El musical de los juglares africanos
El ballet senegalés Jammu representa por primera vez un espectáculo teatral que trata sobre la falta de agua en su país Los bailarines encontraron en la danza una vía para salir de la pobreza
Los únicos en Senegal con derecho a bailar para transmitir la tradición oral es la etnia griot. Son los juglares africanos. Ass Ndiaye se educó como tal, sus padres y sus más de 30 hermanos llevan la danza “en la sangre” y se criaron actuando en la calle y recogiendo las monedas que los transeúntes arrojaban a sus pies. Los espectadores no le tiran el dinero ahora, hace tiempo que le pagan en taquilla. El ballet Jammu, que dirige desde hace 20 años, trae a Madrid por primera vez un espectáculo teatral, Thiono rerul (El esfuerzo tiene su recompensa), que narra uno de los problemas principales de África: la falta de agua.
Los bailarines sobre el escenario fueron en su día chavales de los barrios de Dakar que en su momento acudieron a la escuela que la familia Ndiaye fundó en esa ciudad, en pleno barrio de pescadores, para brindarles a través de sus coreografías una oportunidad en la vida. Se querían formar para convertirse en unos juglares modernos. Muchos de ellos se inscribieron a pesar de sus padres, que les instaban a buscar un trabajo en lugar de bailar. El padre del actual director, el que le instruyó sobre todo lo que un griot debe saber, creó la semilla de esta escuela de danza, llamado Círculo de la Juventud hace 53 años. Cientos de jóvenes y niños de todo Senegal se presentan cada año a las pruebas de selección con la esperanza de tener un billete a Europa gracias al arte. La de su progenitor, era una época dorada, el Gobierno apoyaba su tarea y subvencionaba los viajes para las giras por Alemania, España o Francia.
Pero a principios de los 90 cesaron los viajes subvencionados por el Gobierno y el grupo tuvo que empezar a depender únicamente de lo que recaudaban con las actuaciones. Ya bajo la dirección de Ass Ndiaye el grupo se denominó Jammul y continuó de esta manera a traer a los bailarines a Europa. Hasta 2008 todo fue bien, participaban en festivales folclóricos y obtenían contratos con los ayuntamientos, pero con la llegada de la crisis, los espectáculos comenzaron a escasear. Por eso han dado una vuelta a su repertorio y por primera vez actúan además de bailar, y lo hacen mezclando el castellano y el wolof. "Cada año es más complicado conseguir los visados, hay muchos problemas", reconoce Ass. El centro cuenta ahora con cien alumnos, con una mayoría femenina.
Ndeye Mbor, de 24 años, ojos grandes y hablar entrecortado, es una de las estudiantes. Contó con el apoyo de su padre y la oposición de su madre a la hora de inscribirse en el ballet. Pero cuando volvió a casa con un visado para actuar en España, fue ella la primera en abrazar a su hija y llorar. Su actitud tímida cambia cuando se sube al escenario y entra en éxtasis a ritmo de tambores. Mbor podrá mostrar por primera vez al público español sus movimientos en el pasacalles que realizará junto a sus compañeros el sábado por la tarde y el domingo a mediodía entre Callao y Sol.
“Somos mujeres que queremos trabajar y traer dinero a casa”, afirma su compañera Kumba Mbaye. Ella visita por octava vez España y ya balbucea el idioma. Cuenta que durante los años en los que trabajó como camarera no dejó de bailar, pero que nunca vio en la danza una oportunidad para salir de la pobreza. Ahora sueña, como muchos de sus compañeros, con tener un día su propio negocio relacionado con la música.
El típico colorido y ritmo africano se mezclan con la historia de amor de dos jóvenes en busca de agua para su poblado. El relato del griot conduce la trama a través de las aventuras que atraviesa la pareja para encontrar el preciado líquido. Las órdenes de Daniel Moreno, el director español, son traducidas al wolof por las del senegalés Ndiaye. “A veces es difícil entenderse, para ellos actuar es algo nuevo, y hay que salvar las diferencias culturales”, comenta Moreno entre las butacas, a punto de comenzar un ensayo general. El pase general comienza con los gritos imperativos de Ndiaye. Se hace el silencio. Comienzan a rugir los tambores. Los juglares dan la bienvenida a Senegal.
Thiono rerul, teatro La Strada. Martes 6 y 13 de mayo.
Babelia
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