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CRÍTICA | DRAGON BALL Z: LA BATALLA DE LOS DIOSES
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Fiesta y apocalipsis

En la película de Masahiro Hosoda se palpa el personalísimo y flexible trazo de Akira Toriyama

Fotogramas de 'Dragonball Z: la batalla de los dioses'.
Fotogramas de 'Dragonball Z: la batalla de los dioses'.

Décimo octavo largometraje inspirado en el manga —y posterior serie de anime— Dragonball de Akira Toriyama, Dragonball Z: la batalla de los dioses adopta la forma de auténtico acontecimiento para fans por ser la primera película derivada del fenómeno cuya narrativa entronca con el canon original —su trama se acomoda entre los capítulos 517 y 518 de la historieta— y también por haber contado con la implicación directa del celebrado autor de Dr. Slump. Todo ello podrían no ser más que datos anecdóticos para iniciados si Dragonball Z: la batalla de los dioses no fuera, además, un trabajo notable, capaz de condensar en su preciso metraje la esencia de la seducción de una saga con una personalidad tan marcada como única.

DRAGONBALL Z: LA BATALLA DE LOS DIOSES

Dirección: Masahiro Hosoda.

Animación.

Género: ciencia-ficción. Japón, 2013

Duración: 85 minutos.

En la película de Masahiro Hosoda se palpa el personalísimo y flexible trazo de Akira Toriyama, capaz de recurrir a formas redondeadas para introducir sus tonos cómicos y picarescos y de explotar con sabiduría las posibilidades dinámicas de las líneas angulosas cuando convenía ponerse épico. Bajo la forma de anime televisivo, Dragonball empezó siendo procaz y tronchante para ir virando hacia lo apocalíptico y la mitología exagerada con sus variables Z y GT.

Dragonball Z: la batalla de los dioses convoca, pues, todos los tonos posibles de la saga a través de una historia sobre la que planea la amenaza de la destrucción de la Tierra por parte de un dios destructor de mundos, pero que se ambienta en una lúdica y trivial fiesta de cumpleaños.

En un contexto tan contradictorio con su principal elemento de tensión, la película convierte la disputa sobre un pudding en preludio de los ditirámbicos combates que dominarán el último tramo, en un virtuoso recital de animación limitada aplicada con derroche de eficacia e imaginación. La excéntrica caracterización del villano Beerus, con su delirante oráculo y esa guarida cósmica que inspira afortunadas ideas visuales, ayuda a convertir esta fiesta privada para fans en mucho más de lo que parece.

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