Jorge Ballester, el artista enfadado con el mercado
Fundó el Equipo Realidad y siempre defendió el compromiso del creador
Jorge Ballester mamó el arte ya desde la cuna. Su padre, el escultor Antonio (Tonico) Ballester, y su tío, el fotomontador Josep Renau, fueron claves en el panorama artístico de la República y del periodo de las vanguardias españolas, además de ejemplos del compromiso social y político de la creación. Y el pintor valenciano, que falleció ayer a los 72 años, predicó con el ejemplo.
En 1966 fundó en su ciudad natal de Valencia, junto con Joan Cardells, el Equipo Realidad, que cultivaba una figuración crítica y un pop art que hundían sus raíces en la apropiación de imágenes de la realidad cotidiana y de la historia del arte, en la negación de la autoría y del arte como objeto de transacción y en la denuncia social y política. A los diez años, con el inicio de la Transición, el equipo se disolvió y Jorge Ballester se dedicó al diseño. Fue incluso jefe de publicidad de Porcelanas Lladró, entre otros trabajos alimenticios. Pero nunca abandonó sus pinceles ni su ideología izquierdista. Era un pintor clandestino, un exiliado del mercado del arte que aborrecía. Un mercado que, paradójicamente, no ha dejado de revalorizar en los últimos años la airada creatividad del Equipo Realidad.
De fuerte personalidad, se relacionó con personalidades de la cultura como Luis Buñuel, Gabriel García Márquez, Sergio Pitol o Jorge Ibargüengoitia. Con motivo de una exposición organizada por la Universitat de València en 2011, que exhibía la obra que fue atesorando en su estudio, Jorge Ballester declaraba en una entrevista concedida a este diario: “Me gusta pintar pero no ser pintor. Los condicionamientos del mercado rebajan las virtudes de una obra porque siempre se enfoca a la venta y al éxito, que son dos palabras que me provocan rechazo. El éxito y la fama hacen a la gente estúpida y al producto, también”. Hasta el último momento lamentó la pérdida de conciencia del artista. Hoy será incinerado en Valencia.
Babelia
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