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Obituario

Toni Catany o la obsesión por el paso del tiempo

El fotógrafo mallorquín, especialista en la memoria y bodegones, muere a los 71 años

El fotógrafo Toni Catany en el Palau Ducal de Gandía en 2006.
El fotógrafo Toni Catany en el Palau Ducal de Gandía en 2006.NATXO FRANCÉS

El fotógrafo mallorquín Toni Catany, un autor de primer orden internacional, por su calidad, proyección e influencia desde hace décadas, pereció este lunes 14 de octubre, a los 71 años. Padeció un infarto en el centro de salud de El Raval de Barcelona, ciudad en la que residía desde 1960, según explicaron, entre sollozos sus amigos, la cantante María del Mar Bonet y el escritor Biel Mesquida. Antoni Catany (Llucmajor, Mallorca, 1942) entró la fotografía en las galerías de arte y él tiene su lugar en los museos de arte contemporáneo y grandes colecciones privadas. La revista Life le consideró uno de 100 mejores fotógrafos del mundo. Realizó más de cien muestras personales, en todo el planeta.

En Mallorca queda la sombra de un non nato el Centro Internacional de Fotografia Toni Catany, fundación que él estableció sobre la donación de sus colecciones, la dotación del Gobierno de España y la complicidad del Consell de Mallorca de la época progresista. Los recortes y la deuda dejaron sin motor financiero el legado de su casa, la vecina y sus fondos de arte. Catany se quería retirar en Llucmajor y ayudar con su experiencia, coordinar con sus contactos las actividades del que iba a ser lugar de encuentro para fotógrafos del Mundo. El bloqueo institucional, durante más de tres años, le causó una enorme desazón. Centros de fotografía de Francia y otros países europeos se disputaban la compra de sus archivos y deseaban su compromiso personal como gestor o ‘gancho’. Él sentía la llamada de la tierra y de sus antecesores. Toni Catany ya no se retirará al lado de La Meva Mediterrània (1991), su libro premiado en los encuentros de Arlès (Francia) y considerado la mejor edición de aquel año según la Generalitat.

Autor de dos volúmenes clave Somniar Déus (1993) y Obscura Memòria (1994), sobre la anatomía de cuerpos, cosas y monumentos se manifestó este lunes cansado. Llevaba así desde hacía una semana y, acudió caminando, como siempre, a consultar al médico. La situación fue irreversible. Vivía y trabajaba en un piso noble de la izquierda de las Ramblas, no lejos del mercado de la Boquería. Cuando a finales de los 80, el entonces alcalde de Barcelona Pasqual Maragall, quiso saber qué pasaba en los barrios de la capital, como afrontaban a pie de calle su ciudad los vecinos, se hizo huésped durante una semana del artista ahora desaparecido.

Fotógrafo de cabecera de Maria del Mar Bonet –es autor de casi todas las portadas de los discos- amigo y observador del trabajo de Miquel Barceló, fue Premio Nacional de artes Plásticas y Premio Nacional de Fotografía en 2001. Trabajó en los comienzos de su carrera con Baltasar Porcel en Destino y en La Vanguardia en grandes historias en Israel y Egipto. Retrató a miles de intelectuales y artistas, situó su mirada tecnológica sobre los ciudadanos anónimos, los tipos de su pueblo, como el paso del tiempo marcaba las cosas, los higos, el Mundo y las plantas de su madre. Publicó decenas de libros, de manera cuidada, en destacadas editoriales. El peso del tiempo se ve en el volumen Natures Mortes (1987) fue el mejor libro de imágenes fotográficas. Uno de los más apreciados era Record de Llucmajor de 2003, una miscelánea de estampas de su propia experiencia personal de más de medio siglo. Sus amigos escritores Miquel Bezares, Sebastià Alzamora, Miquel Cardell pusieron letras a sus imágenes. Su amigo y paisano Antoni Garau, exescultor, realizó el proyecto editorial e impulsó con él las ideas del centro internacional non nato.

“A veces la prensa no me pide fotos al suponer que soy muy caro”, confesó a un colega de años tras localizar una imagen de un escritor muerto en su inmenso y ordenado archivo de negativos, positivados y digital. “Finalmente uso cámara digital también”, señaló quien hizo la transición del blanco y negro al color, desde las imágenes primitivas sobre cristal y papel hasta el revelado gigante de las polaroids o impresiones digitales gigantes como la que se muestra ahora mismo en Es Baluard de Palma, un perfil de un africano. En el Museo Nacional de Arte de Catalunya (MNAC) presentó, años atrás, una antológica “El artista en su paraíso” y legó medio centenar de sus obras a la institución.

Hombre tranquilo y de extrema sensibilidad, era un personaje humilde, se definía como un autodidacta. Se hizo fotógrafo porque al lado de su casa de Mallorca vivió un pionero, el cura Tomás Monserrat (1873-1944). El apenas lo conoció pero salvó su enorme fondo de retratos de gente rural y ‘señora’ de Llucmajor y le dedicó un libro Tomàs Monserrat (retratista d’un poble), 1983, que documentó el director del gabinete de fotografías de la Biblioteca Nacional de París.

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