Modista de éxito, galerista frustrado
Una muestra mezcla cuadros de las galerías que Dior dirigió antes de ser diseñador con obras de artistas actuales en París
Hubo un tiempo en el que Dior no era un nombre comercial instantáneamente asociado a la moda. Christian, el hijo de una acomodada familia industrial con ese apellido, soñaba con tener una galería de arte. Sus padres le financiaron la aventura con una condición: no querían ver su nombre en un local en plena calle. Les parecía vulgar. Hay una indiscutible ironía en el hecho de que la ruina familiar obligara a Christian a buscarse la vida y terminara siendo, pasados los cuarenta, un célebre diseñador de moda cuyo nombre decora hoy cientos de tiendas en todo el mundo. En todo caso, la anécdota explica por qué su faceta como galerista es mucho menos conocida que su definitiva encarnación como modista. El tema ha sido tratado en libros y exposiciones aunque nunca se había documentado tan extensamente como en la muestra Miss Dior, que hoy se inaugura en el Grand Palais de París.
Entre 1928 y 1931, Dior dirigió la galería de Jacques Bonjean. A partir de entonces y hasta 1934, llevó la de Pierre Colle. Siempre con el apoyo económico de los Dior. En la primera, entró en contacto con artistas como Christian Bérard. En la segunda, organizó muestras dedicadas al surrealismo, entre ellas, un monográfico sobre Dalí en 1932 y una colectiva en la que participaron Picasso, Giacometti o Man Ray, en 1933. Ochenta años después, una selección de obras de todo ellos se presentan junto a bocetos de Dior inspirados en su trabajo.
Pero este repaso histórico es solo una parte de un proyecto que ofrece nuevos matices en la intricada relación actual entre la industria del lujo y el arte. Porque el sujeto de la muestra no es la moda que Dior diseñó en sus intensos diez años de trabajo. En este caso, el protagonismo recae en el perfume Miss Dior, una fragancia que creó en paralelo a su primera colección. Una línea que revolucionó el vestir en 1947 y dio lugar a una silueta bautizada como New Look. Es la segunda exposición parisiense que este año homenajea a un perfume, tras Nº5 Culture Chanel, que se pudo en el Palais du Tokio entre mayo y junio. Las colonias eran, hasta hace poco, algo incluso más ajeno a la cuestión expositiva que la ropa y las joyas. “Pero en el fondo es algo muy abstracto, que permite múltiples inspiraciones”, defiende el comisario de la muestra Hervé Mikaeloff. Mikaeloff asegura que Dior, que forma parte del mayor grupo del lujo del mundo (LVMH), lleva dos años trabajando en esta iniciativa y que no guarda relación alguna con la del eterno rival. “Respeto lo que ellos hicieron, pero aquella muestra era enciclopédica, se trataba solamente de la historia de Gabrielle Chanel. Esto es completamente distinto porque ofrecemos una vertiente contemporánea al invitar a 15 artistas a interpretar hoy esa idea de la femineidad que representa el perfume con obras nuevas”.
Las piezas de Polly Apfelbaum o Karen Kilimnik dialogan con un puñado de vestidos (de Christian Dior y también de Raf Simons, actual director creativo de la firma) en la sección principal de la exposición. Cuando Lara Baladi (Beirut, 1969) recibió la invitación para participar, la ciudad en la que vive -El Cairo- estaba inmersa en la primavera árabe. El contraste entre la realidad que le rodeaba y la posibilidad de formar parte de una muestra de estas características le pareció “esquizofrénico”. Sin embargo, aceptó. “Decidí que era una oportunidad para lanzar un mensaje. En el fondo, tenía todo el sentido como respuesta a lo que estaba pasando. Centrarte en la belleza, trae belleza”. La instalación en vídeo de Baladi parte de una cita del diseñador: “Miss Dior nació en las noches de Provenza, iluminadas por luciérnagas”. Baladi toma imágenes de mujeres que fueron ejemplos de resistencia y creatividad al final del siglo XIX y durante la primera mitad del XX, como Anna Pavlova o Isadora Duncan, y las transforma en pequeñas luciérnagas que bailan en un bosque nocturno y animado. Faros de inspiración en tiempos oscuros. Un mensaje poderoso en el mismo día que un estudio revelaba que las primaveras árabes han traído un importante retroceso en los derechos de las mujeres en esos países y que Egipto es el peor de la zona. “No soy ingenua respecto a los objetivos de las firmas de moda con estas iniciativas. Pero al mismo tiempo no me supone ningún problema mientras yo me mantenga fiel a mí misma y cree una pieza con valor. Ahora mismo los museos están recortando sus inversiones y es bueno que haya otra gente que financie proyectos artísticos”.
“Obviamente, los artistas no quieren ser manipulados y utilizados en algo meramente comercial”, admite Mikaeloff que trabaja con el grupo LVMH desde 2004 y ha organizado varias exposiciones para Louis Vuitton. “Lo que muchos valoran es la posibilidad de llegar a un público amplio. En este caso, es una exposición gratuita y viajará por el mundo”. Su selección de artistas tiene un inequívoco énfasis internacional. La portuguesa Joana Vasconcelos ha creado un gigantesco lazo con botellas de perfume y LED, que se presenta junto a la memorable fotografía Dovima con elefantes de Richard Avedon ( 1955). La china Liang Yuanwei se inspiró en un trémulo vestido de 1949, que fue creado como respuesta plástica al perfume, para una pintura que evoca también un poema de Rilke. La iraní Shirin Neshat inmortaliza a Natalie Portman, hoy imagen de Miss Dior, en una película sombría alejada de todo glamour. La brasileña Maria Nepomuceno transforma el frasco en una instalación de barro, nylon y perlas que sugiere tentáculos y raíces. “Ha sido muy curioso entrar hoy aquí y ver las obras de las demás”, confesaba la estadounidense Alyson Shotz. “Es interesante cómo cada una se ha llevado el tema a su propio terreno y sensibilidad”. Según Mikaeloff: “Con estas muestras nos acercamos a los años treinta y cuarenta cuando la moda estaba cerca del arte de una manera más orgánica”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.