La heroína ultrajada de Núria Espert
El rescate en el teatro de La Abadía de 'La violación de Lucrecia', basada en el poema de William Shakespeare, recupera una de las cimas interpretativas de la actriz catalana
Cuando Núria Espert estrenó en 2010 La violación de Lucrecia la apuesta escénica se tildó de proeza. En el intenso monólogo, la actriz (entonces de 75 años) daba vida a todas las voces del célebre poema de Shakespeare, en el que se narra la violación y suicidio de la joven esposa de Colatino, suceso que precipitó la llegada de la República a Roma. Espert, de la mano de Miguel del Arco, regresa a partir del 8 de mayo y durante 16 funciones a la piel de aquella mujer ultrajada, heroína trágica cuyo sangriento sacrificio precipita al vacío un mundo para anunciar la llegada de otro nuevo. La obra regresa a los escenarios gracias al rescate del Teatro de La Abadía de Madrid y después de dos años desde la última representación. “Mi estado de ánimo es casi el mismo que el del día del estreno”, asegura la actriz. “Aunque nosotros ya no somos los mismos que hicimos aquella función”, añade.
Ese matiz no es para Espert un guiño nostálgico sino ese punto de misterio que hace del teatro un arte inasible. No existe una representación igual, aunque se hagan centenares de la misma manera. “La oportunidad para un actor de profundizar en su trabajo es algo que solo se da con la repetición a lo largo del tiempo de las representaciones”, explica el actor y académico José Luis Gómez, director del Teatro de La Abadía. “Nuestra intención con este rescate es devolver a la cartelera una obra que causó un gran impacto en el público, y crear así una especie de teatro de repertorio natural, derivado del propio espectador, se trata de recuperar obras que siguen en la memoria pero que no todo el mundo ha podido ver”.
Según Espert, durante estos dos años lejos del "vértigo y la soledad" de esta Lucrecia el personaje no ha dejado de crecer en su cabeza. “Cuando el teatro te gusta y lo respetas tanto como yo, los personajes viven para siempre dentro de ti". Volver a un personaje es, por tanto, un proceso natural que solo requiere un cambio de hábitos. "Volver a ser una monja: cuidarte más que de costumbre, hacer más ejercicio, comer mejor.. hacer todo lo posible para encontrarte estupendamente. Y así, sin problemas físicos ni nada que distraiga tu cabeza, podrás retomar el camino. Un actor joven, después de la función, se puede tomar una cerveza. Los que pasamos de 40, nos vamos directamente a la cama", bromea.
Para Miguel del Arco el regreso de esta obra, con una cuidada traducción de José Luis Rivas Vélez, supone la oportunidad de atraer al público joven que no tuvo la oportunidad entonces de verla en su día. "Nada me llena tanto como descubrir cada día algo diferente en esta obra, matices que la mantienen muy viva. Yo he aprendido más de actores y dramaturgia con estas repeticiones que con horas de ensayos".
Según la actriz, el deseo de colaborar con Miguel del Arco en este proyecto surgió al hilo de un comentario del director: "Miguel se había leído el poema de Shakespeare entero y me dijo '¡Oh, es genial, trepidante, como un guion de Tarantino!'. Yo entonces pensé '¡Este es mi hombre!”. "La línea maestra", continúa la actriz, "siempre fue utilizar muy pocos elementos escénicos para dar valor absoluto a la palabra. Shakespeare tiene ese don: te llena la boca. El texto era el centro, no yo".
La historia de Lucrecia, su violación y suicidio, fue relatada por Diodoro de Sicilia, Dionisio de Halicarnaso, Tito Livio y versificada por Ovidio. Rembrandt, Tiziano, Durero, Rafael o Botticelli ilustraron el rapto de la joven romana y Shakespeare dramatizó la historia con un largo poema que pocas veces se ha representado. "Curiosamente para mí es un personaje aún más trágico que Medea", explica Espert en referencia a otro de sus hitos interpretativos. "Lo que aquí se cuenta me hace temblar porque es uno de esos miedos que como mujer siempre te aterra. La violencia contra la mujer es algo que me perturba siempre, e interpretar un momento así me resulta terrible. no sé, va más allá de las estrofas de Shakespeare, es lo que significa. Yo en escena he matado niños a porrillo, he sido adúltera en casi todas las ocasiones pero nada me ha perturbado tanto como lo que aquí ocurre".
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