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'IN MEMORIAM'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Jesús Mata, reportero gráfico y testigo de la historia

El cámara de televisión se jugó la vida para que los espectadores conociesen lo que estaba pasando

Jesús Mata, trabajando como cámara para TVE durante la guerra de Ruanda en 1994.
Jesús Mata, trabajando como cámara para TVE durante la guerra de Ruanda en 1994.

Jesús Mata dejó el viernes un vacío imposible de llenar entre sus familiares, amigos y compañeros, pero también nos deja un recuerdo fabuloso de varias décadas de nuestras vidas, décadas muy convulsas y a menudo dramáticas; de varias décadas a caballo entre los dos siglos que nos ha tocado vivir y gracias a él otros podrán evocar con mayor precisión. Conviví con Mata muchas horas en circunstancias difíciles, esas circunstancias, a veces bajo la oscuridad y el eco de los cañonazos, que tanto contribuyen a conocer el fondo de las personas y apreciar sus valores humanos, al margen de los profesionales, y nunca sabré qué despertaba en él mayor admiración, si su sensibilidad artística unida a su nervio periodístico o su serenidad ante las adversidades que tanto contribuía a proseguir en el empeño y a ejemplarizar su capacidad de comprensión y tolerancia.

Mata (Madrid, 1948) tenía un ojo especial para captar las mejores imágenes con la luminosidad o la penumbra más expresivas, darles el encuadre más revelador de lo que encerraban, tal y como si en el enfoque y la oportunidad en el cambio de plano supiese penetrar en el fondo de las noticias sin descuidar en ningún momento su primer impacto visual. Era un cameraman excepcional, con el que todos los reporteros de aquella época queríamos viajar a cubrir los acontecimientos más arriesgados. Como camarógrafo garantizaba total seguridad y como compañero de empresas difíciles inspiraba confianza. En los momentos cruciales hablaba poco, prueba de que pensaba mucho, porque cuanto decía resultaba tan oportuno como acertado.

Jesús Mata formó parte de una generación irrepetible de reporteros gráficos de Televisión Española —formados en la casa aprovechando muy bien las enseñanzas artísticas de los veteranos procedentes del cine a las que enseguida incorporaron el sentido periodístico que impone la actualidad—, entre los que me vienen a la memoria —y pido disculpas a los que con las prisas seguro que olvido— a Evaristo Canete, José Luis Márquez, José Manuel Reverte, José Manuel Maelllas, Laureano González, etcétera. Y como todos ellos, se jugó la vida en múltiples ocasiones para que todos los espectadores pudiesen conocer mejor la realidad de lo que estaba ocurriendo en cualquiera de los continentes, lo mismo una guerra que una hambruna o un terremoto.

Mata nos deja, sí, un legado cuyo valor solo será apreciado en todo su valor cuando dentro de un tiempo permita a las futuras generaciones ver con la expresividad de sus imágenes la realidad unos hechos que serán ya parte de la historia del mundo que será estudiada en las escuelas. Desde la independencia de Guinea Ecuatorial, la última colonia española que consiguió su soberanía, hasta algunas escenas del trauma que crearon a la humanidad los atentados terroristas del 11 de septiembre en Nueva York y Washington, pasando por el último genocidio en Ruanda. Todo queda para siempre perpetuado por el ojo de Jesús Mata detrás de un objetivo que, repito, él enfocaba como nadie con oportunidad periodística y sentido artístico.

Diego Carcedo es periodista.

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