Muere la directora de cine Dunia Ayaso
La directora fallece en Santa Cruz de Tenerife a los 52 años Junto con Félix Sabroso, realizó 'Perdona bonita, pero Lucas me quería a mi', entre otras obras
Había algo tan portentoso en la naturaleza de Dunia Ayaso que cuesta pensar que se marche tan pronto. La guionista y directora canaria fallecía ayer por la mañana a los 52 años en Santa Cruz de Tenerife después de que se le reprodujera un cáncer hepático diagnosticado hace cuatro años. Junto con Félix Sabroso —su pareja, su socio, su cómplice— Ayaso utilizó los medios audiovisuales, fueran cine, teatro, o televisión, para enfrentarnos al espejo tragicómico de la vida.
Podríamos buscar distintos puntos de partida para esa chispa creativa. Puede que todo empezara en aquella aula de teatro en la que coincidieron por primera vez, con 16 años, en su Gran Canaria natal. O en el cineclub en el que se refugiaban para ver clásicos. “A mí me gustaba mucho Fellini, a ella más Visconti”, recordaba ayer por teléfono Sabroso. O cuando empezaron a trabajar en una agencia publicitaria local donde ella no perdió su frontera: el séptimo arte. Su padre, el locutor de radio y periodista José María Ayaso, fallecido prematuramente —igual que su madre—, le legó una extensa colección de libros sobre la materia. La segunda de nueve hermanos, pronto asumió el rol maternal (algo que hizo extensible con el tiempo entre sus amigos). Se casó con Sabroso y adoptó a sus cuatro hermanos pequeños. Y aunque la vida sentimental de cada uno acabara discurriendo por otros derroteros, seguirían viviendo juntos hasta hoy.
Otro nuevo arranque: su llegada a Madrid en 1992. Mientras Félix escribía para TVE, ella ejercía de road manager de Diabéticas Aceleradas. Juntos escribían espectáculos de cabaret para Morocco y otras salas alternativas. Cimentaron la etiqueta de petardas gracias a una desatada trilogía que, vista hoy, encapsula el espíritu lúdico que se vivió en la capital en los noventa: Fea (1994), Perdona, bonita, pero Lucas me quería a mí (1997) y El grito en el cielo (1998). “Nos tildaron de frívolos, de seguir la estela de Almodóvar. Y aunque con el tiempo apreciamos un mayor respeto, no renegamos de nuestros orígenes”, decían en una entrevista con este diario hace cuatro años, cuando estrenaban en Madrid uno de sus últimos éxitos, el vodevil teatral La gran depresión, protagonizado por Bibiana Fernández y Loles León. La colaboración con el manchego y su productora, El Deseo, no les llegaría hasta ¡Descongélate! (2003).
En su carrera reciente había mucho de lucha contra los elementos. La agridulce serie Mujeres, que modulaba con acierto los estereotipos de ama de casa de barrio, mereció una segunda temporada que nunca tuvo. Los años desnudos, drama homenaje a las actrices del destape, tuvo más parabienes de la crítica que de la taquilla. Y la cuasitragedia La isla interior, quizá su obra de mayor calado, se quedó fuera de la terna de los Goya por un error de cálculo en su estreno. Una de sus fantasías era transformar esa película en la primera pieza de una trilogía sobre el influjo de la familia.
En estos últimos años, Ayaso estaba centrada en los escenarios con obras como De cintura para abajo, Lifting o Las histéricas somos lo máximo. Acababa de ser fichada con Sabroso para redactar los guiones de La que se avecina. Lo último que rodaron juntos fue un corto, El banjo, el pasado diciembre en Canarias. Allí pensaban filmar de manera inmediata por su cuenta, sin medios, una de las dos películas que tenían escritas: El tiempo de los monstruos. En palabras de Sabroso: “Una especie de comedia-legado de nuestra visión de la vida, muy coral y en clave muy irónica, con un toque de humor surrealista con un grupo de personajes que se reúnen para rodar una pretendida película y acaban elucubrando sobre lo humano y lo cinematográfico”. Escenas que, previsiblemente, podrán materializarse cuando su nutrido grupo de amigos se junten a recordarla.
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