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Las ninfas de Bernarda Alba

Irina Kouberskaya y Hugo Pérez dirigen una versión del clásico de Lorca que busca universalizar la obra y recuperar su lírica

'La casa de Bernarda Alba' de Hugo Pérez.e Irina Kouberskaya.
'La casa de Bernarda Alba' de Hugo Pérez.e Irina Kouberskaya. Carlos Rosillo

Dos acotaciones. La una aparentemente opuesta a la otra. La primera dice: "El poeta advierte que estos tres actos tienen la intención de un documental fotográfico". La segunda: "Habitación blanquísima del interior de la casa de Bernarda. Muros gruesos. Puertas en arco con cortinas de yute rematadas con madroños y volantes. Sillas de anea. Cuadros con paisajes inverosímiles de ninfas o reyes de leyenda". Las dos son del Federico García Lorca de la obra La casa de Bernarda Alba, el arranque del texto. Pero, por alguna razón, la primera ha sido monarca (absolutista) de cómo se representa esta tragedia sobre las tablas.

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Los directores Irina Kouberskaya y Hugo Pérez Rodríguez de la Pica se han quedado con las ninfas. Han querido volver del Lorca realista al Lorca más lírico en su visión de la pieza que respirará por primera vez en Madrid a partir de hoy, en el Teatro Español (calle Príncipe 25) y hasta el próximo domingo 30 de marzo. La mañana de ayer, el dúo de directores, acompañados de 11 de sus actrices, explicaron el porqué este giro poético en la sala de prensa del teatro: “Hemos intentado bañar esta exigencia del autor, el naturalismo fotográfico, en la tradición de España", afirmó, con pasión no exenta de mística, Kouberskaya. "Y al hacerlo empezó a vibrar, como entre dos células, todo el legado genético, universal, de la condición humana”.

Tal legado se plasma de forma plástica durante la representación de este drama rural protagonizado por cinco hijas sometidas a la reclusión por el luto de su madre, la Bernarda Alba del título. En el arranque de la representación, la Criada sin nombre de Lorca baila eróticamente con una silla, símbolo en vez de la vara del poder en el caserón, en uno de los numerosos momentos de danza que sazonan la visión conjunta de Pérez y Kouberskaya. María Luisa García Budí coincide con sus directores en que este arranque marca un axioma para la obra, no hay personajes secundarios: “En otros montajes le quitan a este papel lo poco que tenía. Ellos [los realizadores] le han dado toda la vida que Lorca le dio al personaje e incluso la realzan”.

Tráiler dede 'La casa de Bernarda Alba' según la visión de Irina Kouberskaya y Hugo Pérez.

En esta casa de Bernarda Alba sus habitantes cuentan tanto que a veces suman doble. Hay dos Angustias, dos María Josefas y dos Adelas. Badia Albayati y Natalia Azcárate hicieron tándem con estas últimas, la hermana más joven, bella y rebelde del quinteto. Arrancó Azcárate con el personaje, pero ser madre la hizo bajarse del proscenio. Albayati tomó el testigo como algo natural, y ambas lo ven como algo natural, una regla de la casa: “Somos intercambiables”, aclara Azcárate, la primera Adela. “La obra funciona tan bien que nos podemos sustituir sin problema. Eso no quiere decir que no le demos cada una nuestra personalidad al papel. Pero nos tomamos la sustitución como algo natural”. Su directora cree en esta técnica como una oportunidad para crear escuela: “Lo solemos hacer porque hay mucha gente que educamos en el teatro y así le damos la oportunidad de usar su talento”. Aunque el principal culpable de que se rotara tanto el banquillo fueron los embarazos: “A ver si me toca a mí también”, bromeó Albayati, la Adela que verán los espectadores madrileños.

Muchos de los montajes que hay de esta obra son demasiado parcos. Lorca es poesía

La escenografía tiene un estilo muy claro: neobarroco. Hugo Pérez, codirector de la obra, es el máximo responsable de todos los apartados: música, iluminación, vestuario… Incluso de pintar los cuadros que cuelgan de un escenario en negro, en donde se puede ver a Jesucristo, Prometeo o las ninfas de la acotación de Lorca, con un gran crucifijo con las cuentas de un rosario enroscadas en el centro de la estampa. “Utilicé elementos estéticos tomados del cine en la iluminación, en la que abundan los claroscuros”, subraya el realizador y escenógrafo. "La mayoría de los montajes que hay de esta obra son demasiado parcos. Y Lorca es poesía". Las ninfas, desde luego, ganan la partida en una función en la que el bastón pierde frente a la silla y el vestido verde de Adela se transforma en una seda sobre la que proyecta su cuerpo.

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