acaso el mayor baladista en la historia del jazz, falleció el pasado jueves, 12 de junio, en la ciudad de Las Vegas, a los 88 años.
Nacido como James Victor Scott un 17 de julio de 1925 en Cleveland, Ohio, padecía una rara enfermedad autosómica conocida como Síndrome de Kallmann. De resultas de la misma, su crecimiento hormonal se detuvo antes de llegar a la pubertad, dejando a Jimmy atrapado de por vida en el cuerpo de un niño: “mi madre me enseñó a no comerme el coco con el tema, y yo lo único que quería era cantar”. ¿Hombre o mujer?: ese iba a ser el dilema al que habría de enfrentarse Scott de por vida: “su tono de voz estaba muy cerca del castrato” (Nicholas Abrahams). En nada estaría conociendo las servidumbres del oficio junto a Tim McCoy, un comediante de dudosa reputación. El joven aparecía en escena justo antes de la llegada de la policía: no sólo era menor de edad, sino que parecía todavía más joven.
En los primeros cuarenta conoció a Estelle Caldonia Young, bailarina exótica y máxima estrella de su propia Caldonia's Revue, con la que iba a recorrer el Profundo Sur del país, y que se convertiría en una segunda madre. De ahí, pasó a ganarse las lentejas como proveedor de artículos de aseo para artistas: “de no ser por Lionel Hampton, quizás, todavía estaría vendiendo jabón”.
El mundo supo del extraño vocalista andrógino a través de una grabación junto a Hampton, Everybody’s Somebody’s Fool, éxito de ventas en 1950: “fue Lionel quien empezó a anunciarme como Little Jimmy Scott”.
Siguiendo el consejo del boxeador y notable fan del cantante Joe Louis, en 1951 Scott fijó su residencia en Nueva York. Su contrato de una semana en el club Baby Grand de Harlem se prolongó por tres meses. El cantante de la voz de cristal ganaba nuevos adeptos entre la realeza del jazz, de Billie Holiday a Charlie Parker, con quien grabaría una conmovedora versión de Embraceable you. Cuando el disco vio la luz, Scott se encontró con que su nombre había sido sustituido por el de la cantante Chubby Newsome: “el editor, simplemente, no podía creer que fuera un hombre el que cantaba”.
Su subsiguiente contrato con el sello Savoy le permitió registrar sus primeros discos como líder al mismo tiempo que le llevaba a un callejón sin salida: “Herman Lubinsky, el dueño, no promocionaba nada de lo que yo hacía”. Así las cosas, en 1962 firmó un nuevo contrato con Tangerine, la compañía de Ray Charles, para la que grabó Falling in Love Is Wonderful. Tan pronto vio la luz, el disco fue retirado de las tiendas tras la denuncia de Lubisnky reclamando su parte del pastel. Decepcionado, Scott aceptó un empleo como repartidor en el Sheraton Hotel de Cleveland: “mucha gente me dio por muerto”. Tardaría tres décadas en volver al mundo de los vivos gracias a Seymour Stein, máximo responsable de Sire Records: “ahora sí tenía a alguien que remaba conmigo en la dirección correcta”.
Convertido en una estrella mediática, en junio de 1991, Jimmy Scott apareció como estrella invitada en un episodio de la serie Twin Peaks antes de colaborar con Lou Reed Magic and Loss y Madonna Secret: “el clima hoy es más propicio para cantantes como yo y Tony Bennett o Johnny Cash: trovadores con la capacidad de sobrevivir”. Para el recuerdo, su espeluznante versión de Nothing compares 2 U, de Prince: “si esto no te conmueve”, escribió un crítico de la época, “es que eres un trozo de hielo”.
Babelia
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