El mesías digital
'Jobs' es una película forjada en el autoengaño: en sus primeros minutos parece invertir muy poca energía en afrontar a su objeto de estudio como problema
Tras el fallecimiento de Steve Jobs, el escritor Rafael Reig manifestaba en su blog personal su perplejidad frente al lenguaje de las necrológicas oficiales que hablaban casi de “un santo, alguien creativo, un apóstol de la libertad, etcétera”, cuando se trataba simplemente de un tipo que hizo… dinero. Si en La red social (2010), David Fincher, Aaron Sorkin y Jesse Eisenberg vieron en Mark Zuckerbeg, creador de Facebook, a un enigma fascinante y casi trágico, un Ricardo III de la era de las redes sociales liberado de toda empatía, en Jobslos responsables nunca parecen tener claro si lo que más les interesa del mesías de Apple es su santidad, su talento visionario, su condición de espíritu libre o su habilidad, sí, para hacer dinero.
Habrá que esperar para saber qué ve Aaron Sorkin en la figura de Steve Jobs —un nuevo biopic, cabe confiar en que mejor que este, está en preparación—, porque lo que han visto Joshua Michael Stern, el guionista Matt Whiteley y un Ashton Kutcher que amplía cósmicamente el significado de la expresión error de casting es muy poco estimulante.
Jobs es una película forjada en el autoengaño: en sus primeros minutos parece invertir muy poca energía en afrontar a su objeto de estudio como problema. Ahí está, simplemente tanteado como un escueto bit de información, el dolor del hijo dado en adopción que jamás logrará ajustar cuentas con el padre ausente, la iconoclastia expresada en el poco apego a la ducha diaria y la ferocidad del idealista dispuesto a exiliar de su entorno a los no creyentes en su condición mesiánica y a castigar a los viejos cómplices —y a su propia pareja— cuando se convierten en fardos ante el ascenso triunfal. Poco a poco, la película revela su auténtico sentido: de nuevo, estamos ante la historia del David tocado por la Gracia —alguien capaz de concebir la tecnología digital como ampliaciones del alma y del corazón— frente al Goliat corporativo, condicionado por la miopía de las estrategias a largo plazo.
El desenlace de la película, presidido por la voz en off del mesiánico Jobs/ Kutcher, acaba adquiriendo los tonos de un insultante vídeo motivacional de empresa.
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