La deslumbrante literatura de Catton
La autora fascinó a la crítica con 'El ensayo general' con 22 años. Ahora con 28 logra el Man Booker y se convierte en la gran promesa de las letras neozelandesas
Eleanor Catton ha sobrepasado dos marcas al ganar con 28 años el Man Booker con The luminaries: con esta edad es la autora más joven que lo obtiene y así sucede al poeta y novelista nigeriano Ben Okri que lo logró a los 32 con El camino hambriento en 1991. Además, su novela supera con 832 páginas la extensión de la escrita por Hilary Mantel En la corte del lobo que con 672 saboreó la gloria del premio y Posesión de AS Byatt con 624. Y bate así a la obra más breve hasta ahora nominada: The last testament of Mary de Colm Tóibín, una novela corta de 30.000 palabras. Catton es asimismo la segunda neozelandesa en lograr la distinción; Keri Hulme lo hizo en 1985 con The bone people. Y para la casa editorial con la que publica en inglés, Granta, ha supuesto el primer Booker, en una edición que representa un final y un nuevo comienzo rodeado de polémica: si hasta ahora el galardón estaba abierto para los autores con un pasaporte de Gran Bretaña, Irlanda o de un país de la Commonwealth o de Zimbabue, a partir del año que viene se extiende a obras de ficción que hayan sido publicadas en inglés y en Gran Bretaña. Estados Unidos así entrará en una carrera que ya cumple 45 años, y que entrega al autor distinguido 50.000 libras esterlinas (59.200 euros).
Estos son los datos. Detrás está la historia de lo que los críticos describen como la promesa de construcción de una tradición literaria neozelandesa de la mano de una escritora que se estrenó a los 22 años con la espléndida El ensayo general (Siruela). Esta era la obra con la que completaba su máster en Escritura Creativa como tesis de graduación y que tras hacerse con el Adam Award de la Universidad de Victoria en Wellington encandiló primero a la crítica y a los lectores de su país; después, a británicos y estadounidenses. Ha sido traducida a 15 idiomas y propuesta para el Orange, o los prestigiosos Médicis o el Femina entre otros.
En El ensayo general Catton explora el final de la inocencia en una narración llena de lirismo y de teatralidad en la que el lector debe batallar con un juego de metaficción, y con el cruce y convivencia de géneros. Los aspirantes a convertirse en actores de una escuela de teatro se ven enfrentados a sus sentimientos más oscuros, mientras se preparan para la gran obra final basada en un caso real: el abuso de un profesor hacia una alumna de la vecina escuela de música. Ahí, la profesora de saxofón concibe la iniciación sexual como camino hacia el arte, en un estudio de los mecanismos del alma femenina brutal y sin concesiones. Estos son solo algunos adjetivos que la crítica internacional ha empleado para definir El ensayo general: “serena”, “inteligente”, “una fuente de celebración y de sorpresa”, “un debut astral”, o “sabia”.
El relato de Catton es también el de una joven nacida en Ontario (Canadá) y que se desplazó a Nueva Zelanda con seis años, la tierra natal de su padre, un estudiante de doctorado de filosofía en la universidad de Western Ontario. Catton confesaba en una entrevista publicada en septiembre al diario The Guardian que creció sin televisión y que le gusta hablar de sus ideas y no tanto de sí misma. “Me molesta el hecho de que cuando las mujeres hacen filosofía, no se considera como tal, sino algo más…”, declaraba.
El presidente del jurado del Man Booker, el escritor británico Robert Macfarlane, calificó de “deslumbrante” la monumental The Luminaries, construida al estilo de la gran tradición de la novela del siglo XIX y alrededor de la astrología como uno de los elementos principales. Y añadió: “Es una novela magnífica. Maravillosa en su compleja estructura, adictiva en su narración y mágica en la forma en que evoca un mundo de codicia y de oro”. Eleanor Catton ideó la trama de la novela cuando aún era una estudiante universitaria, partiendo como sucedió en el caso de El ensayo general de una idea filosófica. La historia se desarrolla en Hokitika, una pequeña ciudad en la costa oeste de Nueva Zelanda en 1860. Catton se había empapado de grandes novelas de ese siglo como Moby Dick o Los hermanos Karamazov, pero una gran obra neozelandesa era la ausente en ese periodo. A The Guardian también le contaba de la experiencia de no estar sujeta a las restricciones de una tradición literaria ante la que tuviera que situarse. Así pudo vivirlo en sus estudios de escritura creativa en la Universidad de Iowa.
Babelia
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