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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La circularización del cuadrado

Una exposición-proyecto de la artista Dora García en el Centro Guerrero de Granada bucea en el insondable universo de 'Finnengans Wake', de James Joyce

James Joyce, en los años 20.
James Joyce, en los años 20.cortesía de Everett Collection

No conozco a nadie que haya leído entera la novela de James Joyce Finnegans Wake (1939), pero acabo de ver en Granada, en el Centro José Guerrero, un vídeo de 53 minutos, La Sociedad Joyceana, de Dora García, dentro de su exposición Continuarración. Sobre sueños y crímenes.

En una habitación se reúnen los conjurados para leer Finnegans Wake, mientras envejecen, nieva y el día se va. Tardaron once años en llegar a la última palabra, y volvieron a empezar y a empezar, de 1988 a 2013. Dora García encontró el título de su proyecto en la página 205 del libro: “¡No pares nunca! ¡Continuarración! No has llegado todavía”. Y entonces leemos: “I amstel waiting. Garonne, garonne!”. Algo que, traducido al inglés, quizá diga: “I am still waiting. Get on, get on!” (“Aún estoy esperando. ¡Sigue, sigue!”). La heroína del cuento es Anna Livia Plurabelle, la mujer río, y ríos son el Amstel y el Garona. Fluyen los nombres fluviales en la novela, a cientos, desde el origen a orillas del Liffey, en Dublín. La primera palabra es riverrun. ¿Cómo sonaría en español “ese ruido de río que corre”?

‘Continuarración’ irá acompañada de un seminario sobre el escritor

No es raro encontrarse inmerso en Finnegans Wake y en Granada, ciudad de dos ríos, que asoma en la página 194. En un cruce de palabras entre los gemelos Shem y Shaun, hijos del tabernero H. C. Earwicker y su mujer Anna Livia, oímos: “Caín caníbal... que lamenta como hombre esa inocencia que yo no sabría defender como una mujer”. Y resuena la sentencia que, según la tradición, la madre de Boabdil lanzó contra su hijo, rey destronado de Granada, en el momento del exilio: “Llora como mujer lo que no has sabido defender como hombre”. Joyce convirtió las palabras en uno de esos pasatiempos ópticos en los que una sola imagen parece dos, como esa liebre que también es un pato, o al revés, según se mire.

En el universo de Finnegans Wake, caosmos y drauma de diversión verbal, trauma dramático o drama traumático, juegan los signos a la colisión y la metamorfosis, palabras Frankenstein, injertos de distintos animales naturales y sobrenaturales como las criaturas del principio de Höxan, la película sobre brujas de Benjamin Christiansen, que también se verá en Continuarración. Höxan es del año de Ulysses, 1922, pero, si Ulises transcurre en un día, Finnegans Wake fluye en una noche de voces que piden ser dichas, oídas, miradas como jeroglíficos. Una artista visual, Dora García, piensa ahora en ese flujo verbal inagotable a través de pantallas, imágenes, libros cerrados, afiches, vitrinas, estanterías y alfombras y suelos, óleos, iglesias reales vistas a través de un ventanal.

Un ejemplar de Finnegans Wake duerme en una vitrina de la exposición, adorno nunca leído, o icono pop como un disco de Marlene Dietrich, Dylan, los Clash, o Brecht y Weill, o un libro de Antonin Artaud, Malcolm X o Ulrike Meinhof, también aquí, metonimias del siglo XX, del nazismo y las revueltas de los años sesenta y setenta. La novela de Joyce surge como una clave entre reliquias de proyectos anteriores de Dora García, Klau mich (Róbame), de la Documenta de Kassel de 2012, o Lo inadecuado, para la Bienal de Venecia de 2011. Hay un cartel de un teatro de Génova que ofrece en 1965 una versión de La conciencia de Zeno, de Italo Svevo, y otro del estreno mundial en Trieste de la película Senilità, de Mauro Bolognini, con Claudia Cardinale, basada en otra novela de Svevo, el amigo triestino de Joyce.

Livia, como la heroína de Finnegans Wake, se llamaba la mujer de Svevo, judío, denunciado como tal en 1939 por un burócrata literario del fascismo. Los maestros de los escritores como Svevo serían, según el funcionario, “locos patológicos que se llaman Proust y Joyce, nombres extranjeros y judíos hasta la médula”. Así aparece Lucia, la hija esquizofrénica de Joyce, Robert Walser y sus microgramas, una vitrina dedicada al arte de los locos, un vídeo de 2010, La mayoría marginada, en torno a la antipsiquiatría de hoy y de hace cincuenta años, y Lacan convertido en papel pintado. La obra de Dora García se extiende en el tiempo, y durante este otoño, dentro de Continuarración, Francisco García Tortosa, intérprete feliz de Joyce, dirigirá un seminario de traducción imposible. Los que se arriesguen a entrar en el laberinto nocturno joyceano coincidirán con traductores intrépidos como Samuel Beckett, Philippe Soupault, Adrianne Monnier, el propio Joyce, Víctor Pozanco, Gianni Celati, Anthony Burgess o Haroldo de Campos. Finnegans Wake es inacabable, circular como la historia y sus ciclos de generación, decadencia y regeneración. Joyce, para definir su novela, hablaba de la circularización del cuadrado. En la última sala, frente a los tejados del Sagrario y la Capilla Real, junto a un óleo de Guerrero, Verde de sapén, de 1990, espera un aforismo de Dora García: “El arte es para todos, pero sólo una élite lo sabe”. Pertenece a la serie Frases de Oro y al coleccionista Rodolphe Janssen. El humor es la esencia adictiva de Finnegans Wake.

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