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Esclavos del ADN

Rubén Ochandiano aborda en su obra 'La evolución' los escollos de las relaciones familiares El actor y director regresa a uno de sus temas principales por primera vez desde la carcajada

Rubén Ochandiano, arriba, con el equipo de 'La evolución'.
Rubén Ochandiano, arriba, con el equipo de 'La evolución'.Carlos Rosillo

La madre quería mejorar y perpetuar la especie, pero los hijos le salieron rana. Luisa (Marta Gómez) está obsesionada con el ADN, pero Paula (Silma López) no consigue quedarse embarazada y Lorenzo (Javier Zapata) ni se plantea tener niños con su novio. La evolución, escrita y dirigida por Rubén Ochandiano (Madrid, 1980) y que se representa en el madrileño Teatro del Arte, no es un drama, aunque retrate a una familia con evidentes (y risibles) taras emocionales. El sorpresivo punto de giro de la historia da la vuelta al hogar hacia lo descabellado. Y por primera vez el también actor se embarca en orquestar una comedia, aunque lo haga mediante el mismo tema que ya exorcizó en su libro Historia de amor sin título (Suma de letras, 2012). Si la familia generaba dolor, ahora arranca carcajadas.

“Estoy en otra situación vital, queriendo amar, queriendo mirar a la familia de otra manera… Y tengo 33 años, ya me planteo la paternidad”, cuenta Ochandiano comparándolo con su anteriores montajes. Su versión de Antígona no exploraba la carcajada y Animal era un texto propio bastante más oscuro que este retrato que huele a cena de Nochebuena en familia. “Es una defensa del amor, sabiendo que lo que recibimos en la familia al final es lo que nos programa para amar. Pero es una comedia: los personajes se quieren”, comenta entre risas.

Aunque el proyecto sea nuevo, el texto no lo es. Mucho ha cambiado el tono de la obra, y la vida del autor, desde que la esbozara en Buenos Aires en 2008, fascinado por el teatro porteño. Si el proceso de escritura estuvo dominado por una relación que comenzaba, el de dirección le pilló en mitad de una ruptura. Entre tanto, se perdió el personaje de la madre pelícano de herencia strindberiana que tiene a sus hijos de distintos padres para mejorar la estirpe, que hace pensar en aunque queda su sombra, perpetuada en el papel de Luisa. La fuerza de la comedia tiró del personaje de Víctor (Alejandro Casaseca), el cuñadísimo que hace que La evolución suene más aún a domingo en casa de los padres. La acidez del montaje no deja títere con cabeza. Mejor no venir con los parientes… “¡No, no, al contrario!¡Hay que venir en familia!¡Que estas cosas sirven!”, ataja el director.

Ochandiano parece encantado con este nuevo registro que como intérprete ya había explorado en Tapas, con cuyos directores, José Corbacho y Juan Cruz, prepara ya otro largometraje. Pero sostiene que no siente ni un ápice de envidia cuando su troupe se sube a escena: “Yo era de esos actores coñazo que en el fondo lo que quieren es dirigir. Hacerlo me ha cambiado”. Hace poco ha podido quitarse, a la vez, el gusanillo de la actuación y el de la televisión participando en la serie de TVE Los misterios de Laura. Mundos distintos, el de las salas independientes madrileñas, la gran pantalla y el prime time nacional, que el madrileño parece combinar sin problemas. Primero, por diversión. Y segundo, por cuestiones prácticas. La evolución lleva años queriendo salir a los escenarios sin conseguirlo: los dioses de la producción no estaban de su parte. “Estos otros productos… dan pasta. Me permiten hacer cosas así”. Y no perder el sueño en estas lides. O apenas, porque el insomnio ataca estos días. “¡Yo ya no era de esos!”, asegura Ochandiano. El ADN, la inmutabilidad de la genética, es lo que tiene.

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