Catón: “El humor permite al mexicano plantar cara a la realidad”
Armando Fuentes Aguirre, probablemente el columnista más leído de su país, presenta en la FIL su último libro, ‘La guerra de Dios, su visión sobre el conflicto cristero
Primero, unos cuantos chistes colorados (verdes que dirían en España o azules, blue jokes en Inglaterra). Después, una reflexión sobre algún tema de actualidad. Y para cerrar, algún chiste colorado más. Esa es la sencilla estructura de los artículos más celebrados de Catón, pseudónimo de Armando Fuentes Aguirre, probablemente el columnista más leído de México. Catón escribe bajo su nombre o su alias cuatro artículos diarios y los publica en más de 150 periódicos de toda la república los 365 días del año. Pero también tiene tiempo para escribir libros como La guerra de Dios (Diana), un repaso al conflicto cristero, el enfrentamiento entre el Gobierno y milicias católicas que desangró México en los años 20 del pasado siglo. Su propósito, como en obras anteriores, es dar una visión de la historia de su país alejada de la “maniquea” versión oficial. Y demostrar así que ni los buenos eran tan buenos, ni los malos eran tan malos.
Micrófono en mano, de pie sobre un estrado, Catón (Saltillo, Coahulia, 1938) disertó una hora sobre su última obra este domingo en la Feria del Libro de Guadalajara ante unos espectadores incondicionales que celebraban a carcajadas sus chistes. Después, durante otras dos horas y media, firmó libros. “Hasta que se acabe la fila”, le dijo a la representante de la editorial que se acercó preocupada a preguntarle cuándo quería retirarse. Y a continuación, sin comer, y eran las cinco de la tarde, concedió algunas entrevistas a sus colegas periodistas. Traje impecable, sonrisa amplia, cabello totalmente cano, el contacto con el público parece gustarle casi tanto como escribir. Que ya es decir. “Lo mío no es un trabajo, es un goce extraordinario. Aunque no me pagaran, seguiría escribiendo. Estoy esperando a que amanezca para hacerlo”. Y cuenta del día, hace años, en que un amigo se acercó a su casa y prudente advirtió a su hijo: “No le molestes si está trabajando”. Y el pequeño le respondió: “No, tranquilo, está escribiendo”.
El día anterior, la FIL había rendido homenaje a uno de los grandes escritores y columnistas mexicanos del siglo XX, Jorge Ibargüengoitia, fallecido hace ahora 30 años. La tesis de los intervinientes fue que el humor de Ibargüengoitia era una fórmula para afrontar la fatalidad. Catón hace suya también esa reflexión. “El humor es algo muy serio. Los mexicanos recurrimos a él no como forma de evadir la realidad, sino de plantarle cara y convertirla en fuerza para salir adelante. Hacemos humor sobre inundaciones, terremotos y sobre ese otro desastre que se llama política. Y sabemos reírnos de nosotros mismos, lo cual es aún más inteligente”. Y explica así la estructura de sus artículos: “Hay que hacer reír, porque cuando alguien se ríe, abre la boca. Y ahí se le mete algo que no es grato, para que lo mastique: una mala decisión de los políticos, una crítica a tal o cual personaje… Y por último, se le alivia con otro destello de humor. Pero no es un gancho, eso lo degradaría. El humor tiene valor por sí mismo y presenta al hombre en su mayor dimensión humana, porque somos la única criatura capaz de reír”.
Para Catón, escribir un chiste es tan difícil como componer un bello poema ¿Y de dónde saca tantos? "En realidad son variaciones sobre temas recurrentes. Imagino una situación: un hombre llega a casa y encuentra al amante de su mujer en el armario. ¿Qué le diría? Y de esa escena salen varios cuentos". Catón asegura que su humor surge, fundamentalmente, "del pueblo". Pero admite otras influencias: los escritores españoles Enrique Jardiel Poncela y Álvaro de la Iglesia.
Pero volvamos a la historia y a su libro. La familia paterna del escritor era conservadora, formada por católicos y admiradores de Porfirio Díaz. La familia materna, una estirpe de librepensadores y masones. Tal vez por esa doble influencia, Catón se siente incómodo con la historia unívoca y oficial de México, la que escribieron los liberales cuando se impusieron tras la revolución. Su tesis es que esa versión es un relato de héroes y villanos, formada por mitos "que en vez de unirnos, nos dividen". “El liberalismo hizo mucho bien a México porque tenía la razón histórica, pero los conservadores tenían virtudes, como el amor a la patria y el apego a España. Ahora ya no se puede decir que Hernán Cortés fue un gran caudillo militar; no se puede decir que Maximiliano de Austria amó a este país; no se puede decir que Agustín de Iturbide fue el hacedor de la independencia; no se puede decir que Porfirio Díaz nos puso en un lugar de honor de las naciones civilizadas”.
Catón alaba, en contraposición, el relato que hacen los Estados Unidos de su propio pasado. Allí, Ulysses Grant y Robert E. Lee reciben los mismos honores, aunque lucharon en bandos opuestos durante la Guerra de Secesión. Sin embargo, es muy crítico sobre el ascendiente que el poderoso vecino del norte ha tenido sobre su país. Una influencia "en general nefasta" a la que llama “el hilo negro” de la historia de México. “Porfirio pudo hacer frente a la revolución, pero sabía que esta tenía la ayuda de Estados Unidos. Y si Juárez pudo prevalecer sobre los conservadores fue gracias a Washington, a quien no convenía un poder europeo”.
El hilo negro sigue bien enhebrado en el espinazo del país. Pero el escritor también cree que algunas cosas han cambiado, para bien, en los últimos años. “Hemos empezado a caminar por la senda democrática, que nos fue negada durante 70 años por un partido y por la voz única del presidente. Era una dictadura benévola, hasta que necesitaba dejar de serlo, como en el 68 [cuando se produjo la matanza de estudiantes en Tlatelolco]. Ahora el PRI ha vuelto pero no es el mismo: las redes sociales o las ONG hacen que sea imposible ese sistema de dominación”. Del general Álvaro Obregón (presidente entre 1920 y 1924) Catón dice en su libro que era el tipo más acabado del político mexicano: su vocación era el poder y todas sus acciones estaban dirigidas a conseguirlo y retenerlo. ¿Quién encarnaría hoy día ese prototipo? “La tentación sería responder que López Obrador [líder de la izquierda, excandidato presidencial]. Pero yo no lo siento así. Es un político iluminado, marcado por una fuerte vocación social, de rescatar al pueblo de su miseria pero no busca el poder. El sucesor de Obregón sería el expresidente Carlos Salinas de Gortari”.
Catón concluyó su perorata en la FIL dando las gracias. A sus lectores, a su familia y, sobre todo, a su esposa, Mari de la Luz. La conoció en una camioneta, se bajó en su misma parada y se dirigió a ella.
“Señorita ¿Puedo acompañarla?”.
La joven le dijo que sí y él replicó: “Pero toda la vida, ¿eh?".
En una semana estaban prometidos y llevan casi 50 años casados. ¿Cuál es el secreto de su matrimonio? “En México se decía que a la mujer, ni todo el amor ni todo el dinero. Y yo le di todo el amor y todo el dinero. Desde que nos casamos le entregaba todo lo que ganaba y ella me devolvía algo para mis gastos. Yo hago castillos en el aire, ella pone los cimientos en la tierra. Si no lo hubiera hecho, estaríamos ahora sentados sobre un hormiguero”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.