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Un festival de cine para el público

Bafici, la cita de cine independiente con 16 años de recorrido, se celebra en Buenos Aires y no se sustenta en las grandes estrellas

Xavi Sancho
Celebración de Bafici, festival de cine independiente de Buenos Aires.
Celebración de Bafici, festival de cine independiente de Buenos Aires.

Mañana de sábado en Buenos Aires, y tras unos días en los que el otoño austral tuvo que batirse en retirada ante el todavía fuerte empuje del verano, diluvia sobre la capital argentina. En la puerta el Centro Cultural Recoleta, nueva base de operaciones de Bafici, el festival de cine independiente que lleva ya 16 años sucediendo en la ciudad, una joven llora desconsoladamente mientras dos miembros de la seguridad del evento tratan de conseguir que, entre sollozo y sollozo, les informe de hacia dónde vio huir al que le robó la cartera. Pero no le han robado, simplemente, ha perdido una de las más de 350.000 entradas que van a despachar para alguna de las más de 400 cintas que se programan durante estos quince días en varios espacios de la ciudad. Cuando los guardias de seguridad desaparecen, otro asistente al festival se acerca a la chica. “¿Sabés que podés hacer?”, le comenta. Y al instante procede a relatarle el método que utiliza él para poder acceder a las proyecciones de las cintas que le interesan, pero para las que ya no quedan entradas.

“Es un festival muy de público. Hay gente del interior que viene aquí solo para ver las películas y vivir el evento. Cada año decimos que esto es demasiado grande, que debemos proyectar menos, pero, al final, nos pueden las ganas y, sobre todo, el miedo a que, si no somos nosotros quienes mostramos una película, igual esa cinta jamás llegue a las salas argentinas. Aquí ofrecemos películas, exposiciones de arte o talleres de creación, pero no tenemos mercado. No vamos a culpar a las multisalas del cine que no llega. Simplemente, ellos cumplen una función; nosotros, otra. Si el circuito de salas alternativas estuviera más desarrollado, tal vez el evento no sería tan grande”, explica minutos más tarde en una de las salas del Centro Cultural Recoleta Marcelo Panozzo, el director de Bafici, festival al que este año se han añadido secciones más allá de ya clásicas competencias argentinas e internacionales, la muestra de cortos o las retrospectivas, que en esta edición incluyen desde una mirada a la carrera de la directora portuguesa Rita Azecedo Gomes hasta el inevitable recuerdo de que se cumple un siglo de la I Guerra Mundial. También se presenta Sportivo Bafici, que ahonda en la relación entre cine y deporte, una muestra exhaustiva del trabajo del sello musical británico WARP como productora cinematográfica, la sección Vanguardia y Género, en la que se proyectan cintas como Journey to the west de Tasi Ming Liang, o Baficito, muestra dedicada al cine infantil.

De entre lo argentino, destaca la presencia de tres cintas dirigidas por creadores cordobeses, en lo que podría entenderse como una forma de certificar el auge de la escena en la segunda ciudad más grande de Argentina. “Cuando empecé a trabajar aquí, pensé: esto es un mamut y me va a devorar”, recuerda Fran Gayo, quien se acaba de unir a la conversación. Asturiano y uno de los programadores de Bafici desde hace casi un lustro, Gayo trabajó programando el Festival de Gijón durante 12 años. Después asumió el cargo como responsable de la oferta cinematográfica del centro Niemeyer. Hoy reside en Buenos Aires, y cuando se le pregunta qué cinta de las que se proyectan este año mejor define el espíritu del evento, lo tiene claro. “Costa da morte, de Lois Patiño. Mira, el año pasado vino aquí, mostró su trabajo e incluso proyectó cinco minutos de este documental, que es en lo que estaba trabajando por aquel entonces Luego la cinta fue un éxito ganó en Locarno y este año, claro, la tenemos aquí. Es un orgullo”. Además de un orgullo, el documental del gallego vale como ejemplo de la falta de manías con la que los programadores del Bafici escogen las cintas.

En ningún momento se aspira a atraer a grandes estrellas y ni siquiera se pugna por tener un estreno mundial entre la programación. “Sería muy provinciano”, certifica Panozzo, quien sigue dándole vueltas a dar con esa cinta que, para él, mejor ejemplifique el espíritu del evento. “Esa”, dice señalando el cartel de El color que cayó del cielo, un documental firmado por Sergio Wolf cuyo título está sacado de un relato de HP Lovecraft y que trata el negocio de los traficantes de meteoritos. “Es un documental de creación, singular, divertidísimo. Además, su director fue el director de Bafici cinco años antes de que yo asumiera. Está en el festival, pero fuera de competición, para no despertar sospechas de nepotismo. También hay otro ex director en el jurado del certamen. Creo que esto explica bastante bien el espíritu de todo esto”.

“¿Vas al Bafici? Ah sí, el festival de Macri”. Comentaba displicente en una terraza del barrio de Palermo un periodista la tarde anterior a este sábado de diluvio. Mauricio Macri es el jefe del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y uno de los principales opositores al oficialismo de los Kirchner. El conmigo o en mi contra parece impregnar hoy cualquier aspecto de la vida argentina. “Lo he escuchado varias veces, pero no lo voy a comentar. Es una estupidez, obvio”, zanja Panozzo, quien ya sufrió crítica cuando decidió trasladar la sede del evento del tradicional espacio en el Abasto. Su idea era abrir el evento a la ciudad, crear sedes gratuitas como el parque del Centenario, en Caballito, donde tuvo lugar este año la sesión inaugural, en la que se pudo ver The congress, del israelí Ari Folman. El estado judío es el país invitado de este año, lo que ha propiciado algunos amagos de boicot al certamen. Esta misma mañana, un periódico local ahondaba en esta y otras críticas al evento, al que también se tilda de esnob o palermitano (esto último en referencia al barrio de Palermo, reserva protegida del moderno bonaerense), además de recordar la existencia de Bazofi, un evento paralelo que se jacta de guardar las esencias perdidas por Bafici. A saber, no proyectar en digital. Panozzo y su equipo conviven con naturalidad con las críticas, incluso con las más pueriles. Saben que tiene un evento con un público fiel que puede ver cuatro cintas de corrido en un día y casi sin tiempo para comer. Lo más sólido que algunos ingiririeron ayer fue 20.000 days on Earth, el documental sobre Nick Cave con guion del propio músico cuyas entradas estaban agotadas desde hace semanas. “Hay que pensar en cómo va a funcionar un festival de cine en el futuro, no en tonterías”, insiste Panozzo. “Mi idea es poder tener el año que viene una jornada en la que se puedan ver en streaming todas las cintas a competición. Y, no sé, un par de años después, renunciar y que venga otro con ideas nuevas. Si los festivales no empiezan a funcionar así, su futuro, a menos que seas Cannes, será incierto. Ya no vale con pensar qué vas a proyectar, sino cómo lo harás”.

Son las 19.15 y en los cines Village Recoleta se proyecta la francesa La chica del 14 de julio, de Antonin Peretjatko. En la entrada a la sala está la chica que esta mañana lloraba. Ahora sonríe. Se apagan las luces, y sigue entrando gente, a pesar de que no queda ni un asiento libre. Algunos se acomodan en el pasillo, otros dios sabe dónde. En el Bafici hay que ver, el cómo todavía no importa tanto como el qué.

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Sobre la firma

Xavi Sancho
Forma parte del equipo de El País Semanal. Antes fue redactor jefe de Icon. Cursó Ciencias de la Información en la Universitat Autónoma de Barcelona.

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