Torregrossa, la calma hecha director
El realizador de 'La vida inesperada' desmenuza el rodaje de su película, una comedia romántica y neoyorquina
Al director Jorge Torregrossa no le contrató la guionista Elvira Lindo, pero pocos directores españoles, si acaso solo él, parecían encajar en el rol de "cineasta español con larga experiencia profesional y personal en Nueva York que haya vuelto a su país y con solvencia en la dirección de actores". El libreto de La vida inesperada parece haberse escrito para un realizador, Torregrossa (Alicante, 1973) que, tras una larga trayectoria en cortometrajes al otro lado del Atlántico -estudió y vivió en Nueva York ocho años- y series de televisión en España, debutó en el largo con la irregular Fin (2012). filme que su director defiende y desmenuza pormenorizadamente: sabe qué y por qué falló... si algo falló. La vida inesperada es otra cosa. Tampoco es un guion suyo, pero defiende su papel: "Como director, la película es tuya. Tú eres la película, tú decides cómo contarla. Y de verdad creo que contarla lo es todo. El guion es una herramienta. Mira, yo he escrito guiones de filmes que no he dirigido. y por tanto no son mis películas. Ese concepto malo que existe en España del encargo no lo comparto. Se hace para intentar desprestigiar películas y no tiene sentido. Todo el cine clásico está realizado por directores que no escriben sus libretos. Aun así, yo considero parte de mi trabajo trabajar en el guion. La vida inesperada se ha reescrito dos veces conmigo a bordo. En este caso, además, la historia me tocaba personalmente a mí".
La vida inesperada es parte de la vida de Elvira Lindo. "Desde luego. Recuerdo La primera noche de mi vida y El cielo abierto, y ahí había un mundo que me interesaba: no es el mío, cierto, no tengo mucho cañí, pero en este guion no hay eso. No es banal que alguien pensara en mí". Torregrossa habla pausada pero constantemente, con energía. Se entiende que ambos equipos de rodaje -el estadounidense, muy aplicado, profesional aunque frío, defensor de sus horarios, y el español, más caliente y echado para adelante, improvisador- estuvieran encantados con su director bisagra: el alicantino conoce las dos perspectivas y supo aunarles -cuentan- en el esfuerzo. "Yo he estado allí. Conozco sus sufrimientos de emigrantes. Sé de sus cosas". Y para ello le tocó en gracia Raúl Arévalo y, sobre todo, Javier Cámara: ¿es Cámara la mejor materia interpretativa maleable en el cine español? Torregrossa no deja acabar la pregunta: "Sí, sin duda. Es como un chicle. Es increíble. Y tiene una generosidad con el material, con el equipo, con sus compañeros como pocas he visto yo. Y siempre parece que su interpretación es nueva. A mí me parece versátil, libre y a la vez muy inseguro, se censura y se castiga mucho".
A Raúl Arévalo le ha tocado el personaje desagradable. "Bueno, es que el otro primo es más enganchón con el público. El primo recién llegado [el de Raúl] es de una honestidad brutal, dice las cosas que piensa, crueldades innecesarias sin que le cambie la cara, incluso de forma ingenua. Pero no es tonto. Todo eso es muy difícil de hacer. Hay también mucho que no se cuenta, y como director me interesa mucho ese concepto de contar historias sin verbalizarlas. En general no me gusta dejar lugar a la improvisación, y he atado en corto mucho a ambos, que son muy libres".
El realizador habla de un rodaje a la carrera, de gente comprometida en que el trabajo de todos lucieran, de luchas porque su película fuera de verdad su película. Y de Nueva York: "Hay un plano que tenía pensado para otra película que estuve a punto a punto de rodar hace años y que he usado aquí. Es el del Queensboro Bridge". ¿Y cómo se lucha contra la sombra de Woody Allen? "No haciéndolo. Es inevitable, está ahí. Es más, cuando leí el guion pensé que ese era el homenaje de Elvira Lindo a esas películas neoyorquinas del principio. Pero es que si no estuviera en mi mente ni en la suya, incluso aunque no lo pensaran los espectadores sí estaría en la de los personajes. Juanito está allí probablemente por esa imagen creada para el cine". Curiosamente, la película está fotografiada por Kiko de la Rica, que nunca antes del rodaje había pisado Nueva York. "Todo suma".
Finalmente el tono, elemento que Torregrossa considera fundamental, y que tuvo muy presente en el rodaje. "Al no filmar en orden cronológico tienes miedo de no acertar. Porque, por ejemplo, en nuestro caso rodamos seguidas las secuencias dramáticas y la productora empezó a sufrir un poco viendo los materiales. El puzzle luego lo completas en el montaje". Pues el de 1.000 piezas de La vidas inesperada ya está rematado
Babelia
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