Buscando a Verdi desesperadamente
A pesar del bicentenario, no es fácil encontrar en las librerías españolas buenas biografías de Verdi
En el binomio formado por los dos grandes rivales del genio operístico, nuestra época, veleidosa e inconsistente, parece haberse decantado por Wagner, al menos si consideramos las respectivas bibliografías publicadas con motivo del bicentenario de ambos compositores. Sintomáticamente, en El ruido eterno (Seix Barral, 2009), de Alex Ross, un modesto best seller en torno a la música del siglo XX, las referencias al compositor alemán (fallecido en 1883) son mucho más numerosas que las que dedica al italiano (que murió en el inicio del novecento), lo que subraya indirectamente la mayor influencia atribuida al legado del primero. Se diría que Verdi, de cuya música se ha dicho que buscaba consolar al hombre más que transformarlo (como deseaba Wagner, que se consideraba profeta de un tiempo nuevo), se da por descontado: quizás porque nos resulta más familiar y su obra, pegada al terreno de la tradición popular, exhibiera ambiciones más modestas que las implícitas en la gesamtkunstwerk (obra de arte total) wagneriana. A pesar de que sus existencias ofrecen sorprendentes paralelismos en tantos sentidos, sería difícil encontrar dos caracteres más diferentes y dos concepciones más opuestas de la música y el drama. Y, sin embargo, es posible (y necesario) amarlos a ambos, como explica Peter Conrad en su reciente ensayo Verdi and/or Wagner (Thames & Hudson), subtitulado sintomáticamente Two Men, Two Worlds, Two Centuries. Y es que su música los distingue y, en cierto modo, los explica: Fernando Fraga y Enrique Pérez Adrián comentan sus respectivas discografías en Verdi y Wagner, sus mejores grabaciones en DVD y CD (Alianza), un excelente vademécum (prologado por Blas Matamoro) para ayudar al aficionado a encontrar y elegir las mejores versiones disponibles en el mercado. En cuanto a las relaciones entre ambos, resulta sorprendente que estos dos estrictos contemporáneos, los más reverenciados compositores de óperas de su tiempo, nunca llegaran a encontrarse. Franz Werfel (1890-1945), tercer marido de la señora Alma Marie Mahler Gropius Werfel, imaginó un hipotético encuentro de ambos en Verdi, la novela de la ópera (Espasa Calpe, 1922), ambientada en una Venecia fantasmal y brumosa durante los últimos meses de la vida de Wagner, pero su lectura resulta tediosa y demasiado lastrada por la reiterada yuxtaposición de elementos novelescos, biográficos y disquisiciones sobre las opuestas concepciones de la música de los dos personajes.
Biografías
A pesar del bicentenario, no me ha resultado fácil encontrar en las librerías españolas buenas biografías de Verdi. Se ha reeditado oportunamente (en Booket) Giuseppe Verdi, la intensa vida de un genio (2001), de Ángeles Caso. Y pueden encontrarse las también limitadas biografías de John Rosselli (Vida de Verdi, Cambridge University Press), Christoph Schwandt (Verdi, una biografía, FCE) o Peter Southwell-Sander (Ma Non Troppo). Más paciencia se precisa para conseguir algún ejemplar perdido de la brevísima que Andrés Ruiz-Tarazona publicó en Real Musical (1975) o la muy antigua, pero aún útil, de Charles Osborne que Salvat incluyó (1987) en una prehistórica colección de quiosco. Hay algunas más, sin duda, pero ni son fáciles de encontrar ni mejores que las citadas. En todo caso, la mejor biografía de Verdi disponible en el mercado, y de la que, con mayor o menor intensidad, han bebido abundantemente los biógrafos posteriores es la monumental Verdi, una biografía (Paidós), de Mary Jane Phillips-Matz (1926-2013), a la que su autora dedicó casi treinta años y que fue publicada por Oxford University Press en 1992. Sobre el contexto histórico del compositor, cuyo apellido era usado como acróstico semiclandestino en las pintadas patrióticas del Risorgimento (“viva Verdi” camuflaba “viva Vittorio Emanuelle Re d’Italia”), resulta útil Verdi y su tiempo (El Ateneo), de Pierre Milza, un historiador francés especializado en la Italia de los siglos XIX y XX. La Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera, cuyo entusiasmo queda bien patente en su programa Tutto Verdi, que se propone poner en escena la totalidad de su obra operística, también ha publicado algunos textos de interés.
Españoladas
“Dadme un buen libreto y tendréis una buena ópera”: a pesar de quienes lo niegan, al compositor italiano le preocupaba extraordinariamente la construcción del personaje y de la situación dramática. De hecho, Verdi se consideraba un hombre de teatro y fue en él donde encontró soporte para la música que lograría en las parole sceniche, el vértice de máxima emoción. Por eso le gustaba controlar todo el proceso: desde el trabajo de los libretistas hasta la puesta en escena, pasando por el vestuario y los decorados, como se demuestra en las notas que enviaba a sus colaboradores. Shakespeare, Byron, Dumas, Hugo, Schiller fueron algunos de los autores a cuyas obras puso música: la Edad Media y los dramas históricos, contemplados a través del tamiz del romanticismo tardío, fueron claves de su concepción dramática. En la dilatada producción operística de Verdi también quedó abundante espacio para argumentos “españoles”. Victor Hugo (Hernani), Schiller (Don Carlo) o Voltaire (Alzira) le proporcionaron temas, motivos y peripecias relacionados más o menos legendariamente con el pasado español, incluyendo la colonización de América. Pero también recurrió con provecho a dramaturgos españoles cuyas obras se habían estrenado durante su juventud: La forza del destino (1862) está basada en Don Álvaro o la fuerza del sino (1835), del Duque de Rivas; y Il trovatore (1853) y Simon Boccanegra (1857), en los conocidos dramas (estrenados respectivamente en 1836 y 1843) del chiclanero Antonio García Gutiérrez. Por cierto que, por esas coincidencias de la historia literaria, este año también se celebra el bicentenario de García Gutiérrez, autor —además de los citados— del drama histórico La venganza catalana (tranquilos, nada que ver con 1714 y la Via Catalana): si quieren saber más sobre los modestos y recortados actos programados consulten la página bicentenariogarciagutierrez.es o la oficial del Ayuntamiento de Chiclana de la Frontera (Cádiz).
Coda
Hoy también se conmemoran otros aniversarios, menos célebres y sin alfombra roja ni confetis ni piñatas, pero no por ello menos sentidos por los implicados. Max y yo celebramos nuestras primeras 300 semanas en este destartalado e improbable Sillón de Orejas. Brindamos por ello con todos ustedes alzando nuestras pintas de cerveza mientras se escucha virtualmente el coro (“va, pensiero, sull’ali dorate”) de los esclavos hebreos de Nabucco (véase en YouTube un fragmento de la espectacular puesta en escena de la Metropolitan Opera House, con James Levine al frente de la orquesta). Una música apropiada, pienso, para acompañar lo que Paul Krugman, que no es precisamente un bolchevique, llama “la recuperación de los ricos”, que es lo que también pretenden, “como no podía ser de otra manera”, los presupuestos del señor Montoro. Los demás tendremos que consolarnos con Verdi.
Babelia
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