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El último encuentro de Gerard Mortier con su público

El Teatro Real homenajea a quien fue su director artístico durante cuatro años, fallecido hace un mes

Daniel Verdú
Un momento del homenaje a Mortier en el Teatro Real.
Un momento del homenaje a Mortier en el Teatro Real. JAVIER DEL REAL

Uno de los momentos que más apasionaba a Gerard Mortier de todo el proceso de producción de una ópera era cuando la explicaba y confrontaba todo el peso de su vigencia con el público. Desde su llegada a Madrid instauró unas pequeñas veladas que sucedían unos días antes del estreno que bautizó como Enfoques. Se sentaba con algunos artistas y con todo el que quisiera asistir para intercambiar impresiones y escuchar algo de música que él mismo elegía. Hasta que pudo, no quiso perderse ni una. Por eso ayer, día en que se iba a celebrar uno de esos encuentros a propósito del estreno de Lohengrin y cuando casi se cumple un mes de la muerte del que fue director del coliseo madrileño artístico durante cuatro años, el Teatro Real le dedicó homenaje.

Un enorme retrato de Mortier bajo un paraguas rojo, obra del fotógrafo Daniel Mordzinski, presidía la sala principal del coliseo lírico, que ayer mantuvo sus puertas abiertas hasta que se ocuparon prácticamente todas las localidades para despedir a una de las figuras más relevantes de la cultura europea de las últimas décadas. Fue el último encuentro con su público. Un vídeo de unos 20 minutos esbozó su trayectoria en Madrid con algunos de sus montajes más emblemáticos y fragmentos memorables de sus conferencias. Siempre en ese español hablado tan a su manera y que se esforzó por aprender nada más llegar para poder comunicar mejor su pasión.

En el vídeo sonó música del artista Antony, que también participó en Vida y Muerte de Marina Abramovic. Desfilaron por la pantalla compañeros del viaje artístico que emprendió hace ya más de tres décadas como Bob Wilson, Peter Sellars, Michael Haneke, Pablo Heras-Casado o Charles Wuorinen. “El teatro es un reflejo de la sociedad. Cuando estoy con políticos siempre les digo que no olviden que las cortes son una copia del teatro”, decía el propio Mortier en una de esas conversaciones. O también: “Cuando elijo un programa pienso en los compositores, no en los cantantes o los directores de escena. Todo esto es más que melodía, que bel canto. Como decía Verdi, debemos buscar la verdad detrás de la realidad”.

Esa era, justamente, su manera de entender la ópera, un arte que debía alejarse del entretenimiento y el desfile de abrigos de visón del patio de butacas si pretendía mantener su sentido en estos tiempos. Su profundidad en el mejor de los sentidos. “Hay que aprender a recuperar la importancia de la espiritualidad. Podemos ser muy felices sin muchas de las cosas materiales que nos rodean”, decía en la pantalla mientras aparecían fragmentos de su producción del San Francisco de Asís de Messiaen, de una las grandes obras que siempre acompañaron ese sentido de la religiosidad laica que practicaba.

“Esta noche todos los aplausos son para él. Nuestro mejor homenaje es proseguir con su obra desde el profundo agradecimiento por lo que ha hecho por el teatro Real y por todos nosotros”, pidió al público el presidente del Patronato del teatro, Gregorio Marañón. Y así fue, todos los artistas que luego participaron en el concierto se volvieron hacia su fotografía al terminar su actuación, como dándole las gracias. Sonó el preludio de Lohengrin, la Patria opressa del Macbeth de Verdi o el Preludio y muerte de Isolde, que sirvió para terminar el homenaje con todo el público en pie aplaudiéndole.

Cantaron Michael König, Anne Sofie von Otter o Vito Priante. Y Hartmut Haenchen dirigió a la orquesta titular del Real. Precisamente, un día antes el director alemán recordaba a su amigo: “Podías ir a beber un buen vino y tener conversaciones sobre detalles musicales complicadísimos. Podía seguir la partitura y hacer comentarios. A la mayoría de gente le tienes que explicar las cosas más básicas. Le sucedía lo mismo con el arte, la literatura… le admiraba muchísimo. Él siempre preguntaba al artista qué obra quería hacer y por qué. Si lo explicabas y le convencías, ya le tenías de tu lado. Para todo. No volverá a haber nadie como él”. En el teatro ayer nadie lo dudaba.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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