¿Dónde están Cornelius Gurlitt y sus cuadros? Un misterio
Entre las 1.500 piezas que un anciano almacenaba hay un autorretrato de Otto Dix y un 'chagall' que no constan en ningún catálogo
Aunque el fiscal Reinhard Nemetz dice que los funcionarios de aduanas ya sabían que encontrarían obras de arte, adentrarse en el piso muniqués de Cornelius Gurlitt debió de parecerse a indagar en las maravillas de la cámara mortuoria de algún faraón egipcio. Además de la pésima ventilación y la incertidumbre última sobre el tesoro, la vivienda comparte con las viejas tumbas una cualidad de máquina del tiempo: el octogenario Gurlitt almacenaba, escondida del mundo, una tremenda colección de pinturas y dibujos de artistas excelentes de varios siglos. Arte dado por perdido o, simplemente, olvidado. Como un chagall que no figura en los catálogos y un autorretrato de Otto Dix fechado en 1919, cuya existencia solo conocía ya su propietario. El hijo del marchante de arte Hildebrand Gurlitt las heredó a la muerte de su padre hace 60 años. Pinturas, dibujos, acuarelas y litografías de Picasso, Chagall, Renoir, Toulouse-Lautrec, Max Beckmann, Macke, Courbet, Matisse, Dix, Kokoschka... guardados durante décadas en un piso semiabandonado. Eso sí, según la experta berlinesa Meike Hoffmann, “de la forma adecuada”.
Las revelaciones hechas hoy en conferencia de prensa en Augsburgo permiten dudar de que el valor económico de la colección alcance los 1.000 millones de euros, como publicó inicialmente el semanario Focus. Si bien contiene cuadros nunca vistos y piezas muy valiosas, gran parte de la colección se compone de dibujos a lápiz u obras impresas en papel. Los tres picassos, por ejemplo, son dos litografías y un dibujo. Así y todo, los investigadores desconocen qué tienen entre manos exactamente, puesto que la primera fase de su evaluación solo incluye 500 obras elegidas por la historiadora Hoffmann “a ojo” y a modo de prueba aleatoria.
El jefe del Departamento de Aduanas bávaro, Siegfried Klöble, explicó en una rueda de prensa concedida junto a Hoffmann y el fiscal jefe de Augsburgo, Reinhard Nemetz, que las obras de arte estaban ordenadas y “en muy buen estado”. Klöble y Nemetz se negaron a comentar las informaciones del semanario Focus sobre el estado desastroso del inmueble. Consideraciones higiénicas aparte, la colección aguantó perfectamente.
Los agentes de aduanas tardaron tres días en llevarse todas las piezas, almacenadas ahora en un lugar secreto mientras Hoffmann trata de dilucidar su procedencia original y si fueron pasto de la rapiña antisemita de los nazis. Aunque el régimen de Adolf Hitler represalió a Hildebrand Gurlitt por su parcial ascendencia judía, el marchante colaboró con él en la venta de piezas de arte degenerado decomisadas a coleccionistas judíos o retiradas de las colecciones públicas de arte.
El hallazgo ha dado esperanzas a decenas de familias de judíos exiliados de Alemania y de los territorios ocupados por los nazis. Aunque Gurlitt padre no era miembro del partido de Hitler ni parte directa del régimen, es muy plausible que su colaboración con los nazis le permitiera quedarse con piezas robadas, decomisadas o malbaratadas por familias que necesitaban dinero contante para huir de los verdugos pardos.
Algunas de las obras del tesoro son exponentes del “arte robado” por los nazis. Por ejemplo, el retrato de una mujer sentada que pintó el francés Henri Matisse, que fue propiedad del marchante francés Paul Rosenberg. Antes de escapar a Estados Unidos en 1942, Rosenberg creyó dejarlo a salvo en una caja fuerte francesa.
El Consejo Central de los Judíos en Alemania exige “transparencia” a las autoridades. Su presidente, Dieter Graumann, pidió que “se reconstruya exactamente” la historia de cada pieza. Las pesquisas al respecto serán, según admite la experta Hoffmann, “muy complejas”.
Representantes de familias judías represaliadas por Hitler, como la del marchante Alfred Flechtheim, han protestado por el secretismo con el que las autoridades alemanas, incluido el Gobierno federal, han tratado el caso desde su hallazgo en febrero de 2012.
Algunas piezas estuvieron entre las más de 20.000 que los nazis retiraron de los museos alemanes en 1937. Les parecía que algunos de los artistas más célebres de su época producían “arte degenerado”. Como la acuarela de Franz Marc Paisaje con caballos, que formó parte de la colección de un museo en Halle hasta que llegaron los nazis y acabó finalmente en el piso de Gurlitt.
El fiscal Nemetz no sabe o no quiere decir dónde está ahora el octogenario. No mantienen, asegura, contacto con él. Los funcionarios corrigieron algunas informaciones previas sobre el momento del hallazgo, que resultó un año después de lo que se había publicado. Contra Gurlitt pesan ahora acusaciones de evasión fiscal y apropiación indebida, pero ninguna suficiente como para encarcelarlo. No creen los investigadores que Gurlitt tenga más cuadros escondidos. Nemetz dijo que el anciano cooperó tras el descubrimiento. No refirió el contenido de estas declaraciones.
Todo indica que Gurlitt, que tiene otra vivienda en la ciudad austriaca de Salzburgo, sigue vivo y más bien apático ante el destino del tesoro que heredó de su padre. Cuenta Focus que su casa de Múnich mantenía las ventanas cerradas. Nunca se empadronó en ella y, según el semanario, “era un desconocido para las autoridades alemanas”. Nacido en Hamburgo en 1933, tiene pasaporte austriaco. Las autoridades sospecharon de él por primera vez en 2010, cuando lo sorprendieron en un tren entre Múnich y Zúrich con 9.000 euros en el bolsillo.
Babelia
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