André Schiffrin, el ejemplo del editor resistente
Divulgó en Estados Unidos a numerosos autores europeos y fundó The New Press
El espacio que ocupó André Schiffrin en un viejo edificio de Nueva York en seguida que lo expulsaron de Pantheon, la editorial en la que sucedió a su padre cuando él tenía 26 años, era como el observatorio de un resistente en una guerra que estaba en su momento más peligroso pero en la que él no quería rendirse.
Ahora ha muerto Schiffrin, uno de los grandes editores del mundo, y esa es la primera imagen que viene a mi memoria: aquel hombre enjuto y elegante, vestido siempre con tejidos cálidos o frescos, con su corbata estrecha, su barba rojiza y rala, ocupado y atento. Él estaba allí, sentado en su mesa grande, poniendo en marcha una editorial, New Press, que convirtió en un manifiesto en cuanto la Random House de entonces, dirigida por Alberto Vitale, contravino los deseos del fundador Bennett Cerf de publicar “libros distinguidos, aunque no fuera rentables”, y expulsó de su lado a este hombre que, en la tradición de su padre, había publicado en Nueva York como si estuviera en la rive gauche de París, donde nació hace 78 años y donde ahora acaba de morir.
El padre de Schiffrin, Jacques, de origen ruso, amigo de todo el mundo en París, y sobre todo amigo de Andrè Gide, puso en marcha en Francia la mítica La Pleiade; con Gide y con otros intelectuales franceses partió al exilio norteamericano en cuanto el gobierno de Vichy asumió las prácticas nazis. En Nueva York se unió al editor Kurt Wolff (el editor de Kafka) al frente de Pantheon; ahí se publicaron (y publicó el propio André, en Pantheon y después, en New Press) autores como Hobsbawn, Cortázar, Aragon, Sartre, Chomsky o Günter Grass, como Tambor de hojalata, hace más de medio siglo, convirtió en un éxito sin precedentes en la edición literaria de libros extranjeros en Estados Unidos…
Pantheon fue adquirida por Random House, cuando ya André estaba en el sitio que había dejado su padre. La política de ganancias inmediatas y de la búsqueda irrestricta del best seller, llevó a Vitale a expulsar de ese lugar a Schiffrin, en medio de un escándalo cultural e incluso político que llevó a la calle y a los manifiestos (en Estados Unidos, y también en España) a editores y escritores (Vonnegut, Stron, Miller..; entre nosotros los editores Herralde, Salinas, Castellet, Beatriz de Moura) preocupados por lo que simbolizaba este cambio en la cúpula de la más emblemática de las editoriales literarias de Estados Unidos. Dos años después de esa expulsión, que llevó consigo el despido de gran parte del equipo de Schiffrin, éste se puso al frente de New Press, donde redobló la apuesta anterior y se empeñó en la publicación de autores como Hobsbawn o Chomsky, pero amplió el discurso de su catálogo a la disidencia política radical, a la divulgación de las luchas emergentes, desde el feminismo a la alerta ante el avance irrestricto del capitalismo.
No era un hombre amargo, por eso se levantó tan pronto de su caída y por eso montó New Press como un barco que presentaba batalla. A partir de su experiencia publicó un libro, La edición sin editores, que aquí editó Destino en 2000. Un representante vital en la historia de la edición cultural y comprometida en España, Javier Pradera, lo reseñó aquí y escribió: “Las transformaciones de la industria del libro durante el último tercio del siglo XX han relegado al desván de los recuerdos –al menos provisionalmente—las prácticas y los valores tradicionales del mundo de la edición: la pérdida de los rasgos singulares de ese oficio antaño vocacional es consecuencia del abrumador predominio de los enfoques estrictamente mercantiles en sus actuales planteamientos”. Ahí, resumía Pradera el pensamiento resistente de Schifrin, se había consolidado “la desenfrenada carrera de anticipos muchas veces irrecuperables y la búsqueda de elevados beneficios”, además de las consecuencias de la concentración editorial y de medios, que ponía en peligro, a juicio del editor norteamericano y del propio Pradera, no sólo la cultura sino incluso la democracia…
Diez años más tarde, en Madrid, en un almuerzo en el que habló para este periódico de su último libro El dinero y las palabras/ La edición sin editores (Península), amplió las alertas al mundo de las librerías, cuya desaparición paulatina pone en riesgo la propia edición literaria; ni en España ni en Estados Unidos se apoyan, al contrario de lo que pasa en Noruega, en Francia, en Alemania, decía, “y eso significará que habrá menos lugares en los que los lectores descubran libros; siempre he dicho”, añadía, “que la librería ideal no es la que tiene el libro que andas buscando, sino la que te vende el libro que no sabía que querías”. En aquel momento, acompañado de su editor Manuel Fernández Cuesta, que murió también recientemente, Schiffrin dijo esto: “Los retos tecnológicos son muy serios. En Estados Unidos, el peligro es el cierre de librerías… Los best sellers dominan las listas de los libros, el libro electrónico cuesta lo mismo que un libro de bolsillo, que hasta ahora era el ingreso más importante de una editorial. Y dentro de unos años Amazon será la que tenga el monopolio de la venta de libros”.
Estudió en grandes universidades, en América y en Inglaterra; en Cambridge conoció a su mujer, María Elena de la Iglesia (Leina), hija de un general republicano que participó en la defensa de Madrid y que se exilió en Devon. Escribió libros sobre el mundo editorial y sobre las consecuencias de la guerra mundial, en su vida y en la vida de la gente de su generación. Uno de los editores españoles que tuvo más cerca, Jorge Herralde, nos dijo ayer en Guadalajara (México), donde asiste a la Feria Internacional del Libro: “New Press fue una estimulante apuesta, como su libro La edición sin editores, a favor de la edición literaria y comprometida. Fue un resistente”.
Babelia
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