Jo Kanamori: “El japonismo no es la base de mi danza”
El coreógrafo nipón presenta hoy en Madrid con su compañía Noism el estreno internacional de ‘Nameless Hands-A Doll’s House’
Los kurogo (hombres de negro en el teatro japonés) actúan en escena de forma oculta, anónima para los ojos, que deben esforzarse en no verlos y fijarse en las marionetas o muñecos que manipulan. Pero son protagonistas en la sombra y su labor es decisiva en la acción. De este juego de apariencias, ausencias y manipulaciones trata la obra Nameless Hands-A Doll’s House, a cargo de la compañía Noism, dirigida por Jo Kanamori, en la vanguardia de la danza contemporánea de su país, que ahora llega por primera vez a España.
Jo Kanamori (Yokohama, 1974) fraguó su carrera artística en Europa, donde bailó y realizó diversas coreografías para compañías como Netherlands Dance Theatre 2 (Holanda), el Ballet de la Ópera Nacional de Lyon (Francia) y el Ballet de Gothenburg. La maestría de Maurice Béjart es clave en su trayectoria, dice: “Con él aprendí muchas cosas, pero sobre todo que en el arte escénico no hay barreras”. Y con esa mirada de artista multidisciplinar en la maleta, Kanamori volvió a Japón en 2002.
En 2004, ya habiendo sorprendido con espectáculos como no.mad.ic project. 7 fragments in memory, fue reclamado por el centro de artes escénicas Ryutopia, en Niigata, como director artístico de danza y responsable de la primera compañía estable nipona de ballet contemporáneo, Noism. Un juego con el nombre y concepto de la formación: el sí y el no, de lo que está y no está, lo que se comunica o se esconde, surgía en Shikaku (junio de 2004), donde los bailarines superaban las barreras del escenario y los espectadores podían entrar en él observando la acción desde distintos ángulos.
Noism estrenó en 2008 Nameless Hands-A Doll’s House, y recibió el Premio Asahi por “su brillante presentación”. Es una metáfora del tiempo, la imaginación, el deseo o la ambición, donde la manipulación de las muñecas y los objetos es un símbolo más. Y hay más símbolos: una música conocida que evoca recuerdos en el público y un decorado con mobiliario de segunda mano (la permanencia frente al consumo efímero).
En estas “manos sin nombre en la casa de muñecas” que estrena en España (y en Europa) Kanamori en los Teatros del Canal de Madrid (hasta el sábado 30 de noviembre) hay una fusión de teatro tradicional japonés y danza contemporánea. Pero esta fusión premeditada no es la línea habitual de trabajo de Jo Kanamori. “Mi próximo proyecto no tiene nada que ver con lo que los espectadores contemplarán ahora en Madrid”, advierte. Un espectáculo que ya fue rupturista en su estreno en Japón en 2007, Play 2 Play, se reestrenará actualizado en Japón el próximo diciembre. Para la revisión de su obra, el bailarín y coreógrafo cuenta con “artistas amigos”, como el arquitecto Tsuyoshi Tane (con estudio en París y uno de los autores del Museo Nacional de Estonia) con quien trabajó en Shikaku, y el diseñador de moda Yasuhiro Mihara (un rey de las zapatillas atrevidas).
“Tengo la suerte de conocer gente muy creativa fuera del campo de la danza con quienes comparto mi forma de expresión”, cuenta Kanamori. Y esa forma es la libertad y el eclecticismo del estilo occidental que “manda en la escena japonesa de danza contemporánea”. La preocupación por la técnica, por el primor de la ejecución frente al movimiento rudimentario (“hace diez años se veía como algo cool”) son signos de cambio, según el coreógrafo. Y también se ha dejado al margen el orientalismo.
Lo más importante es el equilibrio de la mezcla. Vivimos en un mundo global
“El japonismo no es la clave general ni la base de mi danza. Lo más importante es el equilibrio de la mezcla. Vivimos en un mundo global. Muchos nos hemos formado fuera y tenemos una expresión personal propia, en la que surge de forma natural la identidad japonesa”, subraya el coreógrafo, optimista con la cantera nipona de danza, que él se encarga de animar desde su centro de Niigata. A sus alumnos de Noism 2, donde entrenan jóvenes de todo el país, les enseña precisamente a “dar rienda suelta a su propio movimiento, a su carácter único como creadores”. Busca bailarines inspiradores que transmitan al público y al propio coreógrafo, de forma que este recoja su potencial y su carácter a la hora de crear el espectáculo. La fórmula de esta segunda compañía es la misma que la de Noism 1: danza sin principios establecidos.
Alimentando el tráfico de influencias creativas, Noism viaja por el mundo desde 2007 y ha presentado sus espectáculos en nueve países. Tras su paso por Madrid volverán a Japón con dos proyectos de Kanamori en cartera: la nueva versión de Play 2 Play y una adaptación de la ópera Carmen de Bizet. “Habrá danza y teatro”, anuncia el coreógrafo, pero advierte que las palabras no serán protagonistas de la acción dramática: “El lenguaje de los bailarines es universal, supera los idiomas, nos expresamos a través del cuerpo".
Babelia
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