“Dos Passos y Hemingway acabaron bien”
El nieto del autor de ‘Manhattan Transfer’ participa en un filme sobre sus años españoles
La de John Dos Passos y Ernest Hemingway, dos gigantes de la Generación perdida estadounidense, fue una amistad torturada, en la que la Guerra Civil española jugó un papel principal, pero terminó bien.
El nieto de Dos Passos, que también se llama John Dos Passos, es escritor y abogado medioambientalista, y rueda en España en los escenarios en los que su abuelo estuvo cuando él y otros escritores y voluntarios extranjeros vivieron nuestra guerra civil.
Cree John, un joven que nació en 1973, tres años después de la muerte del autor de Manhattan Transfer, “que no es ajustado decir que la amistad” de su abuelo con Hemingway “se perdió, aunque es cierto que la Guerra Civil española fue una vuelta de tuerca a peor en aquella relación”.
Tras los ataques de Hemingway (contenidos en París era una fiesta), que establecía el carácter derechista en que había derivado la forma de ser de John Dos Passos, se produjo entre ellos un distanciamiento. Pero “sí se vieron después de la guerra, no es verdad que dejaran de comunicarse. Intercambiaron cartas y creo que la última vez que se vieron fue en 1961 en Idaho (EE UU)”. El escritor cubano Leonardo Padura, autor de la novela Adiós, Hemingway, comentó ayer en Madrid que desconocía esta circunstancia, pero abundó en la dificultad de Hemingway para mantener amistades, como en este o en otros casos.
Ese encuentro entre los dos escritores más importantes de los que se ocuparon de la guerra española en sus propios escenarios se produjo “poco después de la muerte de Katie, primera mujer de mi abuelo, en un accidente de coche. Creo que Hemingway estaba muy triste porque Katie había sido amiga suya de la infancia”.
Dos y Hem, que eran sus nombres de amigos, “se vieron en Cuba y por lo visto conversaron durante varias horas. No sé de qué hablaron y las cartas tampoco lo revelan, pero llegaron a una especie de acercamiento. Cuando mi madre supo de la tensión entre ellos, porque lo leyó en un artículo en torno a esa torturada amistad, explicó en alto que ese fue, por tanto, el fin de una amistad... Mi abuelo reaccionó al oírla y la corrigió: ‘No, éramos amigos y lo fuimos hasta el final. Hasta que él se mató”. Hemingway se suicidó en Idaho, Estados Unidos, en 1961.
John Dos Passos nieto está en España convocado a participar en un documental que se titula Duelo al sol, que dirige Sonia Tercero; es una coproducción de TVE y Time Zone, con la agencia literaria Dos Passos, que dirige Palmira Márquez. Cuando hablamos con el nieto de Dos Passos este acaba de rodar en Fuentidueña de Tajo, uno de los escenarios en los que el escritor vivió nuestra guerra.
Aún sobre aquella amistad “que acabó bien”, John Dos Passos júnior explicó: “Aquella respuesta de mi abuelo a mi madre no era habitual, él no era tan tajante, según su hija. Y mi madre me dijo que él pensaba que la gente debía interpretar su amistad como eterna, permanente, hasta la muerte. Cuando se suicidó Hemingway, mi abuelo lo lamentó, y mi tío, su hijastro, me comentó que el día en que se supo la noticia los periodistas lo llamaron insistentemente; él lamentó la muerte del gran escritor, premio Nobel. Dijo que era un talento magnífico. Y a la tercera llamada ya no quiso ponerse más, estaba muy emocionado y se fueron en el coche... En aquellos tiempos el teléfono estaba atornillado a la pared y él no podía descolgarlo, su manera de no ponerse era yéndose de la casa... Fue una amistad dolorosa, pero una amistad muy larga de todas maneras”.
Estar aquí, donde él vivió la tragedia de la Guerra Civil, es aleccionador John Dos Passos júnior, nieto del escritor
La sombra de la tortura sobre las amistades cubrió todas las relaciones de Hemingway. Cuenta Scott Donaldson (Hemingway contra Fitzgerald. Auge y decadencia de una amistad literaria, Siglo XXI) algo que dijo uno de esos amigos torturados, Donald Ogden Stewart, “que conoció bien a Hemingway durante los años veinte y fue el modelo para el simpático Bill Gorton en Fiesta”. Según Stewart, “en el minuto en que empezaba a quererte, o en el minuto en que Ernest empezaba a tener cierto tipo de obligación hacia ti, de cariño, de amistad, entonces era cuando tenía que matarte. Te habías puesto demasiado cerca de algo de lo que Ernest se protegía a toda costa. Una por una acabó con las mejores amistades que tuvo. Lo hizo con Scott; lo hizo con Dos Passos y lo hizo con todo el mundo”.
Pero John Dos Passos júnior no vino a hablar de esa amistad, que aquí se interrumpió, sino a seguir las huellas de su abuelo. “Estar aquí, donde él vivió aquella tragedia, es aleccionador e inspirador, porque de este modo rememoro las vicisitudes y tragedias que supuso la Guerra Civil. Pero también es una oportunidad de andar por las sendas de inspiración que él disfrutó también en España… España fue un pozo sin fin de inspiración artística: los colores, la arquitectura, la gente, el paisaje, todo le atrajo de joven. Aquí vino por primera vez, creo, en 1916... Y en 1937 vino a explorar la muerte de su amigo y traductor, José Robles. Quería saber lo que le había ocurrido a su mejor amigo en una tierra que él consideraba parte de su corazón”.
Robles había completado, dice el nieto del autor, la primera traducción española de Manhattan Transfer, había traducido a Babbitt de Sinclair Lewis, uno de los primeros autores que apoyó a mi abuelo... De forma que tenía un gusto muy sofisticado, una tendencia a la literatura innovadora de vanguardia. Su muerte me parece una tragedia desde muchos puntos de vista, pero sobre todo a España y a Estados Unidos se les arrebató un gran artista, y en este y en otros casos el arte y la civilización son víctimas de la guerra. Creo que el arte de José Robles nunca debería ser olvidado, de la misma manera que nunca se debe olvidar el lugar de mi abuelo en la búsqueda de la verdad sobre su vida”.
Lo dice Ignacio Martínez de Pisón en su prólogo de Años inolvidables (Seix Barral), el libro más español de Dos Passos: esos tiempos mejores a los que alude en ese libro se rompieron; “el descubrimiento del asesinato de José Robles, su amigo y traductor, fue el detonante, y con la explosión subsiguiente saltaron por los aires los pilares que sustentaban esa armonía: se acabó el Dos Passos viajero y enamorado de España, se acabó el izquierdista activo y enamorado de España, se acabó el amigo de Hemingway…”. Al menos este último eslabón no se dinamitó del todo, según dice ahora su nieto sentado en el bar de Madrid donde rememora, para un documental, la presencia de su abuelo en este país.
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